La XXV Cumbre Iberoamericana, una cita de familia

Actualizado
  • 30/10/2016 03:00
Creado
  • 30/10/2016 03:00
Entre los países iberoamericanos, la aproximación es de comunidad, un elemento que anima a los acuerdos

Las cumbres iberoamericanas surgieron como una iniciativa conjunta hispano-mexicana ante la inminencia, a finales de los 80, de los 500 años de la llegada de los europeos a América. Una fecha tan simbólica, tan redonda -que iba a dar lugar a muchas miradas sobre el pasado, desde la historia, desde la ideología, desde la política- requería una construcción en el campo de las relaciones internacionales y ese constructo fue la creación de la Conferencia Iberoamericana de Naciones, que empezó con la de Guadalajara en el año 1991 y que, hasta 2014, se reunió todos los años.

Veintisiete años después, estamos celebrando las bodas de plata de esta cumbre que se celebra los días 28 y 29 de Octubre en Cartagena de Indias, iniciando un nuevo ciclo bienal.

Estas citas constituyen la más alta expresión institucional de una comunidad real de ciudadanos de 22 países hecha por la historia y la cultura y que se manifiesta en prácticamente todos los aspectos de la vida cotidiana. Este es un tema interesante. Tendemos a tomar una parte, las Cumbres Iberoamericanas, por el todo, que es la comunidad iberoamericana, cuando en realidad las Cumbres no son sino un acto de escenificación de esa comunidad preexistente, que se refleja en numerosas redes tejidas por la sociedad civil (por ejemplo hay más de 700 asociaciones iberoamericanas) y que son expresión de los lazos culturales, económicos y de parentesco, que existen entre las sociedades de América Latina y de España y Portugal. La creación de esta comunidad de países ha tenido, entre otros méritos, acercar a las comunidades hispánica y lusófona, que tradicionalmente vivían de espaldas, y facilitar también el estrechamiento de vínculos entre las dos mitades del hemisferio latinoamericano. La Cumbre Iberoamericana se creó con gran éxito, reunió por primera vez a todos los países de América Latina fuera de la OEA y en los primeros años hubo pleno de Presidentes, algo poco frecuente y que en las mismas Cumbres Iberoamericanas empezaría a decaer a comienzos de este siglo. Muchos años después, llegarían la UNASUR y la CELAC, como ámbitos propiamente latinoamericano y caribeño, sin la presencia de la parte ibérica.

La realidad iberoamericana es muy distinta ahora de cuando comenzó en 1991 y el contexto mundial más aún. La relación entre ambos lados del Atlántico en términos culturales, económicos y sociales es más intensa que nunca, pero el atractivo de las Cumbres ha ido decayendo a medida que se creaban organismos propiamente latinoamericanos y que se consolidaba la Cumbre birregional CELAC-UE.

Esta misma semana ha tenido lugar la reunión de cancilleres CELAC- UE, preparatoria de la Cumbre que deberá celebrarse el año que viene. La doble existencia de una cumbre de América Latina con Europa y de otra con la Península Ibérica ha dado lugar a algunos a preguntarse por el sentido de mantener ambos foros y se ha hablado muchas veces de la deseable convergencia de Cumbres, aunque no suele explicarse bien en qué consistiría, como no fuera la absorción de la más pequeña (la Iberoamericana) por la más grande (CELAC-UE). Sin embargo, conviene tener en cuenta que se trata de combinados de naturaleza distinta, lo que avalaría preservar la especificidad de cada una de ellas. En el caso de las Cumbres Iberoamericanas, no hay dos partes, una americana y otra europea, sino que el concepto que se maneja es el de que Iberoamérica es una comunidad de naciones a ambos lados del Atlántico, que cooperan entre sí en temas que les son comunes, y al mismo tiempo proporciona un espacio para el diálogo político entre los líderes. En el caso de las Cumbres UE-CELAC, no hay comunidad, hay claramente dos partes, cuyos intereses no necesariamente coinciden y que muchas veces no llegan a acuerdos. Entre los países iberoamericanos, la aproximación es distinta. Hay un elemento de familia, de comunidad, que no existe en la otra y que es un componente cierto y extremadamente útil de estas reuniones, un elemento que anima a todas las partes a buscar acuerdos.

Cuando en los principales foros políticos regionales (Unasur, Mercosur y Celac), hay divisiones internas, tal como ocurre actualmente, la utilidad de la Conferencia Iberoamericana se hará más evidente. Así pasó en sus comienzos, cuando permitió que Cuba saliera de su aislamiento regional. Es verdad que la participación en estas Cumbres se ha ido tiñendo, en parte, de ideología, pero su fundamento es por definición social, familiar y cultural, no ideológico, y sobre esta premisa puede todavía rendir servicios a toda América Latina.

El siglo XXI ha comenzado con cambios que están alterando el tablero mundial. La renovación de las Cumbres Iberoamericanas y un reforzamiento de las relaciones UE-CELAC deben funcionar como piezas del tablero que favorezcan una mejor coordinación entre los dos continentes, sobre la base de valores compartidos, en beneficio de la paz y la cooperación internacional.

EMBAJADOR DE ESPAÑA EN PANAMÁ

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