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- 05/12/2020 00:00
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El pasado viernes 21 de noviembre tuve la oportunidad, por invitación de la Comisión de Patrimonio y Sitios Históricos de la Sociedad Panameña de Ingenieros y Arquitectos, de compartir en un conversatorio sobre conjuntos de diseño urbano del movimiento moderno de la arquitectura en Panamá, que es uno de los principales referentes históricos de al menos la primera mitad del siglo XX, y a mi criterio, del siglo entero.
Como la modernidad en la arquitectura ha tenido distintas escuelas y exponentes destacados y no todos se pueden agrupar, se consideran para efectos de este escrito proyectos que reflejen la mayoría de los “cinco puntos hacia una nueva arquitectura propuestos por el famoso arquitecto suizo-francés Le Corbusier en 1926: elevar sobre pilotes, la planta libre, la fachada libre, la ventana horizontal y la terraza jardín”.
Estas ideas se manifiestan en América Latina, bajo la influencia de distintos arquitectos internacionales. El edificio del Ministerio de Salud y Educación en Río de Janeiro, obra de Lucio Costa y Oscar Niemeyer, una referencia de época que muestra esta influencia del diseño del centro de Europa hacía eco en América Latina, una región donde el auge constructivo a partir de 1945 presentó grandes oportunidades de manifestar estos criterios de diseño.
La Ciudad Universitaria de Caracas es una referencia importante, al tratarse también de un campus y diseñado bajo criterios arquitectónicos afines al movimiento moderno por Carlos Raúl Villanueva.
El diseño urbano en Panamá se remonta al trazado original de la ciudad que conocemos como Panamá Viejo y data de 1519 y la nueva ciudad amurallada en lo que es hoy el Casco Antiguo y donde se trasladó en 1673. Fuera de la capital, la ciudad de Colón es un conjunto con importantes características en su diseño urbano y en ella se han declarado distintos Conjuntos Monumentales Históricos.
En el siglo XX se pueden citar los siguientes ejemplos destacados de diseño urbano: los predios de la Exposición Nacional de Panamá de 1916, particularmente el hospital Santo Tomás; el Prado de Balboa, desde el edificio de la Administración del Canal hasta el Círculo de Stephens; y la urbanización Vista Hermosa, hoy Betania, entre otros. Cabe mencionar que, en el Prado de Balboa, aunque ha sido uno de los conjuntos mejor conservados, recientemente se han introducido elementos discordantes, contenedores decorados con coloridos murales para celebrar los 20 años de la transferencia del Canal a Panamá, pero que obstaculizan las vistas del conjunto.
La presentación centró en la Ciudad Universitaria o Campus Octavio Méndez Pereira a la que he dedicado un artículo de investigación en la revista Canto Rodado, para la que trabajé por varios años recopilando y analizando información de distintas fuentes.
Luego compartí algunas ideas sobre el hotel El Panamá que había ya vertido en un escrito en estas páginas. Finalmente mencioné el conjunto del colegio Javier, cuyo plantel fue diseñado por los arquitectos Gustavo Schay y Richard Holzer, y la capilla, Rogelio Díaz. Sobre este conjunto mi investigación es apenas incipiente y espero con el tiempo profundizar y continuar con una serie que incluya la manzana del Palacio Legislativo o palacio Justo Arosemena y la plaza José Remón Cantera, así como otros conjuntos y edificios notables con elementos de arquitectura moderna.
En estos tres conjuntos, la mayor parte de los espacios no necesitaba aire acondicionado para funcionar. Eso era, en parte, porque el microclima de la ciudad no era tan cálido al no estar tan extendida y haber más cantidad de suelos permeables que, al retener algo de humedad cerca de la superficie, refrescaban el aire por la carga iónica producto de la evaporación.
En parte, también, se lograba un confort térmico con ventanales, ventilación cruzada y abanicos. En algunos casos, no debemos idealizar, las aulas del campus original no tenían la correcta orientación y requirieron que los vidrios se pintaran para volverlos opacos y así mitigar los efectos del sol.
Hasta 1950, cuando inauguró el Campus de la Universidad de Panamá, la ciudad estaba comprendida principalmente entre el Casco Antiguo y Bella Vista, salvo excepciones, el tejido urbano estaba organizado en cuadrículas. Las vistas al mar eran alcanzadas desde las colinas que había en la ciudad, sin impedimentos. La relación entre los elementos naturales y el paisaje cultural era distinta.
La década de 1950 fue desde su inicio un momento importante de cambios para la sociedad panameña, manifiestos en la construcción de importantes obras de arquitectura en la esfera pública y privada. Además de los ya mencionados, así como el proyecto del edificio de la Caja del Seguro Social, fueron proyectos que tomaban en cuenta su emplazamiento y relación con la ciudad, además de un alto nivel de desempeño funcional y estético.
La Ciudad Universitaria Octavio Méndez Pereira y el hotel El Panamá destacan entre los trabajos de arquitectura en Panamá cuyo valor ha tenido mayores reconocimientos por la prensa y literatura especializada, tanto en Panamá como en el exterior, y ambos fueron mostrados en la exhibición “Arquitectura Latinoamericana desde 1945” en el Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York.
EL proyecto fue publicado en la revista Architectural Forum, con fotografías de Ezra Stoller, el artículo lo llamaba “Una acrópolis moderna”. También figuró en la revista francesa L'Architecture d'Aujurd'hui. En Panamá Samuel Gutiérrez, Eduardo Tejeira, Erik Wolfschoon y otros arquitectos escribieron en libros, diarios y revistas sobre su arquitectura.
No cuentan con declaratoria monumental, inventario, lineamientos o plan de manejo de conservación, y menos de recuperación. Están en peligro de caer en el olvido colectivo, ya que para la generación de mis padres es un recuerdo muy claro y de conocimiento general, pero para mis coetáneos los recuerdos son más esquivos. A veces no estamos seguros si recordamos los jardines y la fuente de El Panamá o las fotos que vimos, de ellos.
Estos valores culturales corren el riesgo de ser relegados al conocimiento de un pequeño grupo de profesionales y especialistas. Si bien los sitios reconocidos como Patrimonio Cultural de la Humanidad presentan retos y dificultades para su conservación, como es evidente en Portobelo y San Lorenzo, los patrimonios notables del diseño urbano del siglo XX y, más aún, los correspondientes a la arquitectura del movimiento moderno están, en su mayoría, completamente desprotegidos.
En algunos casos puede ser ya demasiado tarde, sin embargo, vale la pena llevar la cuenta de lo que existe para no seguir dejándolo perder por falta de acciones.
Cito un pasaje del artículo: “El diseño arquitectónico de la Universidad de Panamá”, de Erik Wolfschoon, revista Universidad (1995). “He aquí reiterado, una vez más, el concepto moderno de organización del conjunto y la parte. Las cubiertas planas, los volúmenes rectangulares simples, las aberturas recortadas como en negativo del plano de la pared, los quiebra soles que refuerzan la lectura abstracta de los alzados, las retículas de soporte, la omisión de ornamentos, el volumen más que la masa. La ausencia de color, son otros tantos componentes de un lenguaje a un tiempo disciplinado y dúctil”.
El campus inauguró con los siguientes edificios: la administración y biblioteca, las facultades de Humanidades, Ciencias, e Ingeniería y Arquitectura. Los arquitectos fueron Octavio Méndez Guardia, Ricardo Bermúdez y Guillermo de Roux. En 1952 se construyen las facultades de Derecho y Administración Pública y la Escuela de Medicina, donde participó también el arquitecto Rogelio Díaz.
En 1955 se construyó el anexo a la Facultad de Ciencias, donde junto con los arquitectos de los primeros edificios, participó el arquitecto René Brenes, y es un edificio particularmente destacado en el recuerdo de quienes lo conocieron originalmente. De Roux, Bermúdez, Brenes, Méndez Guardia y Díaz son de los más destacados docentes y profesionales de la arquitectura en el país, y participaron de la primera generación de profesores panameños en nuestra facultad.
Lastimosamente, a finales de la década de 1960 comienza un auge de nuevas construcciones, que van llenando todo el espacio abierto disponible. Al margen de las fluctuaciones en la matrícula en la Ciudad Universitaria, en cada período se ha continuado edificios nuevos. Las construcciones posteriores y los elementos de paisajismo que se han introducido, en su enorme mayoría, no guardan relación con la arquitectura original.
Lo principal es actuar temprano. La conservación de distintos valores patrimoniales de urbanismo en Panamá no es fácil.
Se requiere documentación por parte de expertos, concienciación del público y la voluntad de actuar de las autoridades. En todas las épocas se produce arquitectura valiosa. ¿Qué estamos haciendo hoy para identificar y conservar el patrimonio de mañana?
Quiero dedicar este artículo a mi esposa Gladys; ayer viernes 4 de diciembre celebramos 16 años de matrimonio.
El autor es arquitecto y profesor en la Universidad de Panamá.