• 27/10/2024 00:00

El caos del cambio climático

... el verano pasado hubo dificultades para encontrar mandarinas en los mercados. Una extraña y profunda sequía en octubre pasado acabó con los cultivos cítricos de Coclé y otras partes de las provincias centrales

El cambio climático es una amenaza para todos y de muchas formas. Una sería que nos quitasen el placer de chupar naranjas o comer mandarinas en plena estación de verano.

Para mí, el verano se trata de comer frutas, especialmente esas mandarinas brillantes que se pueden oler a un metro de distancia. Pero el verano pasado hubo dificultades para encontrar mandarinas en los mercados. Una extraña y profunda sequía en octubre pasado acabó con los cultivos cítricos de Coclé y otras partes de las provincias centrales.

La pérdida fue grave en Coclé donde el bajonazo en producción fue 50 % en frutos como naranjas, limones y piñas. En Chiriquí la falta de lluvia afectó la producción de fresas y frambuesas. Es decir, un invierno inusualmente seco privó a los árboles del período de lluvia que necesitan para florecer.

Los árboles frutales evolucionaron para vivir en condiciones más estables y están bien adaptados al ritmo de un año habitual. Pero en lugar de estaciones confiables, estamos teniendo un caos climático. Y como resultado, el sentido de estacionalidad de los árboles se confunde. Y en lugar de naranja y mandarinas confiables, estamos teniendo un caos de frutas. Puede que no suceda todos los años, pero cada vez sucede con más frecuencia.

Los árboles frutales, al igual que las personas y todos los demás seres vivos, experimentan estrés. Y así como el estrés puede acumularse a lo largo de la vida humana, un árbol no olvidará la carga de cada sequía, cambio extremo de temperatura e infestación de plagas a las que sobrevive. Las grandes fluctuaciones en la disponibilidad de agua han aumentado la carga de estrés de los árboles; parece que oscilamos entre un año muy húmedo y un año muy seco. No se trata sólo del calentamiento, sino de un caos generalizado en la naturaleza. Y son estos cambios y patrones climáticos erráticos a los que los agricultores tienen que enfrentarse todos los años.

Últimamente he intentado convencer a algunos agricultores para que consideren especies frutales poco comunes y más adecuadas para soportar el clima cambiante de la región. Por ejemplo, el cacao es un fuerte candidato. La gente podría hacer chocolates ricos en antioxidantes. También están los mangos ataúlfos que parecen papayas pequeñas alargadas. Incluso existen variedades de aguacate que crecen bien en climas secos. Igualmente, especies resistentes a la sequía de marañón, mamón y guaba.

Yo mantengo esperanza en que mis dos símbolos del verano, naranjas y mandarinas, estarán disponibles el próximo verano. Pero los peligros persisten. Ahora la principal preocupación es la lluvia que ha azotado durante varias semanas y provocado inundaciones desastrosas en muchos lugares. Demasiada humedad expone a los árboles a la pudrición y las plagas. También afecta a los polinizadores: a las abejas que polinizan cultivos no les gusta volar bajo la lluvia.

Es decir, las lluvias son bendición para los agricultores, pero mucha lluvia son también tragedia. Y podrían ser desfavorables para muchas frutas. Igualmente, el calor extremo podría ser un peligro en los meses de verano. Las frutas pasan por diferentes etapas de desarrollo, como una persona pasa de la infancia a la adolescencia. El calor impulsa la velocidad de ese proceso, y un calor intempestivo puede hacer que el desarrollo se acelere por delante del crecimiento.

En consecuencia, las naranjas y mandarinas pueden avanzar a lo largo de su ciclo de vida a una velocidad que depende de la cantidad de lluvia y del calor que haya. Y dependiendo de estos factores, así mismo acumularán o no los azúcares que necesitan, y al final serán más o menos dulces de lo normal. Los expertos en frutas han estudiado este fenómeno y han señalado que el verano pasado, donde tuvimos una estación lluviosa más seca de lo usual y con temperaturas en promedio casi 2 grados centígrados por encima de lo normal, hizo que el contenido de azúcar de las naranjas y mandarinas estuviera más bajo que de costumbre. Cuando pregunté si alguna vez tendríamos una naranja o mandarina en la que el cambio climático podría hacerla más dulce, más crujiente y más sabrosa, nadie estuvo dispuesto a descartar.

De verdad, el tema del clima es una lotería y nadie se arriesga a predecir qué tipo de frutas tendremos el próximo verano. ¿Será que las lluvias del mes pasado ayudarán a la calidad? Tiene sentido pensar que todo saldrá bien, porque no hay nada más sublime que una buena naranja para saciar la sed en un día caluroso en nuestro país. Pero al final es el equilibrio cósmico el que dicta si lo que cosechamos es una naranja dulce o una fruta agria. Sería muy decepcionante que el cambio climático nos lleve a esa incertidumbre todos los años.

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