La reunión de este miércoles 13 de noviembre en la Casa Blanca entre el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario electo, Donald...
- 16/12/2023 00:00
- 15/12/2023 18:15
“Aquí se presentan los resultados de la investigación realizada por Heródoto de Halicarnaso. El propósito es evitar que las huellas de los acontecimientos humanos sean borradas por el tiempo y preservar la fama de los logros importantes y notables producidos tanto por griegos como por no griegos...”
Con estas palabras el padre de la historia inicia su famosa obra Historias. La obra de Heródoto es considerada la piedra angular de la historia occidental. En nueve tomos, Heródoto describe las guerras entre las alianzas de griegos y persas, y los conflictos entre las ciudades-estado griegas durante la antigüedad. De Heródoto aprendemos sobre los sucesos en Troya, Maratón, las historias de Leónidas y la batalla de Termópilas, entre muchos otros hitos de la historia antigua. A pesar de sus esfuerzos, parte de las historias de Heródoto no están presentes en el imaginario de nuestros líderes. Para los incautos, las huellas de la historia son un mero relieve en el complejo camino hacia el precipicio al cual nos dirigimos. La batalla de 300 Campeones, librada en el año 546 a.C. (aproximadamente), debería ser una lección clara para Putin y Biden: una tregua con dos vencedores siempre será el preludio de una destrucción evitable. Una simple revisión de lo acontecido en la batalla de Sepea, 494 a.C., pudiese informar a los líderes de EE.UU. y la UE, y de seguro también justificar en cierta medida las acciones de Israel en Gaza.
En el siglo V a.C., las ciudades-estado de Esparta y Argos dominaban el Peloponeso. El epítome de la rivalidad geopolítica: rojos contra azules. En 546 a.C., Esparta decidió invadir los territorios de Argos en Tirea. Las planicies de Tirea eran las más fértiles de toda Grecia, así como Ucrania hoy es la “canasta del pan” del mundo moderno. Tras la invasión, los argivos hicieron marchar a cerca de 10.000 hoplitas al encuentro de alrededor de otros 10.000 espartanos. Los líderes de Esparta y Argos, en su inmensa sabiduría y pizca de soberbia, acordaron enviar cada uno sus 300 mejores combatientes para combatir hasta la muerte. Tanto Argos como Esparta estaban confiados en sus campeones, y que el pacto les sería beneficioso y además ahorraría la muerte de miles de sus soldados. Los 300 campeones espartanos y los 300 campeones argivos se encontraron en los campos de Tirea, mientras los ejércitos se retiraron a sus ciudades-estado para garantizar los términos del combate. La batalla se extendió hasta horas de la noche. Bajo la escasa luz de las estrellas, Alcenor y Chromios, dos campeones argivos –aun de pie gracias al soporte de sus lanzas– celebraron ser los únicos dos sobrevivientes en el campo de batalla. Los argivos cojearon de regreso a Argos y anunciaron su victoria. En el campo de batalla, sin embargo, el espartano Othryades aún se aferraba a la vida. Tras recuperar sus fuerzas evidenció que era el único soldado sobreviviente, y cojeando regresó a Esparta para anunciar su victoria. Tras anunciar la victoria espartana, Othryades, siendo el único sobreviviente de su unidad militar se suicidó, como era costumbre.
Los argivos mantuvieron que sus campeones resultaron victoriosos, mientras que los espartanos insistieron que su soldado retuvo el campo de batalla y no murió por manos de un argivo. Ambas ciudades-estado perdieron a sus mejores combatientes. Irritados por los alardeos de Esparta y su falsa victoria, Argos envió a su ejército entero a atacar a Esparta. Esparta venció el segundo encuentro y retuvo el control de Tirea.
La primera lección y analogía que las Historias de Heródoto nos asoma con el relato de la batalla de Campeones es que en la geopolítica todo se vale y el poder es el objetivo. Hace 2.500 años, Esparta invadió Tirea por ser tierra fértil y tener una ciudad portuaria. En 2022, Putin invadió Ucrania por las mismas razones. Por su parte, EE.UU. ha intervenido militarmente en más de 200 ocasiones desde 1945. En la geopolítica, a la larga, no hay buenos y malos, existe solo el poder. Winston Churchill una vez dijo: “la historia será amable conmigo porque tengo la intención de escribirla”... Y así fue para Churchill, como lo fue para los espartanos. A pesar de haber aparentemente perdido la batalla de Campeones en una batalla balanceada, Esparta reescribió la historia. Y convirtió una mentira, una deshonra, en un legado mítico. Hoy hablar de 300 espartanos no es lo mismo que hace 2.500 años. Hoy hablar de Putin y de Rusia, no es lo mismo que el 24 de febrero de 2022 ni en marzo de 2014 ni lo será en 2030. Todo dependerá de la voluntad de escribir la historia.
La segunda lección que nos deja Heródoto con la batalla de Campeones se refiere a la soberbia o equivocada confianza en la fortaleza de tu virtud o potencia de tus capacidades. Los líderes tanto de Argos como de Esparta tenían tal confianza en sus campeones, que arriesgaron sus mejores fichas seguros de una victoria. Por un lado, Putin sobreestimó sus fuerzas militares, pensando que podría tomar Kiev en cuestión de días. De igual manera, occidente sobreestimó las capacidades del ejercito ucraniano, y sus propios equipos de guerra, al pensar que podrían repeler a las fuerzas rusas del este de Ucrania. Tanto rojos como azules no pusieron el peso entero de su convicción, confiando en una falsa superioridad. Esa soberbia tiene ahora a Zelenski y Biden rogándole al congreso de EE.UU. por más fondos para financiar la guerra en Ucrania. Y en el viejo continente, la Unión Europea le entrega a Viktor Orban, la oveja negra del bloque, más de 10.000 millones de euros a cambio de su voto en apoyo a Ucrania. Del otro lado de la moneda, Putin, quien quiso ser zar, ahora se tiene que igualar al régimen iraní y a la deidad de Corea del norte para suministrar municiones y drones a sus fuerzas en el Donbas.
La lección más importante que nos deja Heródoto con la batalla de Campeones es no cometer el error de creer en falsas treguas, donde ambas partes pueden llamarse vencedores. Ya en los cuartos oscuros y ahumados de Washington D.C. y Bruselas se asoma la idea de un fin del conflicto en Ucrania con una tregua. Desde el mes de noviembre altos oficiales del gobierno de Biden han, bajo anonimidad, delatado que junto con la UE, ya han abierto conversaciones con Zelenski para avistar un fin negociado del conflicto. El objetivo de Kiev de recuperar Crimea, Luhansk y Donetsk será imposible de lograr sin el apoyo total de la OTAN. Y si hay algo que los argivos debieron aprender durante la batalla de Campeones, y occidente debería de recordar hoy, es lo importante de eliminar por completo una amenaza existencial. No importa qué tan herida está la bestia salvaje, un solo garrotazo desesperado puede ser mortal.
Esta última lección es la más importante. Más allá del bien y el mal, el liberalismo no puede coexistir con actores iliberales. Ha sido el caso con el bloque comunista en la guerra fría, con Rusia y China en el siglo XXI. Ha sido el caso con las facciones iliberales fascistas en Europa y las socialistas en América Latina. Todas suponen pobreza, represión interna y conflictos externos. Mientras que el liberalismo, la democracia y el libre mercado han sido un éxito donde fueron adoptados, como en Japón, Corea del sur, Alemania del este, etc.
Argos cometió el error en la batalla de Campeones de no eliminar al enemigo en su totalidad. Unos 50 años después de que Esparta conquistase Tirea, las túnicas rojas avanzaron y en la batalla de Sepea terminaron por derrotar al ejército de Argos, dominando así el Peloponeso. Más de 6.000 argivos murieron en la batalla de Sepea.
El Adviento de 2024 no solo será el inicio cronológico de un nuevo año, sino también de una contraofensiva de los rojos. En Ucrania veremos artillería iluminar las gélidas noches de un invierno infernal. En el medio oriente se iniciará la segunda fase de la guerra contra Israel, una guerra híbrida que busca destruir físicamente un Estado y moralmente a sus ciudadanos. Recordemos lo que dijo Churchill sobre escribir la historia: El 7 de octubre Israel fue atacado, pero el 7 de diciembre Israel es el enemigo del mundo.
En América Latina, el Esequibo estará bajo amenaza constante, el iliberalismo se asentará en El Salvador. Todo mientras en Pekín, Xi Jinping espera su oportunidad para escribir su historia.
La historia la escriben los vencedores. Y, por lo tanto, como dijo el filósofo griego Epicurus: “es una locura que un hombre ore a los dioses por lo que tiene el poder de obtener por sí mismo”.