• 08/03/2022 00:00

Importancia del Día Internacional de las Mujeres

“Es importante desarrollar códigos de ética y conducta [...], para erradicar los prejuicios de género que le otorgan a las mujeres un papel secundario y de objeto sexual”

El Día Internacional de la Mujer, antes denominado Día Internacional de la Mujer Trabajadora, ??conmemora cada 8 de marzo la lucha de las mujeres por su participación en la sociedad y su desarrollo íntegro como personas en igualdad de condiciones.

En la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, realizada en Copenhague, en 1910, la dirigente Clara Zetkin propuso y se aprobó la celebración del “Día de la Mujer Trabajadora”, que se comenzó a celebrar al año siguiente.? La primera conmemoración se realizó el 19 de marzo de 1911 en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza; desde entonces se ha extendido a otros países, tanto es así que en 2011 se celebró el Centenario del Día Internacional de la Mujer.

En 1972, la Asamblea General de las Naciones Unidas, en su resolución 3010, declaró a 1975 «Año Internacional de la Mujer», y en 1977 invitó a los Estados a declarar, conforme a sus tradiciones históricas y costumbres nacionales, un día como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. De tal manera que en marzo aprovechamos para levantar con más fuerza nuestras banderas de lucha por los derechos humanos de las mujeres.

Lo cierto es que las mujeres se encuentran en el vértice del desarrollo, dado que de ellas depende el futuro. La neurociencia ha demostrado que la vida de las personas se define en los mil primeros días de vida a partir de la gestación. Es evidente que lo que las mujeres no tienen no se lo pueden dar a su descendencia. Es importante señalar que de las mujeres depende la reproducción social de la fuerza de trabajo. Alrededor el mundo ellas gestionan el bienestar de la familia, lo que se demostró una vez más en los tiempos del confinamiento por la pandemia que ha azotado a la humanidad en los dos últimos años.

Durante siglos se mantuvo a las mujeres en el ostracismo de sus hogares. De ellas se requería que tuvieran hijos legítimos (preferiblemente varones), cuya paternidad fuera innegable para que sus padres pudieran heredarles sus bienes. En los inicios de la civilización, la única manera de asegurar la paternidad era exigiendo que las mujeres llegaran vírgenes al matrimonio y fueran eternamente fieles. Este es el origen de la monogamia (para las mujeres) y no el amor, como algunos pretenden. Así se originan también los matrimonios tempranos y se normalizó la violencia contra las mujeres.

Esto se logró en base a encerrar a las mujeres en sus casas, sustrayéndolas de lo que hoy llamamos “vida pública”. Ellas fueron literalmente borradas de la participación en la sociedad, en la cultura, en la política, de tal manera que durante siglos las mujeres prácticamente desaparecieron, incluso de la historia.

Las mujeres pasaban de la tutela de sus padres a la tutela del marido. Las que no se casaban, debían convertirse en monjas, otras caían en la prostitución, o eran consideradas locas. Las que no se sometían eran lapidadas, quemadas y enterradas vivas, entre otros castigos severos. Baste recordar la cacería de brujas, persecución, que en realidad fue contra las mujeres que se salían de la “norma social”, que se prolongó del siglo XVI al XVIII.

Es por esta razón que a medida que se dan las revoluciones liberales en el siglo XIX en Europa y la lucha por los derechos civiles, también surge la lucha por las reivindicaciones de las mujeres. La lucha de las mujeres comienza a tener finalidades precisas a partir de la Revolución francesa, ligada a la ideología igualitaria y racionalista del Iluminismo, y a las nuevas condiciones de trabajo surgidas a partir de la Revolución Industrial. La Revolución francesa no cumplió con sus demandas, y las mujeres aprendieron que debían luchar en forma autónoma para conquistar sus reivindicaciones. La demanda principal fue el derecho al sufragio, a partir del cual esperaban lograr las demás conquistas.

Es así como empiezan a luchar por el derecho al voto, primero en EUA y en Inglaterra y, luego, alrededor del mundo, con diferentes resultados. Incluso bien entrado el siglo XX todavía no todos los países otorgaban el derecho al voto a las mujeres. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, las mujeres consiguieron el derecho al voto en casi todos los países europeos, pero paralelamente se produjo un reflujo de las luchas feministas. El denominado “nuevo feminismo”, comienza a fines de los sesenta del siglo XX en EUA y Europa, y se inscribe dentro de los movimientos sociales surgidos durante esa década en los países más desarrollados.

Los ejes temáticos que plantea son: la redefinición del concepto de patriarcado, el análisis de los orígenes de la opresión de la mujer, el rol de la familia, la división sexual del trabajo y el trabajo doméstico, la sexualidad, la reformulación de la separación de espacios públicos y privados –a partir del eslogan “lo personal es político”– y el estudio de la vida cotidiana. Manifiesta que no puede darse un cambio social en las estructuras económicas, si no se produce a la vez una transformación de las relaciones entre los sexos.

En América Latina, a pesar de las múltiples diferencias y matices entre las corrientes internas, existe un feminismo más institucionalizado –en donde las mujeres se agrupan dentro de ONG y en los partidos políticos–, y un feminismo más autónomo y radicalizado. Hemos avanzado, está pendiente el acceso a la toma de decisiones al más alto nivel para poder transformar la realidad actual de asimetrías sociales injustificadas. Solo 22 mujeres en todo el mundo son jefes de Estado o presidentas de un Gobierno (6 %).

Es decir, hay que redoblar los esfuerzos para cerrar las brechas de género que persisten en las diferentes culturas. Es importante desarrollar códigos de ética y conducta en todas las instituciones para erradicar los prejuicios de género que le otorgan a las mujeres un papel secundario y de objeto sexual.

Directora del Instituto de la Mujer de la Universidad de Panamá.
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