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- 06/10/2023 00:00
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Este mes de octubre, representantes de 110 países del mundo se reunirán en Pekín para celebrar el tercer Foro de la Franja y la Ruta para la Cooperación Internacional (Belt and Road Forum for International Cooperation o Foro BRI, por sus siglas en inglés). El tercer Foro BRI también marca 10 años desde el lanzamiento de la iniciativa de desarrollo internacional insignia del gobierno de Xi Jinping. Tras una década de financiamiento intensivo en más de 140 países del mundo, el BRI de China desplazó a EE.UU. como principal prestamista en materia de desarrollo y como principal socio comercial del sur global. El BRI ha demostrado la versatilidad del modelo operativo del Gobierno chino en penetrar las cúpulas de poder de América Latina. La región, que está por culminar un megaciclo electoral, debe examinar metódicamente los méritos de la angustia de la narrativa ideológica proveniente de Washington acerca de las relaciones con el Partido Comunista de China; y al mismo tiempo apalancarse de la rivalidad en el norte global, para promover los intereses de nuestras poblaciones.
A pesar de la complejidad de coordinar a más de 110 delegaciones de gobiernos del mundo (sus agendas, detalles de seguridad, horarios, hospedaje, etc.) el gobierno de Xi Jinping aún no ha anunciado las fechas del tercer Foro BRI que se realizará este mismo mes. Se espera que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, viaje a Pekín por primera vez desde que se hizo efectiva la orden de captura emitida por la Corte Penal Internacional el pasado 17 de marzo. Tras la expansión de las membresías de los BRICS y la de la SCO (The Shanghai Cooperation Organisation), el tercer Foro BRI busca promover una narrativa que coloque en el centro global a Pekín y los proyectos liderados por el Partido Comunista de China, en obvia contraposición del legado de desarrollo de EE.UU. y Europa de los últimos 70 años.
Desde su inicio en 2013, China ha logrado que 147 países del mundo firmaran contratos para participar en el BRI. Es decir, que, según la narrativa ideológica del Partido Comunista de China, más de 2/3 de la población del mundo ha sido beneficiada por los proyectos del BRI. China ha participado en el financiamiento de más de $1 millón de millones. El Partido Comunista de China destinó la mayor cantidad de inversiones a la creación del corredor económico entre China y Pakistán, que se extiende hasta el puerto en el mar arábigo de Gwadar. El BRI también conecta a China con Madrid por trenes, y con Singapur, Perú y Panamá por puertos. El Partido Comunista de China, a través de sus compañías estatales, es dueño u opera terminales portuarios en más de 100 lugares, esparcidos por todo el mundo. Esta misma semana, Indonesia inauguró la primera ruta de un tren bala construido por China, convirtiéndose en el primer tren de alta velocidad en el sureste asiático.
Además de la realidad física, que hoy existen obras de infraestructura construidas por China en todo el mundo, el BRI también ha servido para que Pekín acumule poder en el mundo. En 2017, por ejemplo, el Gobierno chino logró una concesión de operación por 99 años del puerto Hambantota Port, en Sri Lanka. La mayoría de los contratos del BRI incluyen una cláusula en donde el Gobierno chino puede exigir el pago total en cualquier momento. Luego de que Sri Lanka incurrió en una falta de pago de la deuda, el Partido Comunista de China, a través de sus agencias estatales, logró el control del puerto por un siglo. Otros 22 países signatarios de proyectos del BRI recibieron un total de $240.000 millones en rescate económico, al incurrir en faltas de pagos de deuda externa. A través de la deuda pública de países cosignatarios de BRI, China ha logrado ejercer la presión necesaria para conseguir votos en la ONU y promover sus intereses a nivel internacional. Los gobiernos de países como Pakistán, Kenia, Zambia, Laos y Mongolia utilizan un mayor porcentaje de los ingresos del Estado para pagar tan solo los intereses de la deuda a China que para mantener todas las escuelas del país abastecidas, con profesores, electricidad, comida y transporte.
En América Latina el impacto de BRI ha sido evidente y marcado. En la última década, el comercio entre América Latina y China aumentó de $180.000 millones a más de $450.000 millones, y se estima que supere los $700.000 millones para 2035. China controla más de 70.000 hectáreas para la agricultura en la región. De los 100 puertos que China controla totalmente o mantiene concesiones de control de terminales portuarias, 40 están en América Latina. China también regenta 11 estaciones de control satelital en Argentina, Brasil, Bolivia y Venezuela. En Argentina, Brasil, Bolivia, Chile y Perú se están realizando más de 50 proyectos energéticos con compañías chinas. En los últimos 5 años, China invirtió más de $16.000 millones en proyectos mineros en Argentina, Bolivia y Chile, donde se concentra 56% del litio de todo el mundo. En Perú, China controla siete de las minas más grandes del país, el 100% de su producción de hierro y el 25% de su producción de cobre. Países como Venezuela, Brasil, Ecuador y Argentina aumentaron sus compras de armamento chino, pero, sobre todo, adquirieron tecnología de reconocimiento facial para “combatir el crimen”.
Es importante considerar que el Partido Comunista de China logró una penetración económica en América Latina con una diversidad de modalidades que varían de país en país y de industria en industria. En Ecuador, por ejemplo, el gobierno firmó contrato directo con SinoHydro Corporation, por $2,25 mil millones, para la construcción de la represa hidroeléctrica de Coca Codo Sinclair. El Gobierno de Ecuador paga su deuda a la compañía con la venta de petróleo, a precios con descuento, a China. Como resultado de las relaciones entre el Gobierno de Ecuador y compañías chinas, 80% de la producción de petróleo de Ecuador prácticamente le pertenece al gigante asiático. En Argentina, el Partido Comunista de China buscó un acercamiento distinto, ante los riesgos que la alternancia política en el gobierno de Buenos Aires le ocasionaban a los intereses chinos. Las dos represas del Complejo Hidroeléctrico del río Santa Cruz, en Argentina, serán construidas por el consorcio Represas Patagonia. Un consorcio compuesto por Gezhouba Group de China (dueña del 70% del grupo), Hidrocuyo S.A. de Argentina y Electroingenieria S.A. de Argentina. Mientras que en proyectos energéticos como la construcción de líneas de transmisión en Brasil, compañías chinas compiten en licitaciones abiertas y a menudo pierden. La competencia, sin embargo, igual ha servido para que China controle, a través de State Grid Brazil Holdings, a 7 compañías locales de suministro eléctrico y más de 3.400 km de líneas de transmisión.
Todos estos proyectos, o su mayoría, son desarrollos necesarios en la región para destapar el potencial económico y poder subsanar problemas sociales. Sin embargo, estos proyectos de infraestructura también representan riesgo de seguridad hemisférica, ya que son estructuras de uso dual, es decir, que tienen un uso comercial pero también militar. De igual manera, el control chino de tecnologías de videovigilancia y vigilancia satelital en el hemisferio es peligroso, no solo para la seguridad nacional de cada uno de nuestros países, pero para la seguridad nacional de EE.UU. en el contexto de la competencia de grandes potencias. Y el control de proyectos mineros en manos de compañías chinas ya ha demostrado ser desastroso para las metas ambientales de nuestros gobiernos.
Según la congresista estadounidense María Elvira Salazar, presidenta de Subcomité del Hemisferio Occidental, “China es la mayor amenaza a la que se ha enfrentado nunca Estados Unidos”. La congresista aseveró que la hoz y el martillo regresaron a América Latina, durante una audiencia en la que se detalló el alcance de la influencia china en toda América Latina, celebrada el pasado 1 de octubre. “Si nos quedamos de brazos cruzados, veremos cómo el mandarín sustituye al inglés como segunda lengua de América Latina, como el 'BRI' supera al acuerdo comercial T-MEC, cómo se refuerza el ejército al estilo de la Guerra Fría en nuestro vecindario y cómo la censura comunista aplasta la democracia latinoamericana. Es hora de que despertemos”. Por su parte Qin Gang, ministro de Relaciones Exteriores de China, rechazó las acusaciones y recriminó que “China debería ser la última en ser acusada de la llamada trampa de la deuda. Los datos muestran que las instituciones financieras multilaterales y los acreedores comerciales representan más del 80% de la deuda soberana de los países en desarrollo”.
Con las próximas elecciones presidenciales en Argentina, México, Ecuador y Panamá, y los nuevos gobiernos de Brasil, Guatemala y Honduras, América Latina debe romper con las narrativas ideológicas, para no repetir ciclos de dominación imperial por parte de grandes poderes. La realidad es que los reclamos de la izquierda regional tienen poca afinidad con el Partido Comunista de China, de igual manera, los conservadores de América Latina que abogan por el libre mercado y la reducción del gobierno no están alineados con la mentalidad de guerra fría de los republicanos norteamericanos. Nuestros gobiernos se deben a nuestras poblaciones. América Latina tiene su propia narrativa. El diagnóstico de El Libertador sigue vigente “nuestras discordias tienen su origen en las dos más copiosas fuentes de calamidad pública: la ignorancia y la debilidad”. Romper con las narrativas de los grandes poderes nos puede liberar de ambas.