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Sandie Blanchet, representante de Unicef en Panamá: 'Ningún país se ha desarrollado sin invertir en la infancia'
- 15/12/2021 00:00
- 15/12/2021 00:00
Durante 75 años, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) se ha dedicado a ofrecer ayuda humanitaria a los niños del mundo . La Estrella de Panamá conversa con Sandie Blanchet, representante de la organización en Panamá. “Hoy nuestro trabajo abarca desde la ayuda humanitaria para los niños de Afganistán y Etiopía, hasta la asistencia técnica a países como Panamá o Jordania para desarrollar una mejor legislación y aumentar sus presupuestos para la niñez y la adolescencia”, dice.
Blanchet, con 23 años de experiencia en la organización y una maestría en derecho internacional, habla también sobre los problemas de las casas de acogida, los retos de la educación y la migración infantil.
Tienes razón: los niños se enfrentan a una crisis de una magnitud sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, y Unicef tuvo que intensificar sus acciones. Primero, continuamos monitoreando la situación de la niñez y generamos datos para mostrar el impacto de la pandemia en los niños y adolescentes. Estamos creando conciencia sobre los efectos negativos del confinamiento, el cierre de escuelas y la crisis económica en la infancia. Muchos niños han perdido el acceso a los servicios de salud, nutrición y protección infantil, y esto afecta su bienestar. Abogamos ante los gobiernos y los ayudamos a reabrir las escuelas y a tomar medidas para apoyar la salud mental de los niños y adolescentes. Por último, pero no menos importante, somos la agencia de la ONU que adquiere vacunas para más de 90 países en el mundo y apoya sus esfuerzos de vacunación.
Sabemos que, debido a la pandemia y la crisis, hemos perdido años de desarrollo para los niños. Todos debemos centrar nuestros esfuerzos en garantizar que se dé prioridad a la infancia en los próximos meses y años.
Son muchos los progresos alcanzados para los niños y adolescentes en Panamá en estos 30 años: por ejemplo, la pobreza general se redujo a la mitad del 42% al 21%. Y la pobreza extrema disminuyó del 26% al 10%. La tasa de mortalidad infantil pasó de 18 a 14,8 por 1,000 nacidos vivos. La tasa de mortalidad materna se redujo casi a la mitad, constituyendo un avance importante para el país.
Otro avance está en el área de educación: la tasa neta de matrícula primaria aumentó del 91% al 100%. En el ámbito de la protección de la niñez, Panamá ha creado varias instituciones para mejorar la situación de la niñez, como el Ministerio de Desarrollo Social (Mides) y la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (Senniaf)
Hay más conciencia sobre el impacto negativo de la violencia contra los niños, incluida la violencia doméstica. Una vez que se apruebe e implemente la ley de protección de la infancia, deberíamos ver grandes avances en la protección de la niñez de todas las formas de violencia.
Otra área en la que estamos avanzando es la participación infantil: la voz de los adolescentes se escucha cada vez más en Panamá, por ejemplo, en materia de cambio climático.
Creo que uno de los mayores desafíos es la inequidad. Los niños de familias acomodadas en áreas urbanas tienen muchas oportunidades y pueden desarrollar todo su potencial. Necesitamos extender las mismas oportunidades a todos los niños vulnerables del país: niños que viven en pobreza, en áreas remotas, de comunidades indígenas y niños con discapacidad.
Es importante empezar por los bebés: los primeros 1,000 días en la vida de los niños son determinantes. Los bebés y los niños pequeños necesitan una buena nutrición, amor y estimulación. Debemos asegurarnos de que todos los niños se beneficien de una educación de calidad desde los tres años hasta por lo menos los 15, y que estén aprendiendo las habilidades que necesitan para vivir una vida plena. Esto debe comenzar por garantizar que todos los niños vuelvan a la escuela en 2022 y que los maestros estén listos y equipados para ayudar a los niños y adolescentes a captar los aprendizajes.
Todos los niños deben tener acceso a una atención médica de calidad en sus comunidades. La violencia todavía afecta a demasiados niños y adolescentes, ricos o pobres, en familias urbanas y rurales: desde la violencia física o psicológica en el hogar hasta la violencia sexual que a veces resulta en embarazos adolescentes; desde la separación innecesaria de los niños de sus familias hasta el acoso escolar o en las redes sociales.
Panamá necesita desarrollar un sistema integral de protección infantil, que comenzaría con la provisión de servicios sociales a nivel comunitario para identificar y apoyar a los niños vulnerables. Y la violencia contra la niñez debería volverse inaceptable para todos. Por último, pero no menos importante, la pobreza tiene un impacto terrible en los niños. Podríamos mejorar los programas de transferencia de efectivo para garantizar que todas las familias pobres obtengan beneficios sociales para sus hijos. Todas estas medidas requieren una mayor inversión en la infancia en salud, educación, protección infantil y protección social.
Necesitamos acelerar el progreso de los niños, y debemos hacerlo ahora.
Si bien el presupuesto del país ha aumentado en términos absolutos, debemos centrarnos en cuánto se invierte en la infancia y en qué tan equitativa es esta inversión. En muchas ocasiones existe una buena legislación vigente (por ejemplo, la nueva Ruta de atención integral para la primera infancia-Raipi), pero no hay presupuesto o es insuficiente para implementarla. Un país como Panamá necesita invertir más en atención primaria de salud, en educación de calidad para niños de 3 a 18 años, en servicios de desarrollo de la primera infancia (para niños de 0 a 3 años), y en un sistema integral de protección infantil. Y las autoridades deben asegurar que las asignaciones presupuestarias creen los servicios necesarios para los niños que viven en pobreza, en áreas rurales remotas, en comunidades indígenas y niños con discapacidad. Suelo decir: si quieres ver el futuro de un país, mira a sus niños hoy. Ningún país se ha desarrollado sin invertir en la infancia.
El Gobierno de Panamá tomó la decisión acertada al reabrir completamente las escuelas en 2022. El impacto del cierre de escuelas en los niños, especialmente los más vulnerables, ha sido muy negativo. Hemos estado realizando encuestas periódicas en los últimos 18 meses, y muestran que muchos niños y adolescentes han sufrido por esta situación. El Ministerio de Educación hizo grandes esfuerzos para que la educación estuviera disponible a distancia y en línea, pero muchos niños no pudieron acceder a ella. Como los niños no podían socializar, su salud mental se resintió. Para los más pobres significó que no tenían acceso a la comida gratuita distribuida en la escuela.
Hay dos líneas principales de acción ahora: primero, debemos asegurarnos de que todos los niños a partir de los cuatro años vuelvan a la escuela. Algunos padres están preocupados por el riesgo de contagio. Entendemos sus temores, pero existen medidas de salud. Por tanto, debemos convencer a todos los padres de que envíen a sus hijos a la escuela. Si hay problemas económicos, el Estado necesita apoyar a las familias pobres.
El segundo eje es preparar las escuelas y los profesores. Las escuelas deben implementar todas las medidas necesarias para proteger a los niños y a los maestros de la covid-19. Esta es una oportunidad para acelerar el suministro de agua limpia en todas las escuelas. Los profesores deben estar preparados para acoger y ayudar a los niños y adolescentes que no han estado en contacto con la educación durante dos años. Significa adaptar la enseñanza para ayudarlos a ponerse al día.
La situación de los niños y sus familias al cruzar la jungla de Darién es espantosa. Unicef está presente en todos los centros de acogida y este año vimos llegar a cerca de 30 mil niños deshidratados, hambrientos, cubiertos de picaduras de insectos y enfermedades de la piel, con diarrea, traumatizados.
Las razones del aumento del número de niños por este trayecto son complejas. La crisis que acompaña a la pandemia significa que la pobreza ha aumentado y las oportunidades de empleo han disminuido, por lo que las familias buscan oportunidades en los países ricos, incluidos Estados Unidos y Canadá. Están dispuestos a asumir estos riesgos porque no ven otra solución.
Permítame comenzar diciendo que los niños deben crecer en un entorno familiar. Este es un derecho fundamental. Cuando las familias son demasiado pobres para alimentar a sus hijos o enviarlos a la escuela, el Estado o la sociedad civil deben apoyar a estas familias, no llevarse a sus hijos a un albergue. El único momento en que los niños pueden ser separados de sus padres es en casos de violencia, para protegerles. Pero en este caso, los niños deben ser puestos al cuidado de algún miembro de su familia extendida o en familias de acogida, no en instituciones. Lo hemos visto en todas partes del mundo: Los albergues nunca son buenos lugares para la niñez, nunca.
Primero, necesitamos evaluar urgentemente a todos los niños que se encuentran en albergues, y a sus familias. En algunos casos, los niños podrían regresar a sus familias si sus padres pudieran acceder a las prestaciones sociales a las que tienen derecho. Idealmente, estas familias deberían contar con visitas periódicas de seguimiento y apoyadas por trabajadores sociales y psicólogos para asegurar una reintegración positiva.
En otros casos es más complicado y los niños no pueden ser devueltos inmediatamente a sus familias biológicas, porque hay violencia y abuso en el hogar. Algunos de estos niños podrían ser cuidados por sus familias extensas (como los abuelos, un tío o una tía). Además, en estrecha colaboración con Senniaf, Unicef y Aldeas SOS hemos estado probando y desarrollando el modelo de familias de acogida, un servicio que existe en decenas de países del mundo. Necesitamos acelerar nuestros esfuerzos para identificar y capacitar a los padres y madres de acogida. Esto también requerirá un sólido sistema de monitoreo para garantizar que los niños sean bien tratados por sus familias de acogida.
Al mismo tiempo, los padres biológicos deben recibir apoyo para detener la violencia en el hogar y, si es posible, mantenerse en contacto con los niños para mantener una relación. Finalmente, necesitamos desarrollar servicios sociales basados en la comunidad. Significa que Panamá necesitaría contratar y capacitar a trabajadores sociales para identificar y apoyar a los niños, y a las familias vulnerables a nivel comunitario.
Esto representaría un cambio fundamental en la protección de la niñez y somos conscientes de que llevará tiempo, por lo que deberíamos empezar lo antes posible. Muchos países han desarrollado estos servicios de extensión y está comprobado el impacto positivo en la infancia.
Unicef trabaja en estrecha colaboración con la Senniaf y el Mides. Esta es una situación compleja que no tiene una solución mágica. Pero si seguimos enfocándonos en el interés superior de los niños y los convertimos en una prioridad, creo que deberíamos ver un progreso rápido.