'A mediados de los 70 comenzaban las primeras señales de que la política de destrucción de bosques generaba pobreza'

Actualizado
  • 08/03/2020 00:00
Creado
  • 08/03/2020 00:00
La cobertura boscosa del país ha mermado en un 40%, por la idea de que había que transformar los bosques en potreros. Una línea errónea que hoy se paga con creces
'A mediados de los 70 comenzaban las primeras señales de que la política de destrucción de bosques generaba pobreza'

Franco, humilde y sabio. Stanley Heckadon, director del laboratorio marino de punta Galeta, ubicado en la provincia de Colón, agacha la cabeza cuando se le menciona el gran aporte científico y didáctico que ha puesto en marcha en el Instituto Smithsonian de investigaciones Tropicales, al que pertenece el laboratorio que dirige desde hace 20 años. En cambio, se encanta al referirse a los jóvenes activistas del área que ha reclutado, quienes tal vez hereden el gran legado de uno de los científicos conservacionistas más influyentes de Latinoamérica. Su norte es la educación. Por eso, cada verano aprovecha el clima para internar a docenas de maestros de distintas partes del país y capacitarlos sobre las riquezas marinas y silvestres que les rodean, y estos, a su vez, lo transmitan a los alumnos. Con voz enérgica cuestiona la espontaneidad con la que los gobiernos asignan parcelas de bosques importantes para proyectos, sin atender que son fuentes de agua.

¿Cómo fue ese inicio en Galeta?

Llegué a Galeta en el año de transición del Canal de Panamá y había preocupación por el futuro del laboratorio marino. La duda era qué iba a hacer Panamá con él. El laboratorio tenía una trayectoria de 40 años de investigación y publicaciones en revistas científicas; si se salvaba, había que hacer un programa educativo para que el conocimiento que se generaba ahí llegara a la comunidad educativa. Comencé sin plata, a pulmón, y nunca se me olvida. Lo bueno es que Galeta tiene científicos que vienen a investigar, pero esa información era muy especializada. Lo que me interesaba era difundir los conocimientos a los maestros del país para que, a su vez, los transmitieran a los alumnos. Que supieran sobre la abundancia de especies, que conocieran el mar; a pesar de que estamos rodeados de mar, no lo conocen.

¿Cree usted que en Panamá hay una política seria de conservación de las áreas boscosas?

Siendo un antropólogo recién graduado de los Andes, en Colombia, trabajé con comunidades indígenas en la cordillera del Tabasará, donde presencié una pobreza que nunca había visto, y una degradación ambiental en la cordillera. Luego pasé a la dirección de planificación de la Presidencia, en los años 70, que para un profesional joven era una de las mejores escuelas porque ahí se hacían todos los planes nacionales de desarrollo del país: electrificación, lo social, y otros. Yo me sentí muy honrado porque trabajé con varios profesionales que hoy ocupan cargos importantes, como Ricaurte 'Catín' Vázquez, así que en esa área se veía la panorámica general. Una vez nos reunió un ministro en el patio del Palacio de las Garzas y nos dijo que quería compartir sus ideas del futuro del país. Lo primero que dijo era que él no creía en la selva, que esas eran tierras inútiles, estériles, sin aporte a la nación y que su sueño era convertir todas las selvas en potreros, de frontera a frontera. En esa época, quizá yo era más desarrollista, pero me preocupó mucho. Obviamente en esa política estaban los grandes bancos que inyectaban dinero para ir desarrollando. Para mediados de los 70 ya comenzaban a salir señales, luces rojas, de que la política estaba equivocada, que generaban pobreza y grandes concentraciones de tierras en pocas manos. En 1974 me tocó ir a Tonosí donde estaban quemando los potreros y ardía el distrito de Tonosí, era como una guerra del hombre contra la naturaleza. Se veía a los campesinos pobres, la riqueza era para pocos, los bancos prestaban dinero y la tierra estaba en pocas manos. Esa era la política de la conquista de la selva, la conquista del Atlántico y del Darién, una política que iba directo al fracaso. Me tocó entrevistar a muchos campesinos de Azuero, y todos decían que se habían acabado los montes, y migraban buscando monte para acabar con ellos. Todo eso me puso a cuestionar a dónde íbamos con la política de convertir todo en un potrero.

'A mediados de los 70 comenzaban las primeras señales de que la política de destrucción de bosques generaba pobreza'
¿Nadie fue capaz de cambiar el chip?

Puede cambiarse. Cuando me tocó dirigir el primer estudio de la cuenca del Canal de Panamá, una de las conclusiones a las que arribamos fue que los bancos no podían seguir prestando plata para convertir los bosques en potreros, porque estaba en juego el agua para el Canal de Panamá y para el consumo. Y se logró limitar, prohibir la conversión de bosques en potreros y se incluyeron varias zonas como áreas protegidas, como los parques naturales. Si eso no se hubiera hecho, en este momento no habría bosques ni agua para el Canal.

Ahora hay una clara idea de la conservación de las zonas boscosas, ¿estamos sintonizados con eso?

Es como dicen los chinos, en un camino de cien leguas hay que dar el primer paso. Ese está dado, hemos creado un sistema de parques nacionales que no había antes. Tenemos un 30% del país en parques naturales. Pero en otros casos no. Cuando veo que se aprueban proyectos mineros en las zonas más lluviosas, con suelos frágiles, como es el caso de la costa norte de Veraguas. Eso jamás ha debido permitirse, es una destrucción horrorosa de los últimos bosques que le quedan al país y donde está lo grueso del agua. En este momento de crisis de agua en el Pacífico donde está lo grueso de la industria, ¿cómo toman las decisiones los gobiernos de ser copartícipes de la destrucción de los bosques más importantes del país donde se genera lo grueso del agua?

'A mediados de los 70 comenzaban las primeras señales de que la política de destrucción de bosques generaba pobreza'
¿Es decir que el uso del suelo está más encaminado al desarrollo económico por encima de lo ambiental?

Es como todas las cosas, hay áreas grisáceas, no es luz ni sombra. Hemos dado algunos pasos. Digamos que el Ministerio de Educación ya incorpora algunas materias al respecto, la Universidad de Panamá también, pero de repente llega un proyecto y se aprueba a tambor batiente y resulta que el proyecto es a muy corto plazo. A veces los estudios están, pero existe el viejo dicho: poderoso caballero es don dinero. En el caso nuestro, se busca la ruta del dinero. ¿Por qué se aprobó un proyecto como este, el minero que está destruyendo los bosques?, y eso viene acompañado del puente por el Canal, y luego la carretera que va a Bocas del Toro. Esa carretera va a propiciar una colonización que ya está resultando en acaparamiento de tierras. Ya se ven personas influyentes de Panamá que son dueñas de 3,000 o 4,000 hectáreas.

Siempre la disyuntiva entre el desarrollo y la conservación...

Aquí hay estudios de hace 100 años. Los estadounidenses construyeron una carretera de cemento, de las primeras que hubo en este país, que va desde Corozal hasta Summit y la orilla del río Chagres. A la vera de esa carretera hay unos bosques hermosos que después los convertimos en parques naturales. Además, cuando vienen con las carreteras en que no hay planificación, ocurre la especulación en las tierras. Hay quienes acaparan mil hectáreas, las retienen y miran a quién se las venden más adelante. Y paralelo a ello vendrá el acaparamiento de las playas, que son muy hermosas.

Esto pondrá en jaque la disposición boscosa del país y las playas...

¿Qué vamos a hacer con las costas? ¿De quién son las costas en este país? En el lado del Pacífico se ha permitido que la gente construya, aunque la ley lo prohíba. Si se va uno por las costas del Pacífico, podrás ver que incluso hay construcciones sobre las playas. Entonces, ¿por qué sucede eso? ¿Por qué en la ciudad de Panamá se ha construido en detrimento de los siete ríos que cruzan la ciudad?

¿Cuál es la responsabilidad que le cabe al Ministerio de Ambiente?

Bueno, eso viene de mucho antes. Pero cuando se empezó a recoger la basura de la ciudad, cuando se comenzaron a tener alcantarillas, la pregunta era, ¿a dónde van a ir las aguas? Pues a la bahía, una bahía hermosa que inspiró al poeta Rubén Darío cuando tenía la marea alta. Una bahía que no se apreció. Cuando la ciudad tenía 10 mil habitantes, la naturaleza se encargaba de eso, pero ahora con la población que hay, con un desarrollo en el cual la ciudad se convierte en una cabezota grande, como un bebé hidrocefálico con un cuerpecito debilucho... la capital es cada vez más grande...

¿Es posible, mediante el saneamiento de la bahía de Panamá, recuperar los ríos contaminados?

Ya se dieron los primeros pasos para poner un sistema de recolectar las aguas servidas de la ciudad y tratarlas antes de ir al mar. Es un primer paso, pero quedan aún en los ríos Matasnillo desechos brujos que van directos al río, que antes era hermoso, cristalino, donde la gente podía bañarse, y ahora son cloacas. Hay que limpiar las cloacas y convertirlas en lo que eran antes.

¿Cómo se recuperan esos ríos?

La Universidad Tecnológica puede aportar ingenieros sanitarios, puede atraer investigadores de primera línea para tomar los ríos contaminados y volverlos a sanear. Pero eso no ocurre solo en la capital. En cada río del interior pasa lo mismo. En David, Chiriquí, ocurre lo mismo. Igual pasa con el río Santa María. Les tocará a los ingenieros sanitarios del futuro sanear los ríos.

¿Qué opina del proyecto de la playa que quiere hacer el alcalde en la bahía?

Para mí el primer paso es sanear la bahía y los ríos. Yo pensaba que al comenzar el programa de conducir los desechos a la planta de tratamiento de aguas servidas se iba a mejorar la bahía en un 60% o 70%. Ahora nos damos cuenta de que hay un montón de desechos brujos nuevos y que los ríos de las afueras de la ciudad están peor. No podemos lidiar con este tipo de epidemias.

En este momento vivimos una crisis de agua, ¿cómo se debe manejar el tema?

Desde que yo recuerdo, antes del surgimiento del istmo de Panamá, en Planificación se hicieron una cantidad de estudios del agua, porque había que pedir préstamos, y era importante el estudio. En todos ellos se decía que uno de los grandes problemas era que los sistemas de tuberías están rotos, que se desperdicia casi el 50% del agua por las filtraciones. Fuera de lo que se pierde, está el mal uso del agua en las casas.

El panameño y su relación con el agua potable, que consideran el champán panameño, asume que Dios es panameño y que siempre va a haber agua.

Bueno, comenzando con las tiendas y los constructores, deben empezar a traer equipo ahorrativo, no las llaves comunes. Construir con niveles de energía más renovables, las normas modernas de equilibrio ambiental que consuman menos agua.

¿Hay voluntad, a su juicio, para hacer ese giro?

Yo lo pongo en mi caso, estoy en mi trinchera que se llama laboratorio marino, isla Galeta. Cuando llegué ahí en 2000, desde los cuatro altos de Colón hasta la isla Galeta eran enormes los bosques de manglar por los que salían cientos de cangrejos azules, y me ha tocado ver la destrucción casi total de los manglares de Colón y los bosques. Si queremos ver el nivel de destrucción hay que pararse en los cuatrp altos de Colón y ver lo que era en el año 2000 y lo que hay ahora. Se puede palpar la deforestación y lo que hay son parques de autos camiones viejos, grasientos. ¿Cómo alguien permitió ese proyecto? El Ministerio de Vivienda propuso soluciones de vivienda e hizo Villa Caribe. Se tumban estos bosques hermosos y se construyen 500 viviendas que son unas casitas chiquitas, un techito a lado de otro, algo invivible. ¿Como es que los ingenieros y arquitectos toman decisiones así? Luego vino el aeropuerto internacional; yo estoy en Galeta y ni me entero que se había planificado eso. De pronto veo la cantidad de bosque que tiran abajo, lo que alteró el sistema de drenaje, y el famoso aeropuerto al que iban a llegar vuelos de todo el mundo no puede funcionar porque se inunda.

¿Cuál debería de ser la forma de llevar este tipo de proyectos importantes?

Muchas veces los estudios están, pero volvemos al tema de que hay que buscar el curso del dinero. ¿Cómo se asignan los proyectos?, ¿por qué ciertas empresas han quedado con miles de millones de dólares en contratos? No podemos seguir construyendo caminos, barriadas y fábricas esperando que otro se encargue del costo.

Panamá se ha comprometido a reforestar el país, ¿hay indicios de que esto se concluya?

Debemos hacerlo. Hace 30 años no había un movimiento ambiental. Ahora hay una creciente consciencia ambiental. En esto de la protección de los bosques hay grupos muy interesantes que han surgido en el país. Me encontré recientemente con 40 personas que han decidido dejar sus rastrojos tal cual, para que maduren y se tornen en bosques, con el fin de que sean refugio para la vida silvestre y también sirvan de protección a ríos y cuencas.

Lo escucho positivo, ¿en quién recarga esa luz al final del camino?

Una de las cosas es la consciencia. Si no hay una información científica sobre lo que tienes, cómo están tus ríos, los bosques, los niveles de contaminación del aire, la erosión, el nivel del aumento del mar, no habrá planificación posterior. Tienes que tener una visión científica para poder tomar decisiones. El primer paso es fortalecer el sistema educativo en Panamá. Si eso no se logra, aunque tiene que lograrse, entonces no hay salida. Los maestros tienen que saber de los ecosistemas costeros y marinos del país. Así lo hicimos en Galeta, y tal fue el éxito del programa de educación para los maestros, que el resto de las provincias pidió tomar el curso.

Los resultados de la prueba Pisa muestran un país sumamente subdesarrollado, en todos los niveles. Tú requieres, para enfrentar los desafíos del desarrollo en un tiempo de cambio climático, de un sistema educativo de altísima calidad, comenzando en primaria y en los otros niveles. De lo contrario, seguiremos con nuestra latita pidiendo plata por todos lados. Por un lado soy pesimista, porque veo las decisiones espontáneas que se toman y alguien va a pagar el costo, pero en Galeta, además de capacitara los maestros, tenemos un programa de pasantías para el cual conseguí fondos de un piloto jubilado de la Segunda Guerra Mundial que visitó Galeta y le encantó el programa. Me preguntó en qué me podía ayudar, y le dije que quería que estudiantes pudieran venir a Galeta para pasar un tiempo, como en una pasantía, y pudieran decidir si es lo que les gustaría hacer en la vida. Pusimos un anuncio y nadie aplicó. Pero un día apareció un estudiante de Colón, con una camisa resurcida, se llama Celso, estaba estudiando diseño gráfico, yo no veía la conexión. Entonces me explicó que cuando hizo una visita a Galeta, en primer grado, quedó impresionado. Me dijo que quería hacer un libro de colorear para niños de primaria, eso fue algo impresionante. Tenemos ya cinco ediciones.

Usted tiene 40 años en este trabajo, ¿a quién piensa dejar ese legado?

Uno nunca sabe, a veces es la persona menos pensada, como Celso. Ese librito es el éxito editorial en el Smithsonian; yo jamás pensé que un muchachito pobre de la provincia de Colón iba a producir un éxito como ese. Tengo ahora 15 activistas de Colón, que están motivados.

¿La corrupción le está ganando a la naturaleza?

En la mayoría de los casos sí. Qué vamos a hacer..., pero al menos en Colón he superado varios obstáculos con la empresa privada.

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