México insurgente y la reforma judicial

Actualizado
  • 22/09/2024 12:16
Creado
  • 21/09/2024 15:27
Lo que duele mucho y preocupa más a los conservadores es el futuro, la pauta que México está marcando en la época de cambio sin la cual es imposible el cambio de época que ya casi todos los teóricos en el mundo reconocen como irreversible

El pasado 16 de septiembre de 2024 se coronó los días de gloria del México nuevamente insurgente con la publicación en el Diario Oficial de la ley de reforma del Poder Judicial, último bastión de la derecha conservadora, tras una batalla de casi seis años que costó dolor y angustia en el pueblo.

Ese hecho histórico ocurrió casi inmediatamente al tradicional Grito de Dolores, lanzado la noche anterior en el Zócalo capitalino por el presidente Andrés Manuel López Obrador ante cientos de miles de compatriotas, el último de su mandato con 24 vivas que resumen los principios independistas y nacionalistas de aquel México de 1810 del cura Miguel Hidalgo, de la reforma del Benemérito de las Américas, Benito Juárez, en 1859, y de la revolución de Francisco I. Madero, Emiliano Zapata y Francisco Villa, en 1910.

AMLO, como le llama el pueblo, concluye su presidencia en la cresta de la ola de la popularidad con más de un 70 por ciento de aprobación popular y la concreción de una obra material y política interminable, de la cual se ha escrito mucho y no es necesario enumerar, pero lo más destacado es que logró echar los cimientos de una reforma de la vida política y social de la nación que se adentra más profundamente que cualquier otro país en el futuro de la humanidad, de la cual dudaban muchos, y pasa ya a la historia como el constructor de la nueva época de una nación que ya es imprescindible para el continente y el mundo.

Lo hizo en santa paz, no como en las tres transformaciones anteriores en las que el fusil y la pólvora fueron necesarios y corrió muchísima sangre. El mundo queda asombrado que en una época de una violencia criminal social -una buena parte de ella generada por la corrupción de cuello blanco estimuladora del narcotráfico-, la Cuarta Transformación haya tenido como centro una batalla de ideas, y no de balas y represión, aun cuando los grupos de violentos hicieron el máximo para provocar una confrontación sangrienta.

En solo seis años, la batalla de ideas pudo imponerse mientras desbrozaba el camino con reformas parciales de la vieja y anacrónica constitución de 1917, con la introducción de nuevas leyes dirigidas a estructurar un nuevo cuerpo jurídico nacional como base sólida del cambio cuya segunda fase comienza el 1 de octubre con la toma de protesta de la nueva presidente, Claudia Sheinbaum, primera mujer en un país machista hasta el hartazgo que llega al Palacio Nacional.

El Poder Judicial, la “cota mil”, en el argot militar -cuyo último comandante fue una mujer, la magistrada Norma Piña, acérrima enemiga de AMLO y de todo quien lo apoye, amiga del omnipresente empresariado multimillonario y aliada de todos los corruptos con quienes su mandato fue incondicional-, cayó finalmente en manos de los insurgentes al lograr la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y una mayoría imbatible en el Senado y en iguales instancias estatales y municipales en las 32 entidades federales.

Hubo lágrimas de la señora Piña y sus consortes de la Suprema Corte de Justicia y el Tribunal Electoral, pero por la impotencia de que poder detener la avalancha democrática de la transformación, y de no poder seguir siendo un instrumento al servicio de las peores causas, ni poder continuar con sus privilegios que les permitían vivir mejor que sultanes y califas en un mundo de injusticias, desigualdades, abusos y miserias.

Si acudiéramos a la expresión bíblica de la última frase pronunciada por Jesús en la cruz “Consumado es” (Tetelestai en arameo) podríamos asegurar que el México de López Obrador, el país de los prolegómenos de la Cuarta Transformación y hacedor de cimientos, cumplió su misión con el derribo de ese gran obstáculo que era el Poder Judicial, la piedra de traba por cual no se pudo avanzar más desde diciembre de 2018, y el motivo por el que aún quedan muchas injusticias por reparar, como el asesinato de los 43 normalistas de Ayotzinapa y el que no se pudieran juzgar como merecen al menos cinco ex presidentes que entregaron a México y su riqueza al capital extranjero, incluyen el petróleo, la minería en general, la agricultura y hasta el agua.

Les duele mucho a Piña y sus magistrados “perder” los casi mil millones de dólares de 13 fideicomisos que ahora dejan de estar administrados por ellos en asuntos personales, y que sea el pueblo, y no los partidos, quienes elijan a sus integrantes, que se les recorte el tiempo en el cargo, y que no puedan ganar sueldos ni prestaciones que eleven sus ingresos por encima del presidente de la nación. Se acaba la vida de maharajá y comienza la de faquir, aunque a ellos ni las afiladas puntas de los clavos les entran en su dura piel.

Pero a los efectos estratégicos sus “pérdidas” materiales son pecatta minuta aunque signifique mucha plata. Lo que duele mucho y preocupa más a los conservadores es el futuro, la pauta que México está marcando en la época de cambio sin la cual es imposible el cambio de época que ya casi todos los teóricos en el mundo reconocen como irreversible pues el mundo no puede continuar como está.

Hay una batalla de ideas muy grande y tensa, aunque todavía demasiado opacada por las propias circunstancia de esa lucha entre lo nuevo que no acaba de nacer y lo viejo de perecer, lo que los teóricos materialistas dialécticos llaman unidad y lucha de los contrarios.

¿Qué y cómo es lo que va a venir? Ni Salmón podría decirlo, salvo que no es ni el capitalismo que conocemos hoy ni el socialismo del que se habla y nunca se ha concretado. Pero de que la Tierra se mueve, no hay dudas, y eso aterra a muchos, incluso más que a aquellos navegantes antes de Cristóbal Colón cuando se consideraba que después de la mar venía el abismo porque el planeta era plano.

Hablando de forma terrenal –que es como se deben ver los procesos sociales- no se debe asegurar como han definido algunos periodistas, que el Grito de Dolores de la noche del 15 en el Zócalo, fue el adiós de Amlo. Les duela o no, López Obrador llegó para quedarse. No estamos hablando del hombre, sino del pensador, y todo lo que hizo es para que este camino del nuevo México Insurgente, realmente comience ahora, como insiste la presidente electa Claudia Sheinbaum cuando define a su gobierno como un segundo piso de la Cuarta Transformación.

Hay una batalla de ideas muy grande y tensa, aunque todavía demasiado opacada por las propias circunstancias de esa lucha entre lo nuevo que no acaba de nacer y lo viejo de perecer”
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