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Marcela Ríos: ‘Venezuela apuesta por la vía institucional para una mejoría democrática y eso tiene que ser apoyado por los países vecinos’
- 25/07/2024 00:11
- 24/07/2024 20:03
Algunos analistas ubican el 2024 como un año de “súper ciclo electoral” para las Américas, con comicios en países como México, Venezuela, EE.UU. y Panamá. Convocatoria con las urnas en momentos en que los ciudadanos esperan soluciones concretas a sus problemas, al tiempo que parece avanzar una deriva autoritaria en la región, lo que obliga a repensar los modelos democráticos del continente.
Una discusión que a juicio de la doctora en ciencias política y exministra chilena, Marcela Ríos Tobar, debe darse si queremos evitar una mayor degradación institucional en nuestros países. La directora para América Latina y el Caribe del Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA Internacional), habló con La Estrella de Panamá sobre el pulso político de una región dominada por la incertidumbre.
Tenemos un balance positivo. Las elecciones en general se han realizado de manera pacífica y con relativa transparencia. A diferencia de la tendencia permanente de alternancia, hemos tenido algunos procesos importantes donde se ratificaron coaliciones de gobierno (México y República Domincana). También terminamos con un mapa ideológico balanceado, tenemos gobiernosN del centro, izquierda, derechas e incluso más de extrema derecha (...) la dimensión de derechos y Estado de Derecho son ámbitos que se están deteriorando a lo largo de la región y no sólo en países que han tenido derivas autoritarias, eso es algo que nos preocupa. Vemos una tendencias regional de cuestionamiento a la integridad electoral, no porque los órganos electorales no tengan capacidad para organizar elecciones, sino que los actores políticos han impulsado cuestionamientos a la legitimidad del proceso.
Se mantiene un apego normativo al ideal de que la democracia es la mejor forma de gobierno, cierto que ha disminuido la proporción, pero se mantiene alto. Aunque si hay un deterioro profundo respecto de la evaluación de la democracia, una insatisfacción respecto de su funcionamiento. Preocupa sobremanera que cada vez más tenemos a más latinoamericanos diciendo que estarían dispuestos a apoyar un gobierno autoritario en ciertas condiciones y eso es ciertamente una luz de alerta muy relevante, creo que ahí estamos en algún sentido en un retroceso, quizás perdiendo la pelea respecto de la defensa de la importancia de la democracia para nuestras sociedades.
El descontento de la política y su calidad se traspasó al régimen de gobierno y a la democracia. O sea, hay un descontento con la corrupción de las instituciones, con la ineficacia de los gobiernos para disminuir pobreza o para mejorar las condiciones económicas y de seguridad. Ese descontento con un gobierno particular o con un partido, los ciudadanos lo asimilan hacia el régimen de gobierno y la democracia. Ahí hay un desafío porque no necesariamente el contrafactual de estaríamos en mejores condiciones en una dictadura, es real. Tampoco nos aseguran que un gobierno dictatorial va a ser más eficaz.
La democracia en todo el mundo está tensionada y requiere ser repensada siempre. La democracia es un proyecto que está en permanente construcción, nunca hay una democracia que esté terminada o que sea perfecta (...) hay una tensión con ciertas posturas populistas de derecha e izquierda que cuestionan los contrapesos y tratan de debilitar a los órganos autónomos.
Eso es un problema recurrente en América Latina, hoy en día la inmensa mayoría de gobiernos en la región son de minoría. Tenemos una creciente fragmentación del sistema de partidos, algo que también viene ocurriendo en Panamá en el sentido de que pasa de un sistema bipartidista a tener varios partidos. Creo que no hay un problema de legitimidad de origen porque esas son las reglas del juego y si las reglas del juego se aplican apropiadamente, acá no hay problemas de legitimidad de origen (...) tú no puedes ganar con minoría y pensar que representas a la mayoría, tienes que reconocer que hay otros actores representados y buscar formas de establecer puentes de negociación. Lo segundo es la segunda vuelta electoral, con sus efectos positivos y no tan positivos.
Es un tema recurrente en América Latina hemos avanzado en tener mejores sistemas de regulación y muchos países han introducido financiamiento público para los partidos y las campañas justamente para mejorar el equilibrio en la competencia porque tenemos sectores que han tenido históricamente un acceso privilegiado al financiamiento privado, eso genera distorsiones para la democracia. (....) históricamente estábamos preocupados del dinero de los sectores empresariales financiando la política o el uso recursos públicos con fines político electorales, pero hoy día tenemos una tercera dimensión de este problema que se suma a esas dos que no necesariamente hemos resuelto bien, la penetración del dinero ilícito, y eso desde México, Centroamérica, el Cono Sur, Ecuador, Costa Rica. Necesitamos mejorar muchísimo más nuestros estándares de regulación y fiscalización.
Creo que implica una mejor regulación y una coordinación de los sistemas de control financiero que no pasa solo por los órganos electorales o sea, nosotros necesitamos sistemas de aduanas, impuestos y control de lavado que este coordinado con los órganos electorales. Usar las nuevas tecnologías del Big Data y la inteligencia artificial para poder hacer un contrachequeo de flujo de recursos. No significa solo avanzar a más recursos públicos.
No hay un solo modelo que es perfecto, nosotros no promovemos un solo modelo. Vemos que hay modelos de financiamiento público que funcionan bien, otros de financiamiento mixto que también funcionan bien, incluso algunos de financiamiento privado si están acompañados con fiscalización robusta con un Estado de Derecho que funciona con un Poder Judicial con controles. Con el dinero privado, lo que tenemos que asegurar, es que hayan límites y controles con transparencia, que todos los ciudadanos puedan saber de dónde provienen esos recursos.
Vemos con mucha preocupación ese caso, se ha instalado en el relato y el discurso de América Latina de que de que hay un modelo exitoso para combatir la criminalidad y que a cambio de ese éxito se requiere infringir derechos, creo que hemos hablado mucho menos del deterioro democrático en El Salvador, que es real. Allá se ha modificado unilateralmente el sistema electoral para favorecer al partido de mayoría, se hicieron reformas que favorecieron al partido gobierno y la oposición quedó totalmente ausente en un Congreso sin contrapeso. Las designaciones en la Corte Suprema, en todos los órganos de contrapeso, están dominados por el gobierno, hay un socavamiento muy radical al Estado de Derecho en términos de acceso a la justicia, el debido proceso, el derecho a la defensa (...) respecto del control de la seguridad es totalmente entendible que los ciudadanos aspiren a vivir una vida libre de criminalidad, el punto es de que manera ese modelo es efectivamente eficaz para ser trasplantado a otros países. El 2% y 3% de la población salvadoreña está encarcelada, eso en un país como Brasil o Colombia sería una política imposible, tú no puedes tener en esos países esa cantidad de personas encarceladas, la cantidad de recursos públicos que hay que gastar para construir cárceles, pagar mantenimiento, funcionarios y el problema del hacinamiento. Creo que estamos viendo que queremos soluciones fáciles para problemas complejos.
Totalmente, el problema es que las personas en general creemos que cuando hablamos de restringir derechos, pensamos que eso va a afectar a otros, o sea pensamos que cuando se habla de respetar derechos,se habla de respetar los derechos de los delincuentes. Los ciudadanos no se dan cuenta que infligir derechos implica perseguir a la prensa, exiliar periodistas, que también mi hijo adolescente puede ir caminando a una fiesta en la calle en la noche y ser tomado detenido sin ninguna causa. Siempre pensamos que esto es algo que afecta a los demás y que no me afecta a mí, lo problemático del deterioro democrático es que cuando nos damos cuenta que nos está afectando es tarde. La tarea de las y los demócratas es hacer conciencia de lo que significa en realidad restringir derechos. Reconozco que estamos en algún sentido perdiendo la batalla con la discusión en América Latina, porque solo se muestran ejemplos exitosos autoritarios y no ejemplos democráticos de combate a la delincuencia.
Los casos de Medellín y Bogotá de las últimas 20 años son ejemplos, de Medellín en articular, son ejemplos virtuosos de combate de la delincuencia, disminución de los homicidios y la criminalidad sin estados de excepción, sin infringir derechos ni persecución de la oposición o cerrar medios ni perseguir la libertad de expresión (...) tenemos que tener claro que combatir la criminalidad no puede ser a costa de hipotecar nuestras democracias porque una vez que perdemos la democracia no sabemos cómo se recuperan, como en Venezuela.
Hoy en América Latina la amenaza principal no es un golpe de Estado, una guerra civil o una invasión extranjera como en la historia panameña, la principal amenaza de la democracia son el deterioro de a poco como en Venezuela y Nicaragua, y lo que está ocurriendo en El Salvador. Fueron pequeñas reformas y pasos que se van dando para restringir derechos, como cambiar las reglas electorales, cortar los poderes judiciales. Venezuela tiene un deterioro en todas las dimensiones: representación, participación derechos y estado de derecho. Entonces estamos frente a un proceso electoral que se da en condiciones muy lejanas a lo que nosotros aspiramos para elecciones limpias y justas, una cancha que nos está pareja, un árbitro que no es imparcial, donde se han puesto todo tipo de obstáculos para una competencia efectiva. A pesar de todo eso yo quiero también poner la nota optimista, y es que la oposición ha logrado mantenerse unificada y han apostado a la democracia, al igual que la ciudadanía venezolana. Están apostando por la vía institucional para una mejoría democrática. Creo que eso es muy importante y que es algo que tiene que ser apoyado por todos los actores internacionales y países vecinos.
Creo que quizás una de las peores cosas que puede ser el resultado de este proceso mantener el status quo. Que todo cambie para que nadie cambie al final. Creo que los ciudadanos venezolanos esperan un cambio, pero es una posibilidad real de que los actores de gobierno de oposición no reconozcan. Para evitar eso hay dos fórmulas, una acción activa de la sociedad civil venezolana, que tiene que estar vigilante del proceso de observación y movilización información paralela, también los medios de comunicación independiente que puedan estar informando. Y lo segundo el rol de la comunidad internacional, en Venezuela no tenemos órganos con total autonomía del gobierno que puedan jugar un rol de esa naturaleza, pero sí creo que hay un espacio para que la comunidad internacional pueda estar vigilante y tener un rol activo.
Este caso muestra que necesitamos fortalecernos nuestros órganos regionales de gobernanza (...) espero que esta vez tanto la OEA como Naciones Unidas y la Unión Europea puedan tener un rol más activo. También que los países vecinos tengan mayor liderazgo con mediación de Colombia, Brasil o Panamá, países que pueden estar cerca de Venezuela podrían tener un rol trascendental.
Necesitamos fortalecer los sistemas de protección social. Es cierto que necesitamos crecimiento para generar empleo, pero eso no basta, lo tenemos demostrado, países que han tenido altos niveles de crecimiento como Panamá o Perú, pero no se disminuye la desigualdad. Hay que fortalecer los sistemas de protección social, los sistemas de salud y educativos, reducir las brecha de ingresos entre hombres y mujeres (...) esas son agendas prioritarias para la ciudadanía y que requieren grandes acuerdos y gobierno disponible para hacer transformaciones. o podemos seguir haciendo lo mismo y esperar resultados distintos.