- 11/02/2011 01:00
Nuestra educación en su laberinto
Los resultados —que no voy a detallar, porque son conocidos generalmente—, que exhibe la educación panameña, no son para aplausos ni menos halagos. Es una manifestación que se arrastra desde antes y después de nuestra era republicana; cuando nos conquistaron, colonizaron, y nos diseñaron poderosos intereses hegemónicos (internos — externos), de acuerdo al valor (riqueza) geopolítico de nuestra posición geográfica, como un país (sociedad) de tránsito para producir servicios. Aún reivindicamos, remedamos, la educación de la Edad Media (utópica, idealista), la educación de la edad moderna, contemporánea, (elitista, clasista, pragmatista, positivista); hasta la liberal, burguesa, capitalista (individualista — utilitaria). Se nos ha vendido la mentira de que nuestra educación es democrática liberadora; cuando en el fondo posee un enfoque, sentido, reaccionario, conservador, retardatario, domesticador.
Por lo anterior, con el propósito de unirme a reflexiones de conciencias receptivas por una transformación revolucionaria de nuestra educación, figurándonos como un foco guerrillero pedagógico—ideológico, dejaré mis opiniones sobre posibles salidas para romper el cerco complejo que impide vivir en un mundo moldeado por la ciencia y la tecnología; pero que debe enfatizar el saber sentir y pensar con calidad humana.
Para que nuestra educación, especialmente la pública, sea verdaderamente popular, democrática, requiere:
1.— Que el Ministerio de Educación anime y rectorice la creación —organización— de una entidad altamente representativa de todos los componentes de nuestra sociedad, con la finalidad de consultar y definir qué tipo (Sistema) de educación queremos desarrollar; obviamente incluyendo la caracterización del hombre/mujer que se propone formar. El deber, obligación, para el desarrollo de la educación, es de todos. Esta etapa debe culminar con la elaboración de un plan, a largo plazo, para el desarrollo de la educación; con las prioridades en su proceso, especialmente la eliminación de todo tipo de analfabetismo.
2.— Reestructurar la administración, desde los más altos a más bajos niveles, de toda la educación. Si queremos una educación de calidad, es imprescindible poseer una administración de calidad.
3.— Reformar los planes y métodos para la formación del docente; orientados hacía la creación de una conciencia de trabajador —servidor y no de empleado asalariado— un agente de cambio y reformador social; y por último.
4.— Para que un buen plan se cumpla y tengamos centros educativos no subdesarrollados, produciendo personas subdesarrolladas, el Estado debe cumplir lo siguiente: Presupuesto suficiente —invertir en educación debe ser prioritario y no es gasto—, escuelas y educadores necesarios; infraestructura y dotaciones pertinentes; gratuidad, accesibilidad económica con la consideración material y geográfica de la ubicación escolar; pertinencia del currículo y la oferta educativa de acuerdo a contextos y poblaciones específicas; y calidad de la educación asociada a las necesidades, intereses y expectativas de las diversas comunidades y poblaciones.
Lo anterior lo referimos a la educación pública, quien debe ser la vanguardizadora con los mejores atributos; la cual ha sido intencionalmente descuidada —desbrozada— por muchos intereses, burgueses, mercantilista, vinculados al poder político—económico de nuestro país.
*EDUCADOR.