Tangis, Marrakech y la marcha verde

Actualizado
  • 06/11/2023 10:45
Creado
  • 06/11/2023 10:45
Marrakech es hoy un rincón mágico de escapada internacional, que encapsula la esencia de la tradición, la belleza amazigh y el misterio del Sahara
Con este fervor, más de 350.000 marroquí hombres y mujeres, ordinaron filas y marcharon hacia las provincias del Sahara en el 06 de noviembre 1975.

En estos días se cumplen 48 años de la Marcha Verde acontecimiento grandioso que tuvo lugar el 06 de noviembre 1975, cuando centenares de miles de ciudadanos marroquíes marcharon pacíficamente sobre el Sahara, colonizado en aquel momento por España, permitiendo a Marruecos recuperar sus provincias del sur.

En realidad un país como Marruecos, cuyos raíces se profundizan hundo en la historia, no necesita a quien le defina sus fronteras ahora en el siglo XXI. A lo largo de los siglos, estas han trascendido la conciencia y la percepción para fusionar con los sentimientos y las emociones de los marroquíes, en un largo recorrido que remonta a tiempos, mucho más anterior de cuando Herodoto y otros helenios les llamaban atlantes y a su país Marrosia.

Una buena parte de los mitos griegos se desarrollaron en tierra Marroquí. Las montañas del Atlas llevan el nombre del Titán Atlas, quien sostenía el domo del cielo en las elevadas montañas del Atlas que albergan la ciudad de Marrakech, su primogenitor mítico, el Titán Urano, fue el primer rey de los atlantes amazigh, y es en tierra de Marruecos, donde el héroe Hércules venció al imbatible Titán Anteo, mientras que la ciudad de Tánger toma su nombre del apodo de Tángis hija del Titán Atlas e esposa de Hércules.

Algunos estratos en su largo recorrido de miles de kilometros, arribando desde la península arábiga no percibieron las realidades que les precedieron en estas tierras, sin lazos con la tierra y libres de toda concepción sedentaria, los nómadas continuaron errando, partiendo de la península arábiga, solo detuvo su movimiento el océano atlántico, que les forzó, llegando a su costa, continuar vagando por el desierto sin compromiso ni con suelo ni con territorio.

Estos recién llegados, no se dieron cuenta de que la población marroquí del Sahara fue la que moldeó la esencia del Reino de Marruecos y consolidó sus cimientos forjando su atractivo. Los miembros de la tribu Rgueibat, mayoritarios en el Sahara, serán descendientes del fundador del Marruecos islámico en el siglo VIII, Idriss I, y de su hijo y sucesor Idriss II, el fundador de Fes capital histórica del país.

Los lazos inquebrantables que unen las provincias del norte de Marruecos con sus provincias sureñas del Sáhara, se forjaron durante siglos de interacción, influencia cultural y vínculos comerciales, desde tiempos remotos estas tierras compartieron rutas comerciales, tradiciones y valores, confiriendo una enorme riqueza moral y cultural al país.

En los anales de la historia, emerge una narrativa fascinante haciendo a los misteriosos guerreros almorávides, quienes, con sus rostros velados por los turbantes, y sus mantos sahraouis azules, emprendieron con fervor y pasión desde el Sahara la unificación de las tierras de Marruecos, en una epopeya que trascendió el tiempo.

La marcha logró su objetivo, ya que España finalmente renunció al control del Sáhara y la recuperación de Marruecos.

En las áridas tierras del Sahara, estos valientes guerreros dieron vida a una ciudad que se convertiría en un faro de civilización, con sus murallas imponentes, minaretes adornados como la famosa Koutoubia y los palacios de Marrakech, que atestan de su concepción arquitectónica y de su destreza para fusionar elementos de la cultura sahariana con la sofisticación urbana.

En Marrakech, los vínculos con la cultura y el arte del Sahara se manifiestan en cada rincón. Los zocos llenos de colores, la música de los Gnaoua y la poesía mística que flota en el aire crean una sinfonía única. La arquitectura de su parte, desde los jardines exuberantes de la Menara hasta los intrincados detalles de los palacios, lleva el sello de la influencia de Sahara y son una prueba de cómo la cultura y el arte del vasto desierto marroquí encontraron su morada en esta vibrante ciudad.

Marrakech, la joya del desierto, es hoy un rincón mágico de escapada internacional, que encapsula la esencia de la tradición, la belleza amazigh y el misterio del Sahara, mezclados a tiempo remotos, con sus calles estrechas y laberínticas, los zocos repletos y los palacios con patios exuberantes, Marrakech es un cuento de las mil y una noches hecho realidad, lo que hizo de esta bella ciudad una de las capitales más apreciables del turismo en el globo.

Después de la Conferencia de Algeciras de 1906, Marruecos se quedó bajo la influencia de potencias internacionales, y en 1912, se firmaron Acuerdos, que dividieron el país en 04 zonas de influencia francesa, española y internacional, marcando el inicio del período del Protectorado, situación que duró hasta el inicio de la independencia gradual del país en 1956.

Después de liberar sus territorios nórdicos en 1956, Marruecos se focalizó en la liberación de sus territorios sureños, así entre 1957 y 1958 lanzó una feroz lucha contra el ejército Español en el Sahara en el que se manifestaron destellos de valentía y sacrificio por parte del pueblo marroquí, logrando liberar la zona de Sidi Ifni, y en abril 1958 se firmó un tratado entre Marruecos y España, estableciendo la devolución de la provincia de Sidi Ifni a Marruecos en una primera etapa.

El empeñó de Marruecos en defender su tierra y recuperar la soberanía sobre sus provincias del sur, le impulsó a intentar todos los medios para completar la liberación de sus tierras usurpadas, uno de los pasos emprendido fue el registro de la cuestión ante la Cuarta Comisión de las Naciones Unidas en los años sesenta y solicitó una opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia para confirmar sus derechos legítimos en 1974.

Impregnadas de un parcialismo cultural comprobado y de una visión unilineal al mundo las instancias internacionales no supieron interpretar las particularidades de la cultura política musulmana y de la norma legal rigiendo el espacio político en otros contextos culturales como lo es la civilización musulmana.

No obstante, confirmó los lazos ancestrales e existenciales que siempre fueron mantenidos entre Marruecos y sus provincias del Sahara, el TIJ reconoció en 1975 que "Los elementos e informaciones puestos en conocimiento de la Corte indican que en el momento de la colonizaci6n española existían vínculos jurídicos entre el Sultan de Marruecos y ciertas tribus que vivían en el territorio del Sahara Occidental”.

Dándose cuenta de que el colonialismo internacional no quiso ver las realidades como lo son sobre el terreno, instigado por un afán de quedarse con el Sahara marroquí, el difunto Rey SM. Hassan II, anunció la organización de una marcha masiva y pacífica de los ciudadanos marroquíes sobre el Sahara con el fin de liberar el tierra marroquí de la presencia colonial, en una de las epopeyas mas grandiosas de la época moderna.

La llamada a la marcha pacífica conmovió al pueblo marroquí, que fue invadido por una ola de emociones intensas y hermosas que encendieron su pasión por unirse a la Marcha Verde, evocando sentimientos de unidad, patriotismo y determinación, y uniendo a la gente en un profundo anhelo por la justicia y la recuperación de un territorio querido.

Con este fervor, más de 350.000 marroquí hombres y mujeres, ordinaron filas y marcharon hacia las provincias del Sahara en el 06 de noviembre 1975, su emoción era palpable en cada paso que dan hacia la liberación de su tierra querida, en la vastedad dorada de la arena, y bajo los inmensos cielos del Sahara, late un amor eterno y una devoción que trascienden el tiempo y el espacio.

La marcha logró su objetivo, ya que España finalmente renunció al control del Sáhara y la recuperación de Marruecos de su territorio se afianzó con la firma de los Acuerdos de Madrid del 14 de noviembre 1975 que fueron comunicados a la Asamblea General de la ONU.

Artículo de Bouchra Boudchiche, embajadora de su majestad el rey de Marruecos Mohamed VI.
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