• 28/06/2024 16:16

Autonomía universitaria y sociedad

La universidad es una institución milenaria, que ha logrado consolidarse con el tiempo y establecer las estructuras legales, académicas y administrativas, que le permitan servir mejor a la sociedad. En América Latina y el Caribe y la mayor parte de los países del mundo, ha jugado un papel importante en el desarrollo económico y social, formando los profesionales y técnicos, generando conocimiento y proyectándose a las comunidades con un pensamiento contemporáneo de cambio social.

La autonomía ha contribuido al fortalecimiento del sentido de independencia de las capacidades académicas, científicas y administrativas de las universidades, para evitar la intervención y ataques de quienes han pretendido su mercantilización y su conversión en espacios de usufructo de las corrientes políticas más oscuras de los países.

Mucho se ha escrito sobre la autonomía universitaria. Sin embargo, este concepto aún carece de la debida apropiación entre universitarios y no universitarios, y se ha debilitado frente a otras urgencias nacionales en donde la universidad, tal vez, no ha tenido la presencia necesaria, ni mostrado el ejemplo que de ella se esperaba. Barbieri, por ejemplo, expresa que la autonomía es garantía de libertad amparada en una dimensión ética que orienta la actividad universitaria, en el marco de sus responsabilidades con la sociedad, vista su capacidad de darse su propio gobierno, organización y funcionamiento. La autonomía más que un privilegio de una institución, implica una elevada responsabilidad con ella misma y con su entorno socio económico y cultural. Supone una toma de conciencia, connotado esfuerzo y compromiso por alcanzar altos niveles de calidad académica y científica, coadyuvando a cerrar las brechas sociales para avanzar hacia la prosperidad de las naciones.

El valor de la autonomía es defendida por muchas personas, por ser un factor esencial para formar profesionales de alto nivel en determinadas especialidades, crear conocimiento nuevo, ofrecer una aproximación crítica a la realidad y una vinculación con independencia de las organizaciones, instituciones y empresas.

También existen personas, generalmente externas, que cuestionan este derecho, pues consideran que, tras el manto de la autonomía universitaria, se esconden intereses, que pueden significar privilegios para docentes que incumplen las normas académicas y laborales, hacen inadecuado uso de recursos financieros nacionales y se desvinculan de su entorno económico y social.

El camino recorrido en Latinoamérica, ha sido largo y difícil. Los frecuentes golpes de estado, los gobiernos dictatoriales y las tendencias absolutistas, han contribuido, desde afuera, a la discontinuidad del ejercicio de la autonomía universitaria. También desde adentro (durante la pandemia, por ejemplo) se han encontrado obstáculos para lograrla; cuando se trabaja desorganizadamente, se improvisa, se hace mal uso de los recursos institucionales, se carece de direccionalidad y cuando la universidad somete sus decisiones a un partido político, persona o grupo ideológico hegemónico. La autonomía universitaria es el sendero y la meta de toda universidad. Es un medio para integrase al conglomerado educativo del país manteniendo su propia esencia, es parte de las instituciones del Estado, de quien depende su financiamiento y su apoyo para funcionar.

La universidad es una institución integrada al sistema educativo nacional, desde donde debe contribuir al avance de los aprendizajes significativos de los estudiantes en todos los niveles y grados de enseñanza preuniversitarios. Puede hacerlo investigando los problemas educativos, formando el personal docente con las cualificaciones necesarias para esta nueva era del conocimiento, aportando ideas en los modelos, enfoques y estrategias de enseñanza y aprendizaje más efectivas, entre otras.

La condición de autonomía universitaria en sí misma no es suficiente para lograr todos estos resultados. Demanda del rigor de otros elementos importantes que son inherentes a una universidad de calidad. Es un concepto atribuible a las instituciones de educación superior que pueden combinar una clara visión, evaluación, gobernanza, vinculación y financiamiento.

Según Pedró deberían existir mecanismos de financiamiento a largo plazo en las universidades públicas, de modo que alcancen la suficiente estabilidad en la planificación de su oferta educativa y en la consolidación de sus equipos de investigación. Uno de los peores obstáculos que puede limitar el aporte de la universidad a su contexto social, es el cortoplacismo. Es decir, la existencia de mecanismos de funcionamiento o normas organizativas que limitan la creatividad y penalizan su voluntad de asumir riesgos.

La Reforma Universitaria de Córdoba de 1918, dejó una huella indeleble en la autonomía universitaria, en América Latina y el Caribe en particular, y en el mundo en general. Esta revolución dejó consignada la capacidad de autogobierno universitario, dictar sus propios estatutos, elegir democráticamente sus autoridades, disponer de sus políticas universitarias propias sin injerencias externas; recibir y administrar sus propios presupuestos públicos según sus prioridades académicas y científicas.

Esta influencia llegó a Panamá, donde este concepto fue consignado, por primera vez, en la Constitución de 1946. El Dr. Octavio Méndez Pereira, fundador y primer rector de la Universidad de Panamá (1935), estimaba que la autonomía era indispensable para el estudio de los problemas y la difusión de la cultura nacional. Igualmente, serviría para liberar la institución universitaria de vaivenes de la política que pudiesen atentar contra la educación superior y la academia. Este precepto se ha mantenido en todas las constituciones de la República posteriores a la de 1946, marcando siempre la singularidad de la universidad como una institución autónoma diferente, fuente del conocimiento científico, tecnológico y humanístico, que fomenta la democracia, la justicia social y la liberación nacional.

En las leyes y estatutos de las universidades oficiales (Universidad de Panamá, Universidad Tecnológica de Panamá, Universidad Autónoma de Chiriquí, Universidad Especializada de las Américas, Universidad Marítima Internacional) se adopta, igualmente, el concepto de autonomía universitaria, en las esferas académica, organizativa, administrativa y financiera.

Esa autonomía es necesaria en la formación de recursos humanos especializados, emprendedores, íntegros, competentes, con capacidad analítica y crítica para la transformación de la sociedad y en un medio para impulsar la investigación científica, la innovación, la popularización del conocimiento, así como las vinculaciones en todo el país y a escala internacional. Contribuye a tener presencia en todo el territorio nacional y autogestionar recursos financieros que sirvan al desarrollo de la propia institución y de la comunidad en general.

El autor es docente

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