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- 09/03/2023 00:00
Conmemorar, reconocer y detener
Cada año se conmemora el Día internacional de la Mujer, distinguiendo las luchas de las mujeres por eliminar las desigualdades que padecen, reivindicar sus derechos y denunciar la violencia que sufren. En 1910, durante la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, en Copenhague, fue propuesto el día 8 de marzo para ese propósito; posteriormente, en 1975 la Organización de Naciones Unidas lo ratificó, y desde entonces muchos nos esforzamos por mostrar las secuelas sobre la sostenibilidad de la vida que provoca la discriminación y subordinación de las mujeres.
Para conmemorar a las mujeres debemos, primero, reconocer que existe la desigualdad de género en Panamá, lo que reglamenta las actuaciones y áreas de competencia de varones y mujeres y se exhibe en varios aspectos. Esto no es un asunto de culturas y sociedades lejanas; por ejemplo, se evidencia en los niveles de participación política (representatividad en las asambleas de diputados, en los partidos políticos, en el Poder Judicial o en el Órgano Ejecutivo); en las oportunidades en el mercado laboral y en la diferencia salarial por igual trabajo; en los escasos reconocimientos y valoraciones en la historia, o en las ovaciones en los campos artísticos y científicos. Esos y otros ejemplos demandan acciones aquí y ahora para frenar las inequidades que afectan irremediablemente los derechos y potencialidades de las mujeres.
Antes de continuar es preciso dejar en claro ¿qué es perspectiva de género? y ¿qué es desigualdad? El vocablo “género” se usa para referirse a los roles y oportunidades que la sociedad adjudica a hombres y mujeres y el concepto “perspectiva de género” se usa como una categoría de análisis transversal que ayuda a entender situaciones, condiciones y posiciones que atraviesan las mujeres, así como por qué y cómo se produce la discriminación, es decir “dar trato desigual a una persona o colectividad...” (RAE).
El término “desigualdad” indica diferencia o, ausencia de equilibrio; su origen se remonta al siglo XVI, cuando se cimentó sobre las diferencias étnicas, raciales y de género, determinando desde entonces grandes diferencias de poder y recursos económicos y, consecuentemente, de clases. Desigualdad implica la subordinación de un grupo a otro e implica que la distribución del poder en la sociedad es significativamente asimétrica entre hombres y mujeres; desigualdad no indica situaciones particulares o personales, por el contrario, detalla un tipo de relación disímil o asimétrica entre todos los miembros de una sociedad (Subirats, J., 2019).
La desigualdad se expresa en formas diversas. Además de la desigualdad social -trato diferente debido a su posición social, estatus económico, creencias religiosas, preferencia sexual, origen étnico o, género; existe la desigualdad económica -que afecta especialmente a las mujeres- que dispone el acceso a bienes y servicios básicos. Datos sobre la participación laboral de las mujeres en Panamá indican que fue menor que la de los varones -un 48.3 % frente a un 72.6 % respectivamente; a pesar de que las mujeres acumulan un año más de escolaridad que los hombres (12 años frente a 11); Mas aun, a nivel universitario son ellas las que más se gradúan -un 55 %-; y las que trabajan no lo hacen en áreas donde los salarios son mayores –tales como ciencia y tecnología y economía digital (BID, 2021, ¿Cómo aprovechar el potencial de las mujeres para acelerar el desarrollo?).
Es preciso señalar, además, que son las mujeres quienes soportan la mayor carga de trabajo total -remunerado y no remunerado-. Las mujeres trabajan 68.2 horas por semana frente a 50.4 horas trabajadas por los hombres (OnuMujeres PPIG, 2020). Son ellas quienes, sin ser reconocidas ni valoradas, sustentan las actividades cotidianas de la vida y la salud de la sociedad y permiten la realización de las actividades productivas (Rodríguez B. 2020); dedican muchas más horas a trabajos no remunerados -los trabajos de cuidado- que, con base a la división sexual del trabajo (Federici, 2004) adjudica a las mujeres las responsabilidades de cuidado y crianza de la niñez, preparar alimentos, limpiar ropa y casa, además de asegurar el bienestar de ancianos, enfermos y discapacitados. Según Oxfam, este trabajo de cuidado, que contribuye a la economía mundial en aproximadamente US $10,8 billones anuales, está totalmente invisibilizados (Oxfam, diciembre, 2020).
El observatorio de igualdad de género de Cepal (2019) indica que las mujeres panameñas dedican 30.6 horas semanales, mientras que los varones únicamente destinan 13.2 horas. La consagración a estos trabajos significa para las mujeres menores posibilidades de ocupar su tiempo en actividades productivas, y consecuentemente, obtener ingresos, lo que se ve en las menores tasas de participación en el mercado laboral o de tiempo para dedicarlo a su propia superación y cuidado. Para remediar eso, los trabajos de cuidado deben ser una corresponsabilidad compartida, para lo cual se requieren estrategias de distribución que involucren a la familia, al Estado y al mercado.
Finalmente, señalamos que las mujeres están expuestas a mayores cuotas y formas de violencia que los hombres: agresiones, acoso sexual, violaciones, asesinatos, abuso sexual infantil, tanto en el mundo público como en el privado -hogares, espacios públicos, medios de transporte. Esas violencias están subregistradas, no son justamente castigadas y deben ser detenidas.
Es innegable que los arreglos patriarcales persisten en la sociedad panameña, impidiendo el mejoramiento de la vida de las mujeres. Para garantizar la igualdad de oportunidades y aprovechar las capacidades de las mujeres para contribuir al desarrollo económico y social, necesitamos diseñar políticas públicas con base en la perspectiva de género; postergar su aplicación frenará el ansiado desarrollo social y el crecimiento, afectando a la sociedad en su conjunto.