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- 02/09/2023 00:00
El tranque y nuestros problemas
Existe una innegable relación entre la idiosincrasia panameña, su devenir, incluyendo la política, y el tránsito vehicular. A veces, uno piensa que una cosa no tiene nada que ver con la otra, pero si lo analiza de forma macro y global, notará que como es en grande es en chico. En Panamá, la velocidad de reacción es muy baja, en todo, y en el tránsito es fácilmente observable. Haga este ejercicio, cada vez que esté esperando a que la luz de un semáforo cambie de rojo a verde, cuente el tiempo en que reacciona el conductor que está al frente de la fila. Notará que pasa bastante tiempo antes de que reaccione, o empiecen a pitarle los otros conductores. De hecho, los panameños tipificamos eso muy bien con esta expresión: “Se quedó dormido”. Bueno, precisamente ahora, se están discutiendo las fallas en un contrato minero del siglo pasado, porque “alguien” se quedó “dormido”... ¿Tiene o no tiene eso relación? El panameño reacciona tarde. ¿Hay algo malo en eso?
Pues, depende de cómo se mire. Yo soy panameño, he vivido aquí toda la vida, y también me gusta tomar mi tiempo en cada cosa. ¿Será entonces, que la solución de nuestros problemas está en acelerarnos? ¿Acaso al punto de esos motociclistas, que migraron a nuestro terruño? Sinceramente, no lo creo. Porque no hay nada de malo en ser lento, si se piensa completo y a largo plazo. Peores problemas vienen de andar rápido sin pensar lo suficiente. ¿Pero, acaso nosotros pensamos a largo plazo? Eso también tiene que ver con el tránsito, aunque parezca increíble.
Las calles de Panamá están llenas de huecos, es evidente. Sin embargo, los huecos en las calles no son culpa de este Gobierno ni del anterior ni del anterior al anterior, etc. Los huecos siempre regresan, y van a regresar, porque es su naturaleza. Algunos problemas regresan (sobre todo los adaptativos, relacionados al crecimiento individual y poblacional, por eso es importante generar soluciones escalables) y regresan mucho peor aún, si no se resuelven bien. Pero, para resolverlos bien, hay que tener mirada a largo plazo. Lo cual no puede tener el panameño común; y eso también lo vemos en las calles. Usted no puede acelerar mucho, ni pensar en viajar lejos. ¿Por qué? Porque tiene huecos por delante, inmediatos, que sortear.
Así nadie puede ir rápido ni, mucho menos, desarrollar velocidad. El panameño común no puede pensar a futuro, que si una mina u otra, porque tiene hambre, salud y educación empobrecidas, no anda seguro por las calles ni siquiera le recogen la basura eficientemente. Son esos “baches en el camino inmediato” lo que nos impiden desarrollar velocidad y llegar a algún lado (mucho menos lejos), tanto en nuestras calles como en nuestro país. Si lo intenta, destrozará pronto cualquier vehículo que compre (METRO, corredores, contratos con transnacionales, mineras, etc.). Aquí todo está forzado a ralentizarse, ya sea porque es su naturaleza ser lento, o porque, sencillamente, no se puede andar más rápido. Y ni hablar de qué produce esos “huecos” en el camino del panameño. Malos materiales, pésima ingeniería, juegavivo, paliativos y abaratamiento de costos a la hora de construir, mediocridad, falta de capacidad, ignorancia, corrupción. Y así, poco a poco, deduciendo causas, notaríamos que muchos de nuestros baches sociales empiezan a edades tempranas de la vida del paisano, con una crianza empobrecida y una educación mediocre. Porque la raíz del sufrimiento eterno, de todo emparche recurrente, es una forma de pensar rápida, pero emparchada. Léase, insuficiente.
¿Por qué nuestro país es así? ¿Por qué mucha gente en nuestro país vive así? Es algo que no dejo de preguntarme, y me disculpan esta catarsis. Mi deseo es entender y encontrar una solución verdadera, jamás ofender. Que quede claro eso. Si pensáramos de forma más global, tendríamos mejores Gobiernos y construiríamos calles más duraderas. De hecho, ahora mismo tendríamos muchas mejores opciones por las cuales votar. Independientemente a la velocidad que nos tomemos en el proceso, sería una lentitud productiva. Pero, mientras se escoja un pensamiento rápido y torcido en todo (curiosamente, allí sí se piensa rápido...) las soluciones no serán más que paliativos. Y los huecos seguirán apareciendo rápidamente en nuestras calles y nuestras vidas, limitando el desarrollo personal y social. La lentitud es buena, si se busca una buena solución. La rapidez es mala, si sólo se busca “salir del problema” más que resolverlo. Porque NO se generan soluciones escalables, y, un cuarto de siglo después, terminamos entendiendo que el país quedó dañado a mediano o largo plazo. Ahora bien, ¿qué tanto nos importa el país? Digo, debería importarnos, es el lugar donde vivimos. ¿O nos importa más estar cómodos?
La solución de los huecos en las calles, así como también los de nuestra vida social, sólo serán resueltos cuando reaprendamos a pensar. Pero no por calificación o premios inmediatos. Entiéndase, cuando empecemos a pensar, socialmente a futuro y no condicionado por terceros oportunistas y manipuladores. No puede haber desarrollo social ni personal, si primero no nos sentamos a pensar bien las cosas, por nosotros mismos, sin condicionamientos, como personas responsables y como país. Porque el pensamiento libre, claro y profundo es lo que más ventila e ilumina cualquier instancia, evitando que el hongo de la corrupción resurja.