Integrantes de la caravana migrante en el estado de Chiapas, en el sur de México, denunciaron este jueves 21 de noviembre que las autoridades les bloquearon...
- 03/01/2020 00:00
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La descomposición de la Asamblea Nacional es tan profunda que no es suficiente con cambiar algunas figuras. Es el sistema el que tiene que cambiar.
Igual al de todas las anteriores realizadas por otros diputados en turno. Esto reafirma que el problema fundamental no son los nombres sentados en las curules. Esto es un problema menor. El problema son los intereses económicos que ellos representan. Ellos son operadores de un colectivo mayor, que son los partidos políticos, y estos últimos funcionan como promotores o agencias de abogados que garantizan el curso de los intereses de esos grupos de poder. Son grupos económicos que mueven los hilos políticos para expandir su proceso de acumulación de capital y terminan por ser grupos de poder. Esto es la dictadura empresarial. Muy pocos se atreven a señalarla. Dentro de ella, los diputados no son más que instrumentos. De esta lógica no se escapan los diputados que llegaron por libre postulación. El calificativo —mal usado— de independientes no aplica para estos cinco, porque solo por ser independiente no están fuera de la lógica explicada: la de la dictadura empresarial. No así de los partidos políticos, estos forman parte del perfeccionamiento hacia una democracia.
En la Asamblea Nacional no tenemos ninguna bancada independiente. Recalco, son diputados que llegaron por la libre postulación. Son iguales a un diputado de alguno de los partidos reconocidos por el Tribunal Electoral. Todos ellos responden a intereses de grupos de poder, MOVIN, por dar un ejemplo. Estos diputados se han comportado de manera gelatinosa, a diferencia de los otros, que son más descarados. Esto lo podemos palpar en la discusión de las reformas constitucionales. Mientras el pueblo estaba dormido, ellos seguían el curso del proceso y la discusión de los artículos (aprobando y desaprobando), incluso uno fue a las falsas rondas de consulta, y además las justifica, para terminar diciendo que no fueron tomadas en cuenta. Cuando la Universidad de Panamá encendió el rancho, y la juventud los acuerpó y los siguió, entonces estos diputados se bajaron del barco, junto con otros diputados de partidos políticos, para parecer que ellos estaban con el pueblo. Falso. Lo correcto hubiese sido desconocer todo lo entregado por la Concertación al Ejecutivo desde el primer día.
No. Sigue exactamente igual a los últimos treinta años. Una Asamblea secuestrada por grupos económicos y diputados operadores de estos grupos. Además, hay muy poca capacidad intelectual y sobran los exabruptos machistas, homofóbicos y xenofóbicos. Estamos en el peor momento, propio de las contradicciones internas de la dictadura empresarial. Tampoco tienen cómo resolverlas. El pueblo tendrá que organizarse y darle vuelta a la mesa, para construir un proyecto de nación que dignifique la vida. Se trata de reemplazar la racionalidad económica de la modernidad capitalista por otra que tenga como centro la vida: de los colectivos, de los ecosistemas, de las diferencias.
Parecen sacadas de una lista de supermercado. No están enmarcadas en la construcción de un proyecto de nación que pueda transformar nuestra sociedad. Mucho menos que dignifique la vida. Sus trabajos deben ser un aporte para elevar nuestra sociedad a un estadío superior. Las propuestas de estos diputados están orientadas en dos sentidos: uno para asegurar la acumulación de dinero de grupos económicos en detrimento de las grandes mayorías, principalmente de los trabajadores; y en el otro sentido, para satisfacer algunos grupos de interés o presión. Ejemplo de esto último fue la propuesta “de identidad a bebés fallecidos en el vientre materno”. Propuestas como esta última demuestran dos cosas: la primera, es el lobby mutuo entre diputados y estos grupos. Para los primeros, los últimos significan carteras de votos. Es decir, los diputados operan bajo una racionalidad instrumental frente a estos grupos. La segunda es la poca capacidad intelectual de los diputados al atreverse a proponer paquetes de leyes que no pueden ser sustentadas rigurosamente (son incoherencias escritas), su fundamentalismo, su conservadurismo y la propia gestión influida por estas tres características. Aclaro, no hay una separación entre sus sistemas de valores y su gestión. Pero esto último no es el problema, sino las afectaciones generalizadas por los resultados de su gestión. Ellos legislan para todos los panameños, no para grupos específicos. Por tal razón, la forma de llevar a cabo sus trabajos debe estar divorciada de sus intereses y, en cuanto puedan, de sus sistemas de valores, entendido esto último como creencias particulares, posiblemente compartidas, pero no universales. Ellos no entienden que son funcionarios públicos y que sirven a una heterogeneidad a la que tienen que respetar y garantizar esto en toda su extensión.
Nada. Que renuncien. En el mejor de los casos —utópico— que convoquen a un proceso constituyente en donde todas las fuerzas vivas del pueblo panameño asuman las riendas de este país.
La Asamblea, lastimosamente, no ha adelantado discusiones de proyectos tan importantes para la ciudadanía como el cambio del Reglamento Interno.
Bastante regular. Han ordenado la violación de derechos y garantías fundamentales como el derecho de protesta; han ideado una constitución a su medida. Esperemos que los distintos llamados de la sociedad hagan cambiar el rumbo de los honorables; si no, tendremos cuatro años que podrán empeorar.
Bastante esperanzador, pero es muy temprano para calificar. Han tenido actitudes positivas, como la renuncia de los distintos beneficios que por ley tienen los diputados y han presentado iniciativas novedosas que buscan el bien de la población en general.
Sí, pero un cambio no para bien. Es una Asamblea que ha tomado el control de la Policía Nacional en contra de manifestantes pacíficos, en su mayoría jóvenes universitarios.
Muchas propuestas, poco contenido. Lastimosamente, no han adelantado discusiones de proyectos tan importantes para la ciudadanía como el cambio del Reglamento Interno. Por otro lado, les interesa más discutir el nombre de carreteras que propuestas que redunden en beneficio de sus electores.
Que reafirmen su autodeterminada integridad y deseos de cambio. Simplemente, que hagan su trabajo, sin cometer delitos y sin esperar beneficios a cambio.