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El bukelismo en Panamá: La importación de un nuevo caudillismo autoritario en América Latina
- 22/12/2023 08:25
- 22/12/2023 08:19
Voces inocentes, la galardonada película que narra la realidad de la sanguinaria e inhumana guerra civil salvadoreña, es un importante punto de partida para comprender las dimensiones sociales y económicas que llevaron al “pulgarcito de América’’, a sumergirse en un conflicto interno desde 1979 hasta 1992, cobrando la vida de casi 100.000 salvadoreños, en una guerra entre las fuerzas armadas de dicho país (FAES), enfrentadas al frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), una alianza de cinco grupos guerrilleros fundado en la década de 1980.
La película explica la forma en que los niños de 12 años eran reclutados ya sea por el ejército o por la guerrilla, separados de sus familias y entrenados en el manejo de armas, en medio de un clima de violencia y crueldad.
La guerra civil llegó a la capital salvadoreña, algunos historiadores hasta la fecha explican que el liderazgo del FMLN se vendió a pesar de tener todo a su favor para alzarse con la victoria.
Luego de la guerra civil, El Salvador atravesó una época de bipartidismo, cuatro gobiernos consecutivos de ARENA desde 1989 hasta 2009 precedidos por dos gobiernos del FMLN, ahora como partido político en democracia, desde 2009 con el periodista Mauricio Funes, hasta el año 2019 con Salvador Sánchez Cerén. Durante este período aparece una nueva figura dentro del FMLN, el joven Nayib Bukele, quien fue elegido alcalde de Nuevo Cuscatlán en 2012 y luego alcalde de San Salvador en 2015, ambos cargos los ocupó bajo la bandera del FMLN.
En 2019 Bukele gana las elecciones a la Presidencia e iniciando un estilo de gobierno que ha afectado de forma positiva a la población, sobre todo enfrentando la inseguridad en uno de los países de mayor violencia del mundo, y es que producto de la militarización de las generaciones de niños y adolescentes durante la guerra civil, una vez terminada la guerra, la escalada de violencia militar se convirtió en pandillerismo por medio de las llamadas “maras” que llenaron al país de dolor, creando olas de crímenes e incluso llegando a controlar o monopolizar la violencia en ciertas partes del territorio salvadoreño.
En este cuadro de violencia incontrolable entra Bukele con un modelo de gobierno que en primer lugar centralizó el poder en su figura, tomando el control de la Asamblea Nacional, así como del Poder Judicial. Cada vez se aprobaron más leyes que otorgaron control del presupuesto y de las decisiones al presidente Bukele, que goza de gran nivel de aceptación entre sus coterráneos.
Otra expresión del método político de Bukele es dejar a un lado los postulados de la Constitución para, por ejemplo, lanzarse nuevamente como presidente para un nuevo período.
El bukelismo no es una ideología social o democrática basado en objetivos sociales o participación social.
El bukelismo podemos definirlo como un método de gobierno.
Para la politóloga Benedicte Bull, profesora en el Centro de Desarrollo y Medio Ambiente de la Universidad de Oslo, quien dirige la Red Noruega de Investigación sobre Latinoamérica, “El método es simple y, a la vez, técnicamente avanzado. No se trata de visiones de desarrollo social con objetivos, principios y planes. El principio rector es retener y fortalecer el poder del presidente Nayib Bukele y su círculo íntimo asegurando en todo momento mantener su fuerte popularidad. Bukele ha monopolizado el poder. Cualquiera que desafíe el poder de Bukele corre el riesgo de ser blanco de campañas de desprestigio que lleva a cabo un ejército de asesores de comunicación y troles. Y, en lugar de contratar a empleados de El Salvador, ha contratado a “mercenarios políticos” venezolanos. En 2024, Bukele buscará la reelección, a pesar de que está prohibido por la Constitución y más del 90% de los salvadoreños dice que votarán por él.
En cuanto al método de comunicación política institucional de Bukele, la mencionada politóloga añade: “El bukelismo gobierna por popularidad a través de la monitorización constante de las opiniones de los salvadoreños, tanto de los que viven en El Salvador como de los que viven en Estados Unidos, y que tienen derecho a voto. La estrategia de comunicación se ajusta continuamente en función de las tendencias en las redes sociales y las encuestas de opinión. Asegurar el apoyo y mejorar la imagen de El Salvador en el extranjero son los objetivos centrales, El Salvador tiene ahora el mayor número de presos por cada 100.000 habitantes del mundo y, recientemente, Bukele inauguró la nueva cárcel gigante del país que tiene una capacidad para 40.000 personas”.
Es comprensible pensar que su gestión es positiva por los datos que indican los niveles de seguridad y estabilidad que emanan de su gobierno, pero también debemos comprender que Bukele gobierna uno de los países más violentos del mundo y pensar o desear que un político asuma una similar metodología en Panamá es desconocer por completo las realidades del constitucionalismo moderno y de la necesidad de la separación de poderes, y límites al poder del Órgano Ejecutivo, necesarias para una democracia participativa.
Fujimori en el Perú también puso fin a la violencia de Sendero Luminoso, de la cual fui testigo durante los años en que viví en Lima. Ni Belaunde Terrya ni Alan García fueron capaces de lograrlo: sin embargo, a pesar de que Fujimori fue necesario para esa coyuntura en particular, eso no lo convierte en un modelo a seguir.
El caso de Bukele es similar en ese objetivo de poner fin a la violencia, pero tiene muchas aristas que lo hacen especial, y pretender otorgar tanto poder a una persona es sencillamente volver la mirada a los gobiernos monárquicos y aquellas épocas donde se dependía del humor o la buena voluntad del gobernante. Qué peligro.
Pretender un Bukele en Panamá es sencillamente una expresión de ignorancia en las necesidades reales de nuestra democracia, a la cual le hace falta justamente poner control verdadero al presidencialismo abismal que tenemos en Panamá, y estimular la rendición de cuentas de los gobernantes. Pienso que en parte, una de las realidades sociales que nos tiene en esta situación es la falta de formación ciudadana de la clase media panameña debido a una ausencia del énfasis de civismo y valores democráticos dentro del sistema educativo. Esto es caldo de cultivo para el arribo del “bukelismo” como método de gobierno.
En una ocasión le preguntaron al gran Roberto Gómez Bolaños, por qué no tuvo hijos con su esposa Florinda Meza, a lo que Chespirito respondió con esta anécdota. En cierta ocasión una famosa y hermosa actriz se le acercó a Winston Churchill, con la idea de que deberían casarse y tener hijos ya que, con la belleza de ella y la inteligencia de él, sus hijos serían invencibles, a lo que Winston Churchill respondió, ¿y qué tal si salen al revés.
Similar respuesta le daría a los ‘“bukelistas”’ panameños, que tal si su Bukele panameño llega al poder con un discurso similar para luego centralizar y monopolizar el poder, acabar con la Constitución y convertirse en un dictador, o sencillamente gobernar a espaldas de la ciudadanía.
Panamá no es El Salvador, nuestros problemas no son los mismos, los niveles de violencia y pandillerismo no son similares, los problemas de la democracia deben ser resueltos con más democracia, institucionalidad y educación, no con príncipes o caudillos en el nuevo milenio.
Pero como resulta difícil pensar en las reformas que nuestra democracia requiere y peor aún, en el proceso necesario para alcanzarlas, es más sencillo desear un nuevo caudillo que venga a poner orden.
Esperemos que los panameños tengamos clara cuál es la tarea pendiente y dejemos de desear que surja un nuevo líder carismático que prometa que él o ella, son la solución a los problemas comunes que tenemos, lo cual significaría la importación de un nuevo caudillismo autoritario en América Latina.