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- 28/05/2022 00:00
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Hoy se cumple un aniversario más de la muerte de Bolívar.
Siempre he sido bolivariano.
En mis días limeños asistía con frecuencia al museo consagrado a Bolívar.
Conservo una hoja de la parra que, según dicen, sembró Bolívar y en cuya sombra Manuelita recibió las caricias del Libertador.
Cuánta lucha por la libertad de estos pueblos y por el respeto a la dignidad del hombre. En el mes consagrado a los derechos humanos, se cumple un aniversario más de la muerte de Bolívar y en su Corinto soñado ni libertad ni derechos humanos.
Aún nadie me ha comunicado por qué estoy detenido. Entro en el quinto día de cautiverio. He escuchado el noticiero de Radio El Mundo, y luego pasé a escuchar Radio Unión Conversa. Como se trataba de un tema de Navidad, preferí no escucharlo; sin embargo, sí decidí sintonizar la mayor cantidad de música navideña. Ayer escuché toda la intervención del Arq. Ricardo J. Bermúdez sobre la universidad. Muy leal con ella, destacó lo positivo, lo que ha creado. Desde los tiempos de Zeus la lucha de la sabiduría ha sido titánica para romper los poderes tradicionales. Las universidades son las albaceas permanentes de Prometeo. Sin embargo, Bermúdez no ha dejado mensaje alguno.
El hombre definitivamente es un animal de hábitos; siempre se ha dicho. Pero más que eso es un ser dotado de grandes condiciones para asumir estoicamente cualquier situación. Todo me parece natural. A veces pienso que he vivido siempre en la cárcel. El pensamiento se abstiene de entrar en temas conflictivos, y como que con gran piedad únicamente cabalga en las cuestiones que ayudan a que sea llevadera la cárcel. Cuánta maravilla hay en el hombre.
Sigo incomunicado. Para poderme bañar debo ir a otra galería. En ella otros presos políticos que duermen en cama, a diferencia de los 41 de la 41 que duermen en el suelo. Pero todos pueden conversar entre sí y a veces me pregunto qué podría ser más conveniente, poder conversar, discutir, alternar o estar en silencio, solo, y dormir en una cama y no en el suelo. Escogería el diálogo, pero yo hoy me encuentro habituado a mi soledad y he logrado la más absoluta tranquilidad o conformidad. En la galería del baño se encuentran algunos detenidos por delitos comunes. El más importante es el musulmán El Bey, quien está cumpliendo una condena por el delito de homicidio perpetrado contra una ciudadana chilena. Lo noto sumamente tranquilo.
En su celda hay un pequeño estante con libros, una buena porción de alimentos en conserva, mucha limpieza, y según supe las autoridades zoneítas velan porque el musulmán cumpla su pena, rodeado de comodidades. Igualmente veo a los llamados Zares de la Bolita.
Yo que en la Asamblea Nacional le introduje a la ley Pretto la mayor cantidad de enmiendas para que fuera más severa contra los autores de esa ilicitud, me encuentro, a la postre, como compañero de celda y de baño de los Zares de la Bolita. La bolita del mundo tiene, sin duda, antipáticas repelencias.
Nada he sabido del dirigente sindical Efigenio Araúz. Según parece, permanece en el Cuartel Central.
El cabo De Gracia vuelve a su turno y alterna el abrir y cerrar la puerta de la galería con la vigilancia de mi celda. Me plantea un problema que tiene con un profesional del derecho. Le entregó una suma para un divorcio y hasta la fecha ni dinero ni divorcio.
La profesión de abogado se encuentra en crisis en nuestro medio; vilipendiada siempre, pero ahora, y después del juicio seguido al expresidente Robles, el abogado juega un papel muy controvertido ante la opinión nacional. Bastaría recordar las polémicas en torno al juicio Robles.
De un lado esas viejas figuras, olorosas a carne de panteón, burócratas crónicos desde principios de siglo convalidando con su prestigio, hechos a punta de cable y de control remoto, las inmoralidades jurídicas de los “amparos de garantías constitucionales” contra las funciones especiales, exclusivas y no revisables de la Asamblea Nacional. De otro, jóvenes profesionales, recién destetados del claustro, con una ambición de dinero y poder, ensayando su erudición en serviles loas a las tesis oficialistas. Así, viejos y jóvenes hicieron una yunta de extremos; y, como el perro cuya cabeza quiere alcanzar la cola, formalizaron una danza canina de lo servil a lo bobo, que solo una constelación de desprestigio dejó a la profesión de los artífices e intérpretes del derecho.
La tarde fue consumida por la rutina imaginada. Siesta, lectura, el llanto lejano de otro entierro. Cada día hay uno o dos.
De la galería 41 salen voces de despedida. Han llamado al doctor Guillermo Rolla Pimentel, “con todo”. La frase “con todo” es la más esperada por los prisioneros. Significa libertad. Es, por otra parte, para la burla o el engaño.
De una galería sale de pronto un grito anunciando la libertad de un preso de otra galería. “¡Chivo Sanjur, con todo!”, gritan de la 41. “¡Ricardo Navarro, con todo!”, dicen de súbito en otra. La frase ha caído en desprestigio y cuando dijeron “¡Rolla Pimentel, con todo!”, el doctor, incrédulo, continuaba, sonreído, sentado sobre una toalla sucia que le servía de comodidad a sus posaderas. De pronto, unas voces enérgicas reiteraban el llamado; indagué que ocurría y el guardián de turno me dijo que un “pasajero no quería irse”. Al rato, ya convencido de que no era broma, el Dr. Rolla Pimentel salía con sus bártulos a respirar otros aires, a mirar otros paisajes y a continuar con sus partos sin dolor. Si el Dr. Rolla Pimentel no fuera un médico con inquietudes sociales, a lo mejor fuera hoy un ministro, so pretexto de su condición de técnico.
Admiro a los profesionales con vocación política y con honradez para proclamarla. Siento un profundo desprecio por aquellos hombres de ciencia, investigadores o docentes que se dicen científicos y en su vida pública son unos aprovechadores o beneficiarios de todos los corrompimientos. Poseen dos o tres sueldos de distintas entidades, y levantando el escudo de científicos demuestran que solo están interesados en el saturado ajuste de víscera digestiva. Y a pesar de esas concupiscencias, se sienten con derecho para levantar índices y vetar nombres, so pretexto de la calidad de político del señalado. Jamás participan en el desarrollo cívico del país; sus nombres nunca se identifican con las causas sociales ni con la defensa de la nación. Entienden que su única función vital es descubrir microbios y satisfacer el vientre. Estos hombres tienen por alma una caja registradora. De allí que cuando vi salir al Dr. Rolla Pimentel lo despedí con una ancha y cordial sonrisa, porque él pertenece a aquella pléyade de profesionales contemporáneos que saben lo que significa el porqué el corazón se encuentra por encima del vientre.
La noche vino rápidamente. El guardia de turno, muy taciturno, evitaba hablar conmigo. De la celda 41 iniciaron sus canciones y un sutil manto de tristeza cubrió el ambiente.
Los diarios de la tarde y las noticias de la radio nada nuevo decían. Sometidos a la censura parecía que el tiempo se había detenido en ellos. Las noticias lucían viejas, como de la semana pasada, como del mes pasado, como del año pasado. La imagen de una prensa censurada es tan similar a la de un bosque sin talar, que siempre el bosque resulta el mismo de antaño, por más que la paisajista desee un día destacar un árbol, o un monito haciendo piruetas pretendiendo originalidad.
Escuchar lo mismo fastidia. Y acostumbrar a la sociedad a escuchar o leer con un mismo tono de voz o publicar una idéntica literatura frívola, es un modo de domesticar. Es la primera lección para que todos terminemos caminando con cuatro extremidades. Nada más digno de contar, si es que de tal podemos calificar lo contado. Llegó la hora de apagar la luz y me acuesto en la cama que le corresponde a Julio Rangel, que estaba libre.
(Extracto del anexo - 17 de diciembre de 1968). El artículo original se publicó en la obra “Discursos inéditos de 2015”.