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- 11/03/2022 00:00
'Ser historiador' desde el enfoque microhistórico
En medio de las fuertes críticas respecto al proyecto de Ley 638 –a la espera del veto Ejecutivo– que busca regular la profesión de historiador en Panamá, ha surgido una multiplicidad de comentarios que reducen el oficio de historiador y, por tanto, a la Historia a cosa insustancial y socialmente inútil. Desde el enfoque microhistórico preocupa esa campaña de que “la historia no interesa, que no sirve y es vínculo inútil” (Levi, 2019).
A raíz de esta ley, han surgido posturas algo deleznables contra el oficio. No había visto tanta saña contra una disciplina u oficio, siempre pensé que las profesiones eran nobles sin distingo. Lo cierto es que la Historia tiene mucho que decirle a la gente, pues no hay disciplina por avanzada que sea, como dijese el francés Pierre Vilar, que no la consulte. Por ello, ante cualquier ataque, los historiadores debemos salir a la palestra.
¿Cuántas investigaciones históricas se financian en nuestras universidades en comparación con proyectos económicos y tecnológicos? Casi que ninguna. Debemos entender que son posturas políticas propias de la globalización y su teoría neoliberal, dado lo peligrosa que resulta la Historia para algunos sectores conservadores de nuestra sociedad, cuyo trasfondo parece ser “¡Basta de Historia, porque existe la globalización!”.
Desarraigarnos del pasado humano para predestinarnos a la inseguridad futurística, puede ser la profunda trama. En la sociedad que vivimos hoy, dice Giovanni Levi:
“Hay mucho miedo a la Historia, ese es un problema evidente. La Historia hoy, en este mundo neoliberal, es considerada como un vínculo inútil, porque se nos propone ser futuristas, es una situación política que afecta todo el mundo cultural e incultural, el pasado no debe vincularnos” (2019).
En Panamá, tenemos por costumbre llamar historiador a cualquiera que se sienta en confianza de echar 4cuentos, crear mitos y hasta leyendas. O cualquiera que por su longevidad haga un recuento cronológico, nada cientista, sobre su experiencia vivida. También, me ha tocado ver, a través de distintos medios de comunicación, ensalzarse bajo el rótulo de historiador a personas ajenas al oficio, tan solo porque rebuscando en Internet lograron armar un relato más o menos coherente, pero sin advertir el trascendental asunto de las fuentes y su tratamiento.
Para Carlo Ginzburg: “Internet es un instrumento magnífico que permite acceder en pocos minutos a una enorme cantidad de basura. En medio de la basura se esconden también, naturalmente, informaciones importantes, tal vez perlas: pero identificarlas es difícil” (2004, p. 24). De hecho, hay algunos aventureros que olvidan que la Historia es una Ciencia y el historiador un cientista social que debe estar dotado intelectualmente e instrumentalizado para reconstruir el pasado, a partir de los fragmentos.
Lamentablemente, en pleno siglo XXI tenemos una concepción simplista del oficio de historiador. En un mundo deshumanizado por las ideologías, los historiadores no podemos legitimar estas monstruosidades que se dicen sobre el oficio. La ficción no es lo nuestro, lo banal tampoco. Atacan el oficio porque desde el mismo se denuncia lo disfuncional en las ideologías, sobre todo las contradicciones de una globalización que más bien fragmenta.
En definitiva, para la Microhistoria italiana Ser historiador no es cuestión de simplicidades. Trabaja sobre una realidad siempre compleja y a partir de los fragmentos (documentación) reconstruye con el mayor realismo posible el pretérito. Ahora, su reconstrucción es a partir de las actuaciones particulares, el examen de fenómenos, momentos, situaciones y personas en espacios circunscritos, desde una escala –reducida– distinta a las convencionales es más complejo, pues busca precisar sus matices e iluminar cuestiones más generales. También, procura reivindicar la esencia de la Historia proponiendo nuevos enfoques metodológicos.