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- 18/07/2021 00:00
La ética ambiental en la época del Antropoceno
Se denomina Antropoceno a la nueva era geológica producto de la intervención del ser humano en la naturaleza, provocando el cambio climático y ocasionando un impacto negativo en el medio ambiente. La visión puramente mercantil de la naturaleza, vista esta como proveedora solo de recursos, nos ha llevado a una situación de crisis ecológica global que está poniendo en peligro la vida de nuestro planeta azul. El neoliberalismo, organizador del hiperconsumismo aviva la compra compulsiva, originando una sobrexplotación e instrumentalización de los recursos naturales, ocasionando pérdidas de la biodiversidad ecológica. El “sapiens”, como especie invasiva y principal fuerza de transformación del ecosistema, está perturbando el equilibrio global en la naturaleza, debido a la explotación, transformación, circulación y consumo de los recursos naturales, lo que pone en peligro a la propia especie humana, ya que muchos de ellos no se regeneran, principalmente los fósiles (petróleo, gas y carbón), provocando una crisis civilizatoria a escala planetaria.
Este concepto, todavía controvertido, fue popularizado por el químico Paul Crutzen, que, aunque no goza del consenso de toda la comunidad científica de geólogos, su uso se hace cada vez más habitual. Sin embargo, para algunos científicos, todavía el Antropoceno no ha desplazado al Holoceno, caracterizado por ser un periodo interglaciar que registra un desnivel de las temperaturas, provocando que las capas de los hielos se derritan, aumentando exponencialmente el nivel del mar. De ahí que geólogos encontraron suficiente evidencia científica para explicar cómo Indonesia, junto con Japón y Taiwán, quedaron separados del resto del continente asiático.
El deshielo de los glaciares es impresionante, si comparamos fotos satelitales tomadas en 1970 y las contrastamos con las del año 2020. Se calcula que, si la capa de hielo de Groenlandia se derritiera, el nivel del mar aumentaría estrepitosamente hasta seis metros. El autor Luis María Cifuentes, citando parte del informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU, señala que: “En cuanto al ascenso del nivel medio del mar se sabe que entre 1901 y 2010 hubo un aumento de 19 cm, debido a la cantidad de hielo derretido que desembocó en los océanos. Se estima que, a finales de este siglo, en el 2100, el aumento del nivel del mar será entre 40 y 63 cm. Se advierte además que, aunque se frenen las emisiones de gases del efecto invernadero, las consecuencias negativas sobre medio ambiente serán duraderas”.
En Panamá, ya somos testigos del hundimiento de gran parte de islas del archipiélago de Guna Yala, donde nuestros hermanos originarios han tenido que abandonar sus viviendas como consecuencia implacable del cambio climático. Si el ser humano, principal responsable del calentamiento global, no inicia la transición energética hacia el desarrollo sostenible, utilizando energías limpias, la catástrofe ecológica será devastadora y el antropocidio será inevitable. Si no disminuimos las emisiones de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso, principales causantes del efecto invernadero, estaremos avanzando hacia el exterminio ecológico y la desaparición de la especie humana.
Frente a esta situación, la ética ambiental rescata la relación entre el hombre y la naturaleza, donde esta es vista no como un medio, sino como un fin en sí mismo, donde la naturaleza y la especie humana se imbrican, son inmanentes, ya que se necesitan mutuamente.
Moacir Gadotti señala que: “La tierra es nuestro primer gran educador. Educar para otros mundos posibles es también educar para encontrar nuestro lugar en la historia, en el universo. Es educar para la paz, para los derechos humanos, para la justicia social y para la diversidad cultural, contra el sexismo y el racismo. Es educar para erradicar el hambre y la miseria. Es educar para la conciencia planetaria. Es educar para que cada uno de nosotros encuentre su lugar en el mundo”. Otro pensador, Hans Jonas, plantea una ética de la responsabilidad, como resultado del impacto de la ciencia y la tecnología en la modificación del paisaje natural. Ética de la responsabilidad casi nula en nuestro país, cuando vemos el crimen ecológico que provoca la minería en Panamá y pese a ello, se entregan 25 000 hectáreas más a la empresa para su explotación. Qué decir, del reciente derrame de hidrocarburos el 8 de junio, en el Día Mundial de los Océanos, en isla Taboga. Ante este panorama tan sombrío, promover la ética y la educación ambiental en los centros escolares, puede ser un paso esperanzador para el futuro del planeta.