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- 25/03/2022 00:00
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El pasado 24 de febrero comenzó con sonidos ensordecedores, vibraciones interminables y una sensación de miedo y peligro que anidaría en todos los habitantes de Kiev, en Ucrania; incluyendo a Valeriia Khovrych, quien partió de su amado país el 1 de marzo, huyendo de los ataques militares rusos a su ciudad. Ese día, armada con equipaje, sus tres gatos y un buen amigo, se dispuso a encontrar seguridad lejos de las sirenas y sus ecos.
El pasado 22 de marzo, la primera solicitante de la condición de refugiada procedente de Ucrania fue bienvenida en Panamá y recibida por Hussein Pitty, director de la Oficina Nacional para la Atención de Refugiados (Onpar), y su amigo panameño Emigdio Quintero, quien le dio vía hacia el istmo.
La anfitriona de un AirBnb en Kiev, Ucrania, no es ajena a los viajes largos por Europa, sin embargo, embarcarse hacia Panamá significó tocar América por primera vez. Al llegar, recibió el apoyo de panameños y autoridades de migración, así como donativos económicos, artículos personales, ropa, alimento y estadía. Actualmente, la abogada adscrita a la Organización Internacional de Migración (OIM), Marisol Lineros, le apoya en sus trámites para recibir la aprobación a su solicitud de refugiada de guerra.
Con añoranza en sus ojos, pero una sonrisa en los labios, Khovrych se excusó repetidas veces por su manejo intermedio del inglés –siendo el ucraniano y el ruso sus idiomas principales– y conversó con La Estrella de Panamá sobre su llegada al istmo, y la experiencia surrealista de dejar su país y a los suyos.
Aquí el encuentro sostenido en el Central Hotel Panamá.
Por mi amigo Emigdio. Nunca planeé visitar Panamá antes y luego lo conocí a él. Me gustaría viajar a otros países de América, a Canadá o a Brasil. Pero ahora estoy aquí.
Imagina que vives una vida normal, con tus quehaceres y sin complicaciones. Había comprado un boleto de avión para ir a Dubái a visitar a mi hijo el 24 de febrero, y el 22 de febrero me empecé a preparar: manicura y peinado, pero no sabía lo que sucedería. No había visto a mi hijo por todo un año y lo extrañaba, tenía planes. Pero el 24 de febrero desperté con explosiones; decir que fue malo o difícil no sería sincero... fue impresionante, y cuando las bombas cayeron sentí dentro de mi cuerpo como si estuviera petrificado completamente. Nunca había sentido algo así, estábamos asustados. El tercer ataque aéreo fue para el aeropuerto de donde yo tenía que salir hacia Dubái, y todos mis planes fueron destruidos en un solo momento. Y no solo los míos, sino de todas las personas en mi país. Compartimos la misma situación, no sabemos qué decir o qué hacer, fue una experiencia imposible de olvidar.
Desde el 24 de febrero hasta el 1 de marzo, cuando pudimos irnos, pasamos días y noches en los sótanos. Mis vecinos y muchas personas empezaron a dejar Ucrania a partir del primer o segundo día. Pero yo no quería irme porque tengo una casa, gatos, amigos, y no quería dejarlo todo. Pero mi hijo me decía: “¡Mamá, vete; mamá, vete de ahí!” y me consiguió un espacio en un tren de evacuación que salía de la estación de Darnytsia, que es la más cercana a mi casa. Cuando llegamos a la estación fue histórico porque estaba vacía y estábamos esperando en la plataforma número tres, y el tren llegó a la plataforma número uno. Luego de ir hacia la plataforma vimos que, como en una película surrealista, las puertas se abrieron y había cientos de personas, niños, mujeres y hombres de todo tipo de estatus social, de todas las edades, que querían subir al tren.
Las mujeres con niños y adultos mayores estaban sentados en solo 60 asientos, pero había cerca de 400 personas de pie en el vagón. Nunca lo olvidaré, pero a la vez me satisface que nuestra gente entienda cómo apoyarse los unos a los otros.
Considero que las personas pueden sentir todas las emociones: pueden llorar cuando lo sienten, pueden enojarse, pueden sentir lo que quieran. Yo lloré por dos semanas. Dejé Ucrania, vi a las tropas, pero no mucho más. Pero cuando pienso en mi apartamento, en mis vecinos, en las personas allegadas a mí –porque no todos lograron irse de Ucrania–, comienzo a llorar. Pero ahora quiero regresar tanto... En la primera posibilidad, regresaría a mi país.
Sí, lo recuerdo, estuve ahí. Apoyé la causa, porque sabía que íbamos a conseguir algo increíble e inimaginable para nuestras vidas. Al final lo logramos, pero en una manera que no todos esperábamos y con mucho en contra.
Sí, por supuesto. Seguimos siendo independientes. Nuestro presidente es un gran hombre, una magnífica persona, y nos ha ayudado a mantenernos unidos. Ahora todos nos ayudamos entre nosotros, incluso yo, aunque estoy en Panamá, muy lejos de casa. En Ucrania tengo un apartamento que está abierto para quien lo necesite, esa es mi ayuda y mi apoyo para el país.
Es una sola historia. Una sola mujer. A mi pueblo le digo: sigo siendo una con ustedes. Estoy lejos, pero mi energía, mis pensamientos, todo lo que hago es por mi pueblo y para poder volver a Ucrania con ellos. Regresaré con planes para mis amigos y mis vecinos, para mi país. Y soy una mujer, no un soldado, no puedo pelear, pero puedo orar, creer y tener esperanza para mi nación. Ucrania será un país que florecerá, eso lo sé.