• 26/08/2012 02:00

Cínicos

Con el presupuesto de que Internet es como un anticristo y por eso a menudo ocurro a Wikipedia para encontrar información de cualquier t...

Con el presupuesto de que Internet es como un anticristo y por eso a menudo ocurro a Wikipedia para encontrar información de cualquier tema en cualquier tiempo, si lo que pretendo es escribir algún artículo como este, sobre los cínicos, en una de sus acepciones como lo dijo el filósofo Teofrasto al referirse al tema: ‘Es un hombre que maldice y tiene una reputación deplorable. Es sucio, bebe y nunca está en ayunas. Cuando puede hacerlo, estafa y golpea a quienes descubren el engaño antes de que puedan denunciarlo. Ninguna actividad le repugna’. Claro que ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero ¿dígame si esto ha variado en algo? Les digo y repito que hay cuestiones que se convierten en atemporales.

Este inmortal pensador Teofrasto dijo también que los cínicos podían encargarse de administrar burdeles o en una taberna, recaudadores de impuesto (recuerden que a favor de los romanos), ladrón y un poco de cosa más. Nosotros conocemos al cínico como un ser impúdico, como alguien que no tiene rubor y por tanto es indigno, procaz, como un sujeto que se muestra descarado y puede ser hasta descuidado en el aseo. Claro que en los tiempos de Teofrasto esto de la prostitución era deleznable; ahora estos pecadores son trabajadores del sexo en todas sus variantes.

Este concepto antiguo sobre el cinismo viene de las escuelas filosóficas clásicas griegas, creadas por Antístenes y luego promovida por Diógenes, ambos inspirados por Sócrates. Sentían que la forma de vida de la civilización era un mal, y que en cambio, se tenía que vivir con simpleza y en acorde con la naturaleza. Ellos expresaban dentro de sus excentricidades, un desprecio por las riquezas o cualquier cosa material. Disfrutaban de la sátira para referirse a los abusos de hoy, que son tantos y tan variados; de las incapacidades para gobernar; sobre esa corrupciones que gravitan en cada una de las actuaciones y otros vicios, mediante el uso de la inteligencia y sagacidad, tendiente a la ridiculización de esos mercaderes, como realidades desaprobadas, claro que con los aderezos de la ironía, para dar a entender lo contrario sobre lo que se expresa; con la farsa para demostrar hechos exagerados de la realidad; el sarcasmo como una definida crítica, de manera evidente; con la sátira que está repleta de ironía y sarcasmo; esa parodia como imitación irónica o burlesca entre otros para atacar la desvergüenza o descaro en el mentir o cualquier otro acto reprochables. Todas estas cuestiones han llegado a nuestros días por los dos bandos, como ofensor y el otro indudablemente crítico.

Tenemos que reconocer la evolución y la involución incolora, de esta despiadada sociedad, que cabalga aparejada y que a la fuerza se convierte en una tediosa costumbre. Aunque para estas cosas no hay un justo medio, pero sí hay un balance en desbalance hacia lo malo, laxo o incoherente. Eso de pensar que tenemos dos clases de prostitución sin buscar el origen del mal, tanto la postura legal, derivada a la ilegal o también a la ilícita, es suficiente para enloquecer al más cuerdo, mientras las iglesias besan las estolas milagrosas con el aparente esfuerzo de vaquear la moral de esencia, y en abordaje a la moral de apariencias. Pero para todas estas explicaciones, convivimos con personajes que cambian de actitud con el mimetismo de los camaleones, mientras tanto, nos tomamos el jarabe con un tenedor.

Los sempiternos opositores, al no gobernar se vuelven cínicos, con casi una misión de la oposición al gobierno, para criticar, de manera hiperbólica y de este modo, convertir una situación real en ridícula por lo exagerado, o simplemente yuxtaponer lo ocurrido en política ayer con la comparación del hoy, así como las promesas frente a las irrealizaciones para demostrar que no se cumple, vivimos pues de parodias en cuyo ingenio eclosiona la burla por lo inalcanzable o simplemente la sátira sobre los pecadores que se moralizan. Lo seguro es que en estos episodios siempre hay algún muérgano empecinado en dañar reputaciones. Ya sabemos que tanto el filósofo llamado Menipio como su colega Luciano de Samosata, le dieron el sentido literario correspondiente. Acá un resfriado tumbó al presidente de a dedo como otros, que todavía sacan la cuenta, con la esperanza de gobernar por algún error aritmético.

Un cínico no es un alabardero, convertido en soldado armado de alabarda para ofrecer guardia de honor a los reyes, sino de aquellos que aplauden en los teatros a cambio de asistir de balde u otra recompensa. De esos que dicen cosas que no sienten y que por tanto, apoyan proyectos impuestos por sátrapas que en el sentido coloquial y peyorativo hacia una persona que despóticamente gobierna. ¿Esto no se le parece a alguien?

Pero es que necesitaremos más que un estudio etnográfico para detectar a estos mortales con capacidad de hacer girar en cuestión de segundos, 180 en el cambio de pensamiento, ideología o partido político, abrazados a la brújula para que no los haga encallar por sus adulterados pronósticos. Me refiero a ese mismo elixir que tienen en el cerebro de las ratas y que les avisa cuando el barco que abordan zozobra. ¿Cuál será la saeta que indican a tales insolentes que se deben cambiar de partido?; negar a los que ayer apoyaban, caraduras como para recular en los ataques mientras apoyan al enemigo; gozar de semejante caradura e hipócrita para llorar a cántaros sin lágrimas.

ABOGADO Y PROFESOR UNIVERSITARIO.

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