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- 20/03/2023 00:00
La Doctrina Monroe en el bicentenario
La Doctrina Monroe aparece a principios del siglo XVIII como consecuencia de las emancipaciones de las colonias españolas establecidas en Latinoamérica, en un principio para garantizar la hegemonía que ejercería los EE. UU. sobre toda la América, lejos de los vaivenes de poder y sin intervenciones de Europa en los asuntos políticos americanos. Si bien es cierto el panorama geopolítico luego va transformándose, asimismo el expansionismo norteamericano toma fuerza y las doctrinas sufren modificaciones, cambian de nombre o simplemente se ajustan a la conveniencia –de toda índole- que ejercería el denominado “imperio yanqui” en los próximos siglos.
La Doctrina Monroe es la madre de las posturas de política exterior de las recién fundadas trece colonias, que se denominaron luego como los “Estados Unidos de América”. Nación que apenas tenía el poderío militar para enfrentarse a los europeos y defender el continente americano, pero así lo aseveraba el presidente Monroe en su alocución el día 2 de diciembre de 1823 en el Capitolio: “América para los americanos”.
Las doctrinas político-culturales que estudiaremos, la de Monroe y la del Destino Manifiesto, coincidían en considerar a EE. UU. como un país excepcional, que, por providencia divina, había alcanzado el mejor sistema de Gobierno del mundo y la mejor forma de vida; eran su deber y su destino extenderlos en el continente y protegerlos en el mundo. Por el otro lado, y desde una perspectiva cultural, la doctrina del Destino Manifiesto impulsó la expansión que la Doctrina Monroe propiciaba.
Estados Unidos debía extender su excepcional sistema por todo su espacio natural de desarrollo, que se correspondía con las diversas acepciones de Norteamérica que llegaron a existir. Para ello se forjó esta suerte de misión nacional que llevó la civilización norteamericana desde el Atlántico hasta el Pacífico.
La Doctrina de Monroe ha sido y es una regla política norteamericana, cuya aplicación se ha condicionado a través del tiempo por factores diversos (políticos, económicos y sociales), por intereses variables y de acuerdo a ciertas circunstancias. En ciertas épocas, mediante “interpretaciones” o “enmiendas” introducidas por algunos hombres del Estado de la Unión, la Doctrina se ha visto transformada considerablemente, adquiriendo caracteres distintos a los originarios, convirtiéndose en instrumento de una política imperialista. Debido a esta política, desde los últimos años del siglo XIX y en el primer tercio del siglo XX, los Estados Unidos tuvo una intervención activa en los pueblos de América Latina, incluyendo el caso de Panamá.
Las intervenciones de Estados Unidos han sido múltiples y de variadas formas en Panamá en los siglos XIX, XX y XXI, y aún su hegemonía e influencia siguen vigentes en la actualidad. Veamos un recuento histórico – evolutivo de este dominio.
En 1823, el ideario popularizado de la Doctrina Monroe, “América para los americanos”, fue el primer paso ideológico con el cual los Estados Unidos se enfrentaron a los ingleses; siempre con el propósito de hacer caer a América Latina bajo su predominio y desplazar a Gran Bretaña de su influencia en el Caribe. Ambos países alimentaron también sus esperanzas, de adueñarse de las antiguas colonias españolas. Con el paso del tiempo Estados Unidos prevaleció.
Para la época, ya los Estados Unidos habían iniciado su expansionismo al sur y oeste de las antiguas trece colonias inglesas, las que conformaron originalmente la Unión norteamericana en 1783. De esta forma, los hechos históricos plantean que la expansión natural del pueblo norteamericano es muy vinculante con la Doctrina Monroe en su fase teórica de “América para los americanos”, en la primigenia de sus intenciones, con la máxima de defender sus intereses y su propia seguridad, inicialmente contra los europeos, pasa a un planteamiento territorial regional, cuya práctica es encubada con la doctrina del Destino Manifiesto de comprar, negociar, o sino, de expropiar territorios por la vía de la guerra.