Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
- 16/01/2020 06:56
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Teresa Aquino, de 35 años, estaba con un grupo de turistas en el cráter del Taal, en Filipinas, cuando el volcán entró en erupción el domingo y, asustada, huyó lo más rápido posible junto con su familia, ya que su casa está a los pies del volcán.
"Quiero cruzar para ver cómo está mi casa y ver si han sobrevivido mis caballos", cuenta a EFE Teresa, que trata de burlar la restricción de las autoridades y encontrar una barca que la lleve hasta Taal, la isla donde se halla su casa, junto al volcán insertado en el lago del mismo nombre.
Teresa vive en Taal desde que nació, con una vaga noción sobre el riesgo de habitar en las faldas de un volcán, pero allí se ganaba la vida criando caballos para transportar a los turistas que visitaban la isla y subían hasta el cráter.
La pesca en el lago ahora contaminado y el turismo al pequeño y pintoresco volcán eran el medio de vida principal para las 5.000 personas que poblaban la isla, que el Gobierno filipino declaró ayer "no habitable".
"Si nos echan de Taal, no sé que haremos. No sé vivir en otro sitio", lamentó Teresa, consciente de que su sencilla casa de madera estará hundida por la acumulación de ceniza y que sus caballos y demás animales habrán muerto.
VOLCÁN PEQUEÑO PERO LETAL
A pesar de su pequeño tamaño, el Taal es uno de los volcanes más activos del mundo, ya que ha entrado en erupción 33 veces desde 1572, y también de los más letales: su erupción en 1911 mató a 1.300 personas y la de 1965 a 200.
Esta nueva sublevación del Taal también ha azotado con dureza a los municipios ubicados alrededor de la orilla del lago, como Agoncillo, Talisay, Lemery o San Nicolás, que han quedado cubiertos por un denso manto de ceniza volcánica.
Esas localidades están en la zona de peligro, dentro de los 14 kilómetros de radio alrededor del volcán, donde la evacuación es obligatoria y se ha impuesto un "cierre total" con controles militares en los accesos para evitar el retorno de sus habitantes.
En total hay evacuadas más de 68.000 personas, 57.000 de ellas instaladas en alguno de los 257 centros habilitados en edificios públicos, según los últimos datos del Consejo Nacional de Reducción de Riesgo de Desastres.
Sin embargo hoy los evacuados pudieron regresar por unas horas a sus hogares para comprobar con desolación los daños causados por la erupción: casas destruidas por los terremotos, grietas, tejados hundidos por la ceniza y muerte de sus animales.
TEMBLORES CONSTANTES
"El domingo fue horrible. Todo empezó con un fuerte temblor y el humo. Luego los terremotos se sucedían cada cinco minutos", recuerda a EFE Arnel Angulo, mientras contempla con estupor su casa derrumbada en la "zona cero" de la tragedia, donde hoy se veían perros agonizando y animales deshidratados.
Arnel admite con tristeza que la mayoría de sus vecinos no regresarán nunca al pueblo de Agoncillo porque lo han perdido todo y les resulta más barato instalarse en otro lado.
Casi todo el mundo en Agoncillo se dedica a la ganadería, pero se han perdido miles de cabezas de ganado en la zona por el humo tóxico y la falta de agua y alimento; aunque Erwin Apilo ha tenido suerte: su veintena de cerdos y docena de gallinas "milagrosamente" han sobrevivido, pero no sabe por cuánto tiempo, ya que no hay agua.
Hoy ha regresado por primera vez a su casa por un camino secundario para esquivar el control militar, ya que es el único pueblo donde no se ha permitido acceder a recoger sus pertenencias a los evacuados por el riesgo de derrumbe de viviendas medio destruidas y las profundas grietas en el suelo.
"Agoncillo está completamente devastado. No sé cómo vamos a poder retomar la vida normal aquí. Va a ser muy difícil", reconoce Erwin, que se evacuó el lunes cuando la ceniza que cubría su casa acumulaba un grosor de más doce centímetros y los temblores no cesaban.
BREVE VUELTA A CASA
En Talisay, las autoridades permitieron hoy el acceso de 6 a 10 de la mañana para que las personas evacuadas pudieran rescatar a sus mascotas, alimentar a sus caballos y recoger algunas de sus pertenencias.
Louie Mayuga se tomaba un café mientras sus empleados llenaban carretillas de la ceniza acumulada en el tejado de su negocio. "Les sigo pagando el salario pero el negocio no funciona desde el domingo. No sé cuánto tiempo podré seguir así", explica el dueño de una cafetería y un establecimiento de lavado de vehículos.
Igualmente preocupado por su negocio estaba Juvilin Pangulan, de 36 años, que regenta una frutería en los bajos de la vivienda familiar. "No sé cuándo podremos retomar nuestra vida", dice con tristeza mientras limpia el polvo incrustado en un jeep de segunda mano que compró en noviembre para abastecer su tienda.
Pero el volcán sigue activo, aunque haya disminuido la expulsión de humo y ceniza. El Instituto Filipino de Vulcanología y Sismología señaló hoy que todavía hay magma subiendo a la superficie y que el riesgo de una erupción peligrosa de lava es inminente, por lo que mantuvo por quinto día la alerta en el nivel 4 de 5.