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Los valores culturales y folklóricos, son expresiones de la identidad de una región y, por tanto, conforman el patrimonio de un país. Al referirnos a patrimonio, es bueno indicar que se refiere a un conjunto de bienes tangibles o intangibles propios o heredados con que cuenta una persona o institución que, por lo general, es cuantificable. Entre ellos, las tradiciones, las costumbres, los hábitos, la música, la pollera, el montuno, la camisilla, las comidas típicas... todos ellos poseen un valor especial y son el producto de la cultura popular. Descubrir y recordar elementos que reafirman nuestra nacionalidad es para todos y cada uno de nosotros portadores de esa maravillosa semilla que, junto al amor heredado de nuestros antepasados, son como la savia que nos permite pasarnos toda una vida transmitiendo el saber popular de la gente común.
En esta ocasión daremos a conocer la producción artística musical de uno de los compositores de Santiago de Veraguas, cuyo propósito es evitar que se lo lleve el viento del olvido y quede en la memoria histórica de los que amamos el arte y la cultura, sobre todo musical; tal es el caso de la producción musical del profesor José Luis Rodríguez Vélez, un viejo músico del siglo pasado que dejó huellas a través de sus inspiraciones, como: “Viejo parque de Santiago, hoy te vengo a cantar, la canción del recuerdo, de un pasado mejor, siempre llevas escondido, aquel poema de amor, que, al arrullo embrujador, de tu palma... nos dijimos ella y yo”, canción dedicada al parque de Santiago. También la cumbia Si tú me quisieras, popularmente conocida la cumbia santiagueña: “Bailando la cumbia, el alma se alegra, cumbia santiagueña, llena de alegría, si tú me quisieras, yo te llevaría, para mi Santiago, morenita mía”. Esta cumbia fue llevada al acetato y popularizada por el maestro Yin Carrizo y su conjunto.
Pero, es que el profesor Rodríguez Vélez nació con ese talento que muy pocos músicos y poetas llevan en la sangre; sus composiciones casi que en su totalidad fueron dedicadas a su tierra. Vivía en el arrabal de Santiago (casco de la ciudad), por consiguiente, fue un bohemio especialista en llevar serenatas a las muchachas de su pueblo, y como tal, manejó a la perfección la guitarra, al igual que el clarinete y saxofón; a los catorce años el maestro Aurelio Escudero le dio las primeras clases de solfeo, de ahí, lo demás fue carpintería para el maestro José Luis.
Por diez años dirigió la orquesta El Patio, muy famosa por su amplio repertorio de danzones, guarachas y tamboreras; fue la agrupación que amenizó patronales en comunidades circunvecinas de Santiago, San Francisco, La Mesa, Soná y otras. En su momento, fueron las composiciones de Ricardo Fábrega las más populares. Fue director de la banda de música del Cuerpo de Bomberos de Santiago y de Soná, de las bandas de música del Colegio San Vicente y del Instituto Urracá.
Para un 22 de noviembre, Día del Músico, se le hizo homenaje de reconocimiento a Samuel Ramos, José Palavicini, los hermanos Lombardo, y en su intervención señaló el profesor José Luis: “todas mis composiciones, en su totalidad, van relacionadas con mi bello pueblo”; entre estas Viejo parque de Santiago, Encrucijada de amor, Estoy triste, Ansiedad, Plegaria, Mientras exista Dios, Amanecer en el campo y Dime otra vez que sí.
José Luis Rodríguez se dedicó en sus últimos años a ejercer la docencia en los colegios San Vicente de Paúl y el Instituto Urracá, donde formó coros, estudiantinas, músicos y artistas que hoy día, gracias a este héroe promotor del arte, continúan cosechando éxitos en la vida profesional. Una valiosa contribución a la cristalización de ese legado cultural ha sido el aporte artístico que han dado músicos de la talla de José Luis Rodríguez, Aurelio Escudero, Samuel Ramos, César Alcedo, Chulia Medina, Carlos de La Togna, Tito Escudero y muchos más.
Nuestro país se engrandece cuando sus hijos hacen aportes significativos que dejarán huellas indelebles para que nuevas generaciones las tomen como ejemplo y continúen el camino de la promoción de la cultura y el folklore. ¡Viva Panamá!
*El autor es periodista y gestor cultural