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Los cobardes que huyeron de la guerra y la reconstitución del proyecto europeo
- 30/09/2022 00:00
- 30/09/2022 00:00
Más de 200 mil rusos han huido de Rusia desde que el presidente Vladimir Putin anunció la movilización parcial de los reservistas del ejército. Más de 12 kilómetros de tráfico esperan unos para poder huir hacia el país vecino, Georgia, mientras que otros intentan escapar hacia Finlandia o Kazajistán. Aquellos que cumplieron servicio militar comenzaron a recibir notificaciones de reclutamiento obligatorio.
Las opciones para aquellos dentro la edad de conscripción son tres: huir, 10 años de cárcel en Siberia o rendirse a ser carne de cañón en la guerra de Putin por destruir Ucrania. La desesperación.
El aparato propagandístico del Kremlin califica de cobardes y traidores a aquellos rusos que huyen del “deber”, aquellos que huyen de los fuegos de la guerra. Dentro del imaginario de la Rusia de Vladimir Putin, esa Rusia que existe aún en el corazón de más del 60% de la población, huir del sagrado deber de defender la madre patria es una deshonra. Sin embargo, fue la cobardía de los líderes de occidente la que obligó a la juventud rusa, y a la ucraniana también, a sufrir nuevamente las atrocidades de la autocracia y el legado comunista de la Unión Soviética. Por más de dos décadas el liderazgo de la Unión Europea, Francia y Alemania principalmente, huyó cobardemente de las afrontas autoritarias del régimen de Vladimir Putin. La guerra en Ucrania generó un conflicto de liderazgo a lo interno de la Unión Europea.
Debemos recordar que el proyecto ambicioso de la Unión Europea se consolidó alrededor del compromiso y peso de la economía industrial de Francia y Alemania. En particular el liderazgo político de Alemania, su peso económico en la zona Schengen, ha logrado mantener el bloque europeo cohesionado y aumentar su membresía de los 6 países originales a los 27 del presente. Alemania, por ejemplo, tras la crisis financiera de 2008 lideró al continente a una recuperación económica. Igualmente, en materia moral, Alemania lideró al continente sentando un precedente para la asimilación de migrantes del norte de África y el medio oriente, tras las incursiones yihadistas del Estado Islámico en el mundo árabe de 2013 en adelante (aceptando más de 800 mil migrantes regularizados durante el gobierno de Angela Merkel). Y en su respuesta a la pandemia, el sistema alemán no colapsó. A pesar de estos hitos de liderazgo, Alemania y Francia paulatinamente aumentaron sus nexos económicos con Rusia desde principios de la segunda década del siglo XXI. Esta cercanía con el Kremlin ocurrió a pesar del ciberataque del Kremlin a Estonia en 2007; a pesar de la invasión rusa de Georgia en 2008 y la subsiguiente anexión de territorios a la Federación Rusa; a pesar del apoyo militar de Putin a las fuerzas de Bashar Al-Assad en Siria; a pesar de la invasión de Ucrania en 2014 y la anexión de Crimea a Rusia; a pesar de las interferencias electorales y campañas de desinformación desde 2016 en EE.UU. y Europa; a pesar del envenenamiento de Navalni en 2020... entre otros abusos del Kremlin.
Es más, podría argumentarse que la Unión Europea, liderada por Alemania y Francia, compró la estabilidad del bloque europeo con los ahorros y la industrialización acelerada facilitada con la compra de gas natural ruso a bajos precios. Para inicios del siglo, la Unión Europea había logrado reducir su dependencia de gas ruso de 75% en 1990 a 40% en 2000. Para el año 2007, 20% de las importaciones de gas provenían de gas natural licuado de Nigeria, Egipto, Trinidad y Catar, y otro 40% de las importaciones de gas provenía de otros países, como Noruega. La sabiduría de la reducción de la dependencia energética de la Unión Europea con Rusia dejó de ser un tema prioritario en el bloque regional luego de la crisis económica de 2008. Desde entonces, el Gobierno alemán más bien construyó dos nuevos oleoductos para importar de manera directa, y circunvalando a Ucrania como país de tránsito, gas natural de Rusia.
Hoy los berlineses se enfrentan a tarifas eléctricas 175% más altas que el invierno pasado y apagones en ciertas industrias, debido a los altos precios producto de la dependencia de energía de Rusia. Al menos cuatro fugas de gas que estallaron en las últimas 48 en los oleoductos Nordstream 1 y 2 vierten toneladas de gases a la atmósfera. Fugas que según la OTAN son producto de sabotaje ruso. Fugas que emitirán la misma cantidad de CO2 que emiten todos los automóviles en España en un año, antes que se pueda reparar. Hoy los polacos comparten su territorio con 5,4 millones de ucranianos refugiados recién llegados, y el resto del continente recibió cerca de 11 millones de refugiados de ese conflicto solamente. La cobardía del liderazgo europeo frente a las agresiones rusas durante las últimas dos décadas es tan absurda, que actualmente la Unión Europea ha pagado más de $26 mil millones a Rusia al mes por suministro de gas natural desde que empezó la guerra en Ucrania. Es tan absurda la cobardía del liderazgo europeo, que el bloque regional ha destinado más de $150 mil millones para enriquecer a Putin y su maquinaria de guerra durante 2022 en forma de pagos por energía, y solo $2,5 mil millones han sido destinados para brindar armas a Ucrania, o peor aún menos de $20 mil millones en asistencia total a Ucrania desde 2014 (durante la primera invasión rusa). Para al final quedarse sin gas ruso.
Esta absurda realidad desató un dominó del poder en la Unión Europea que terminará por reconstituir el proyecto que inicio en 1993.
Las complejidades políticas, y más aún de las políticas democráticas, han hecho de la guerra en Ucrania una tormenta perfecta para la supervivencia de los ideales de la Unión Europea. Por un lado, gobiernos como los de Polonia y los países bálticos han calificado la inacción de Berlín frente a la guerra como una mayor amenaza existencial que el retumbe de los cañones rusos que se escuchan desde sus fronteras. Por otro, los gobiernos de Italia y Hungría amenazan con resquebrajar la menuda unidad del bloque regional en sus sanciones contra Rusia. Y finalmente, desde Bruselas, la cúpula moral de la Unión Europea perdió la paciencia y la convicción, y llamó abiertamente a una reconfiguración de la constitución europea.
El partido oficialista de Polonia, Ley y Justicia, ya hizo su cálculo electoral de cara a las elecciones parlamentarias de 2023 y presidenciales de 2025. Para el partido oficialista, la enemistad histórica de Polonia con Alemania y la beligerancia contra los dictámenes de Bruselas serán la clave para la victoria. Hoy Polonia paga multas diarias de un millón de euros por no cumplir con los requisitos de la Unión Europea en materia de estado de derecho (derogar la ley que permite la destitución de jueces por parte del Ejecutivo) y no tiene acceso a €35 mil millones del paquete de recuperación europea. Según el partido oficialista de Polonia, ambas medidas son una afrenta a la soberanía nacional y un abuso de poder de la Unión Europea. A este discurso político se le une la realidad que Polonia y los países bálticos advirtieron a Bruselas y Berlín de la sobredependencia energética con Rusia y las hostilidades en la frontera este del bloque regional, años antes del conflicto actual. Polonia y los países bálticos son las naciones que más armamento y asistencia han brindado a Ucrania.
Por otro lado, el gobierno de Victor Orban de Hungría ya consiguió permiso para ser la excepción de la normativa europea. Hungría no se sumó al pacto de la Unión Europea de reducir la compra de hidrocarburos de Rusia en un 90% para finales de 2022, que se logró el pasado mes de mayo. Y los líderes del nuevo gobierno de derecha de Italia, Matteo Salvini, Silvio Berlusconi, y la misma Georgia Meloni, han sugerido el levantamiento de sanciones a Rusia, como mecanismo de negociación de una tregua en Ucrania y alivio económico para el sector energético en Europa. A pesar de ser dos plataformas políticas distintas, tanto Georgia Meloni, de Italia, como Victor Orban, de Hungría, son nacionalistas anti-Bruselas que además tienen vínculos importantes con el movimiento conservador internacional y quienes se verían empoderados vis-a-vis de más líderes de Europa, por una Casa Blanca republicana en 2024.
Ante la evidente desunión de la Unión Europea, Bruselas y Berlín tienen una decisión que tomar. La realidad es que la Unión Europea no puede convertirse en un actor geopolítico independiente, como pretende Ursula von der Leyen, sin incluir a Polonia y los países bálticos, que son su frontera al este. Y la realidad también es que el bloque regional no podrá mantener su integridad constitucional, si sigue permitiendo los abusos en materia de derechos humanos en Hungría y Polonia.
La cobardía de los líderes de Europa durante las últimas dos décadas se extiende al presente. Aún no hay una respuesta europea real a la amenaza de una Rusia desatada. Sin cambios bruscos de curso, la Unión Europea se dirige ineludiblemente al fracaso como sistema económico (por no tener la agilidad de respuesta y la obligatoriedad de la unanimidad en el proceso de decisiones) o a una especie de autocracia regional. El sufrimiento de los europeos y el sacrificio de los ucranianos puede ser tristemente reducido a las palabras de William Shakespeare, y es que “los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte; los valientes prueban la muerte solo una vez.”