El nacionalismo panameño

Actualizado
  • 31/07/2021 00:00
Creado
  • 31/07/2021 00:00
Estamos en el deber de hacer algo por incorporar a la nacionalidad panameña al antillano. Hacer algo de modo racionalizado. Nosotros no podemos proclamar jamás que el antillano que con nosotros convive sea lanzado del país, es una completa aberración desde todo punto de vista, pero así mismo debemos luchar porque ellos no se sientan como minoría en este país.
El nacionalismo panameño

(Extracto de la parte final de la conferencia dictada en la Escuela de Verano, Universidad de Panamá, 1960)

El país necesita, a mi juicio, en el orden de la nacionalidad, planteamientos que tengan relación con el aspecto de la soberanía, con el aspecto cultural y el aspecto económico. Y en torno a estos tres aspectos fundamentales de la nacionalidad panameña, podemos exponer lo siguiente:

En relación al Canal, el hombre panameño necesita buscar fórmulas unitarias. Sobre tales fórmulas probables voy a exponerles las que existen y voy a dar mi opinión sobre cuál debería ser, a mi juicio, la preponderante. (...)

Existe la tesis (que se ha denominado del “50-50”) del 50% de las entradas para Panamá y 50% para Estados Unidos; tesis que ha sido admirablemente superada o replanteada o conformada de manera definitiva en el sentido de que el Canal debe ser nacionalizado, de que debemos lograr la nacionalización del Canal como un ideal, y que mientras se consigue ese ideal de la nacionalización del Canal, deberíamos luchar nosotros por mayores compensaciones, mayores dividendos. Evidentemente, estas son las tesis más o menos conocidas, las que están dando vuelta en el hombre panameño. Y evidentemente, a mi juicio, no podía existir una tesis más positiva para nosotros en plan de unidad que la tesis de la nacionalización, porque claro, hay dos maneras de llegar a la nacionalización. Una de ellas sería por la violencia, que no estaríamos en condiciones de hacerlo frente a la violencia para nacionalizar el Canal. Pero sí hay otros modos de lucha por la nacionalización y encontramos entre esos modos la lucha permanente del pueblo panameño a partir de ese instante a la continuación de la lucha, mejor dicho, pero ya más precisada a que cesen los pactos a perpetuidad. Nosotros no debemos aceptar la existencia de pactos a perpetuidad ni de nuestro país con ningún otro país. De tal modo que en el planteamiento este, necesario y profundo el cese de los conceptos a perpetuidad, nosotros podemos encontrar en esa forma un medio para luchar por la nacionalización del Canal de Panamá, porque desde el instante en que se crea conciencia nacional e internacional en beneficio del cese de ese tipo de pactos que son odiados en todas partes, podríamos alcanzar plazos fijos, y los plazos fijos son la ruta hacia la nacionalización del Canal de Panamá.

Lo esencial es que en este aspecto fundamental logremos nosotros unidad. Este es un país, y yo siempre lo he repetido, que carece de ideales precisos, y los países que carecen de ideales tienen la mala fortuna de andar a tientas. Es como el alpinista que anda buscando el pico de la montaña, y que mientras no lo vislumbra, el andar de ese alpinista es uno a tientas y a ciegas, impreciso. Pero en el momento en que observa el pico de la montaña, que es el objetivo de sus afanes, es a partir de ese instante cuando hay optimismo en ese hombre y tiene a su vez un objetivo a donde llegar. Yo creo que nosotros a través de la lucha constante contra los pactos a perpetuidad tendríamos un objetivo en nuestra lucha. Tendríamos optimismo en nuestro andar y seriamos una hermosa unidad nacional frente a un tema que a todos nos interesa por igual porque a todos nos afecta como panameños.

Nosotros, a su vez, deberíamos adquirir en el campo cultural algunas soluciones. La solución de la historia, por ejemplo. Debemos enseñar historia en este país. En este país no se enseña historia. Hay por ahí una cita que nos ha dado Gasteazoro sobre el programa de estudio de 1915, en donde prohíbe que se le enseñe al estudiante panameño lo relativo a sus efemérides tipo militares, a sus grandes realizaciones en la historia de tipo militar, a sus grandes luchas, que más bien ese tema hay que ignorarlo, con lo cual hemos ignorado en nuestro pasado gran cantidad de hechos personales y colectivos que son los que dan sustancia a la nacionalidad panameña. Por ejemplo, en nuestro país no se da como en otros países, con una más referida y acerada concepción de la nacionalidad, la cantidad de cursos de historia como se da en esos países. (...) y eso no puede continuar en esa forma. Solo a través del estudio de nuestro pasado podemos tener una conciencia definida. (...)

A su vez, debemos encarar el problema de las minorías raciales en el país, encararlo con un criterio nacional. Este es un problema que no se ha tocado por demagogia y que a su vez ha servido para grandes abusos. Nosotros estamos en el deber de hacer algo por incorporar a la nacionalidad panameña al antillano. Hacer algo de modo racionalizado. No podemos proclamar jamás que el antillano que con nosotros convive sea lanzado del país, es una completa aberración desde todo punto de vista, pero así mismo debemos luchar porque ellos no se sientan como minoría en este país. Hay dos maneras de luchar para obtener esa incorporación. Nosotros no podemos negarlos. La negación dialéctica es la asimilación y hay que asimilarlos a través de la cultura. Este es un trabajo continuado de la educación panameña pero completamente serio, no electorero y rapaz como se ha acostumbrado en este país, sino totalmente científico; podríamos conseguir que ese elemento humano tan interesante y positivo para la nacionalidad en un momento dado se incorpore plenamente. A su vez, hay que trabajar con ese elemento antillano a través de sus logias, que tienen una gran hegemonía espiritual sobre ellos y que el Estado panameño jamás se ha acercado a ellas para lograr una cooperación para que ese elemento se incorpore plenamente a la nacionalidad panameña. Son realidades nuestras que tenemos que enfocar y no ignorar, porque no podemos seguir en este tipo de problemas con una política de avestruz.

A su vez, hay que hacer algo porque el antillano que trabaja en la Zona del Canal pertenezca a los organismos laborales panameños; porque al pertenecer exclusivamente a los organismos laborales zoneítas, perdemos una fuerza positiva en la realización de grandes obras de tipo social en Panamá. Y a su vez, incorporados ellos en los organismos laborales panameños, podríamos tener en el elemento antillano un colaborador interno en la Zona del Canal en beneficio de nuestras causas, como ocurriría actualmente que ese elemento se podría convertir en una punta de lanza en contra de nuestros intereses. Sobre todo, este elemento que es el más afectado con el tratado Remón-Eisenhower; porque este elemento vivía –el concepto elemento lo utilizo en un sentido genérico no en un sentido despectivo–, porque este elemento se beneficiaba con los comisariatos, y al cerrarles los comisariatos, ellos ven una agresión por parte del Estado panameño. Así me han dicho ellos y yo creo que es así.

En el aspecto económico, debemos también apuntar algunas ideas. Después de la última guerra mundial, un fenómeno después de la guerra fue que el hombre panameño volviera la cara a su tierra. El mismo fenómeno de cuando se fue por la ruta del Cabo de Hornos durante la colonia, se perdió la importancia del país tránsito para que entonces el hombre panameño buscara afanoso en su propia tierra la fuente de su propia superación económica. Y vemos así, cómo después de la guerra el hombre panameño dejó a un lado la política económica negativa de tener exclusivamente arreglada su sala y olvidarse de la cocina. La actitud del hombre panameño frente a estos problemas económicos era idéntica a la actitud del hombre que no come en casa, nunca tiene cocina arreglada y entonces tiene una economía de portaviandas, de recibirlo todo de afuera. Pero a partir de la posguerra, el hombre panameño va al campo a laborar, y de un país tan dependiente en ciertos productos de producción nacional, se ha convertido en un país completamente productor con excedentes en muchos renglones. (...) y es un fenómeno interesante que ya está llegando a una crisis porque no hay una mentalidad con un criterio nacional en las clases gobernantes para resolver este problema. (...)

Estos problemas hay que encararlos; pero hay que encararlos con un criterio nacional y de responsabilidad. El Estado panameño no solamente tiene responsabilidad con los hombres que tienen establecimientos comerciales o industrias, sino también con los productores.

Tal vez la solución adecuada a estos problemas la encontramos nosotros con la creación en el país de un instituto de altos estudios de los problemas nacionales, como lo tienen países más superados que el nuestro –España y Francia lo tienen–, en donde ese instituto de altos estudios de los problemas nacionales se constituye en un organismo estudioso, atento a todos los problemas de la economía panameña. En esa forma hay soluciones adecuadas para cada uno de los problemas que se presentan. Debemos crear un congreso económico que debería estar integrado por las fuerzas productoras de cada país, por los productores, por los trabajadores, por todas aquellas fuerzas que trabajan en beneficio del país, y que entonces ese congreso de manera permanente se dedique en forma paciente y responsable a dar soluciones a los problemas nacionales, porque nosotros no podemos entregarle las soluciones de los problemas del país a la variante y trágica política personalista panameña.

A su vez, en el aspecto económico deberíamos hacer algo porque se organice nuestra política minera, nuestra política petrolera, no que se organice, sino que se discuta para ver qué es lo que más conviene de acuerdo con los intereses nacionales, (...)

Interesarnos por estos problemas, estudiarlos, analizarlos, tener conciencia de ellos, esa es la misión del hombre panameño en la era presente. No concibo yo otra misión y estimo que únicamente podríamos los panameños todos, encarar estos problemas trascendentales de la vida panameña, del hombre panameño y de su destino, si llegamos a comprender cabalmente que el gran compromiso del hombre panameño desde que nació es un compromiso con la libertad. Muchas gracias.

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