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- 31/10/2019 00:00
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La Fundación Abou Saad Shriners estuvo en la palestra pública, cuando hace unos meses, producto de una explosión por fuga de gas, un niño de 5 años, de nombre Miguel Ignacio Muñoz Lima, resultó con quemaduras en el 70% de su cuerpo, hecho ocurrido en el PH Costamare, en Costa Sur, corregimiento de Don Bosco.
Todos recordamos cuando un equipo de médicos de Estados Unidos, todos integrantes de los Shriners, con su clásico gorrito color rojo vino, llegó al Hospital del Niño para recibir al pequeño y emprender el viaje hacia Texas, donde todavía recibe tratamiento costeado por la fundación.
“Estamos muy felices, porque Miguel Ignacio se está recuperando… ya patea el balón de fútbol”, manifiesta con satisfacción, Moreno Caballero, líder de la Fundación dedicada a apoyar a los niños que, por alguna circunstancia, resulten quemados.
En su momento, los medios dieron prioridad a la noticia, cuando un avión ambulancia con personal médico especializado, y el niño a bordo, despegó desde la pista del aeropuerto de Albrook, con rumbo hacia la ciudad norteamericana, donde sería internado en uno de los 20 hospitales de la fundación.
Moreno indicó que aunque el proceso de recuperación del pequeño es largo, pues debe someterse a varias intervenciones quirúrgicas, él está bastante recuperado. Ese pequeño es un guerrero, recalcó.
¿Quiénes son ellos?, ¿por qué usan ese gorrito rojo?, ¿de dónde son?, fueron interrogantes que me hizo mi sobrina Johan, de 13 años, y que no pude responder.
De ahí surge la idea de esta entrevista al líder del grupo, sede de Panamá, Guillermo Moreno Caballero, quien se describe como un ser humano con defectos y virtudes. Como líder, es el primer obrero… “yo no llamo a la gente a que vaya a trabajar, yo soy el primero en el sacrificio y soy el último en el beneficio”, expresa.
Moreno Caballero sabe de carencias, pues sus padres, en ocasiones, ni siquiera contaban con recursos para pagarle la escuela. Recuerda con los ojos llenos de lágrimas que en ocasiones no tenía ni para comprarse un par de zapatos. Estudiaba en el Instituto Tomás Herrera y a veces no tenía para pagar la mensualidad, que eran 50 dólares.
En un verano, cuando finalizó su primer año, le solicitó a sus instructores que le dieran la oportunidad de quedarse como entrenador de los nuevos reclutas que iban a ingresar al colegio. Recuerda que había un sargento que le preguntó que si estaba loco, que si no quería irse a su casa a disfrutar sus vacaciones y le inquirió que por qué quería quedarse allí y el entonces estudiante le respondió: “mi sargento, es que yo no tengo plata para pagar el siguiente año”, él lo miró y le dijo: “yo no te puedo permitir eso, pero vamos hablar con el mayor”.
La respuesta del mayor fue la misma: “ese muchacho está loco, no puede quedarse aquí”. El sargento no dijo nada, pero se acercó al oído del mayor y le dijo algo, el estudiante nunca supo qué le dijo, pero el mayor dio dos pasos hacia atrás e indicó: “que se quede”, y se quedó como el brigadier para formar a los nuevos reclutas.
Recuerda que a los pocos días debía regresar a la escuela a trabajar y que no tenía zapatillas. ¿Con qué zapatillas voy a trabajar?, se preguntó. Vivía en Gorgona, se fue al mar, se sentó en la arena y empezó llorar…¿qué voy a hacer mi Dios?, preguntó mirando hacia el cielo. Luego empezó a caminar para calmarse, caminó 100 metros, y ¡sorpresa! se encontró unas zapatillas Adidas, nuevas, y eran de su talla…¿eso no te da un mensaje de que Dios existe? ¡Esas zapatillas me cayeron del cielo! Fue increíble, expresa.
Somos el brazo filantrópico de la Masonería. Creemos en hacer el bien a la humanidad, y lo hacemos a través de niños a quienes la vida le juega una carta bastante dura, muy difícil, que tienen problemas ortopédicos y otros que han sufrido quemaduras extremas.
Contamos con 22 hospitales, uno en Canadá, uno en México y 20 en Norteamérica, en los cuales pueden atender a esos niños que muchas veces la sociedad ve como si fueran unos mounstros. Somos hombres con el mejor deseo de aportar a la humanidad a través de la filantropía hacia los niños, de uno a 18 años.
Se llama fez. Su historia es muy sencilla. Los fundadores de este brazo filantrópico de la Masonería, un actor y un médico, fueron invitados a una recepción en Inglaterra, y a ellos les llamó tanto la atención la opulencia que había en esa recepción: buena comida, buena música, buena bebida; pero lo que más les llamó la atención fue que todos los que servían los tragos, las boquitas y demás, usaban un fez. Ellos dijeron que allí estaba la simbología de los Shriners. Eso nos recuerda todos los días que los hombres venimos a la tierra a servirle a los demás y no a servirnos de los demás.
Tenemos 101 años de existir en Panamá, de estar cooperando con los niños de nuestro país, sin importar su credo, su raza, ni su condición social. Siempre que sea un niño y lo necesite, estará bajo el paraguas de un Shriners, de un noble.
Esta organización la traen a nuestro territorio, miembros de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos que custodiaban al Canal de Panamá y al ver que existían tantos niños necesitados en Panamá, decidieron organizarse aquí. Desde los inicios trabajaron fuertemente; mandaban entre 30 y 40 niños al año, pero después de los Tratados Torrijos Carter, fueron saliendo las instituciones norteamericanas establecidas en Panamá, y nosotros fuimos asumiendo la responsabilidad de esta organización y no la dejamos perder. Hoy por hoy, mandamos 230 niños al año, cuando ellos mandaban 30….nos sentimos muy orgullosos.
Nosotros trabajamos con mucho esfuerzo. Tenemos los hospitales donde la atención médica es gratuita. Jamás hemos cobrado un solo centavo a ningún paciente. Todo se hace gracias a actividades que realizamos y hasta con fondos de nuestros propios bolsillos. Los valores y principios son los que hacen al Masón. Hablamos de un liderazgo real, no es “vaya y haga”, es “síganme, vamos a hacerlo de esta manera”.
Primeramente, debes ser Masón. La Masonería tiene grados de conocimientos y estudios. Grado de aprendiz, de compañero, de maestro. Cuando llegas a maestro, puedes optar por pertenecer a cualquiera de los cuerpos que componen la Masonería, llámese el Rito York, el Escocecismo o la Filantropía a través de los Shriners. Todos son de automejoramiento. En el York estudiamos la parte teológica, los mensajes y enseñanzas de las Sagradas Escrituras. Cada uno va teniendo su idea, porque nadie es dueño de la verdad absoluta.
Hay muchos “cuentos de la cripta”. Hay sectas fundadas por personas que han querido ingresar y no se les ha permitido, porque para entrar, estudian a la persona, la investigan y le hacen un seguimiento antes de aceptarla. Aquí no pueden estar personas condenadas, que se dediquen a actos inmorales o ilícitos, genocidas, enfermos mentales, libertinos; aquí no es tan fácil ingresar.
La gente dice que somos algo en secreto, que somos cerrados, pero es sencillamente porque tenemos filtros. Ahora, no podemos decir que estando adentro no se cometan errores, pero siempre tratamos de que los que entren sean hombres buenos para hacerse mejor, no malos para hacerlos buenos. Todos los que nos adversan es porque no nos conocen.
Nosotros no somos una organización secreta, somos una organización discreta. El 70% de los panameños no sabían que existíamos.
En este tema juega un rol muy importante la familia. Detrás de la familia está la educación. Yo recuerdo que todos los lunes se cantaba el Himno Nacional, con fervor patriótico, era un orgullo. Yo tengo formación militar, soy Oficial de la Fuerza de Defensa.
Pues, los roles de la vida solo Dios los sabe. Yo dije que era mi momento de devolverle a la vida de lo que me ha dado, porque estoy vivo y mis hijos están sanos. Decir gracias no es suficiente.
Cuando uno tiene un problema en una máquina, como ingeniero, uno vuelve a lo básico, al punto de inicio. Lo que quiero decir es que tenemos que volver a inculcar los valores.