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- 22/10/2022 00:00
Los auxilios económicos
Por la llamada transparencia, estamos generando un ambiente de odio social innecesario en Panamá, y agrediendo la nobleza de un pueblo generoso, para que llegue a desconfiar de una de las instituciones cuyo propósito es incentivar a la juventud a ser profesionales de excelencia, como lo es el INSTITUTO PARA EL APROVECHAMIENTO DE LOS RECURSOS HUMANOS, Ifarhu.
Quienes hemos tenido la oportunidad de dirigir esta institución, llegamos con unas ideas preconcebidas que van cambiando en el tiempo, pero que hacen que el trabajo de dirigir esta institución sea realmente gratificante.
Venir a juzgar al Ifarhu o a sus administradores por haber otorgado un auxilio económico al hijo o a la hija de una diputada y divulgar en los medios de comunicación su nombre, foto, es una afrenta, no a la dignidad de sus progenitores, sino a la dignidad de la joven panameña, que se esforzó por conseguir una beca para sus estudios superiores. No podemos dejar también de mencionar que hay varios becarios que han regresado al país, después de graduados, y ofrecen sus servicios al país, como fue el compromiso al que acordaron al recibir el préstamo o la beca que se les otorgó y lo que les permite ser destacados profesionales.
En el momento que me tocó dirigir la institución, recuerdo que llegamos con el fiel compromiso de generar becas en universidades de excelencia, y se lograron las plazas, pero muchas de ellas se las ganaban los hijos de personas pudientes en este país, porque estaban más cerca de cumplir con los estándares que lastimosamente muchas escuelas públicas no dan o no alcanzan y las preguntas que nos hicimos fueron “¿ellos no son panameños?”; “¿ellos no tienen derecho?”; y descubrimos que la inteligencia y el talento no tienen clase social.
Sé, de buena voz, que no hay nada más gratificante para cualquier director del Ifarhu que ver en la calle un espectro social amplio en donde tanto ricos como pobres puedan lograr asistir a las mejores universidades del mundo, en donde pueden demostrar su talento y sobre todo, regresar al país para aportar su experiencia y conocimientos para el desarrollo social, cultural, de investigaciones médicas en otras especialidades, etc. de nuestro querido Panamá.
En los tiempos pasados, para incentivar a la formación de investigadores, debíamos invertir en ayudar a familias completas que se trasladaron al extranjero para que un familiar se formara en una universidad de renombre y regresará graduado al país. Hoy, muchos de estos talentos están en el Instituto Conmemorativo Gorgas, Ciudad del Saber, o en otros centros de conocimiento y su información personal se maneja con mucha complacencia por haber logrado lo que quería la administración, que era, y sigue siendo, formar y suplir una necesidad del país; este programa de becas doctorales se llama Ifarhu-Senacyt.
La sociedad desconoce que una de las misiones del Ifarhu es ayudar a la formación del talento humano que trabaja con el Estado; por eso no es pecaminoso becar a funcionarios, ya que es un mandato legal de la institución. Lo que sí me parece pecaminoso es que este funcionario sea despedido y no se le siga formando como técnico al servicio de la nación independientemente de sus ideas políticas.
En este afán de justificar por qué el hijo de uno sí y el hijo de otro no, nos podemos equivocar y enfrentar al futuro de la nación en luchas de clases que no nos darán sosiego y tranquilidad.
Cuando usted habla de un becario o un prestatario del Ifarhu puede estar hablando de su hijo, de su sobrino, que tiene talento, independientemente de sus padres y que el país cree debe apostar y creer en él, por eso no destruya al Ifarhu, que los hombres somos pasajeros, pero esta noble institución permanecerá a través de los tiempos.