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Hacer lo mismo con el mismo resultado
- 06/08/2023 00:00
- 06/08/2023 00:00
En Panamá, desde 1999 con la Ley de Igualdad de Oportunidades, tenemos muchos años de estar intentando impartir educación integral en sexualidad. Hemos pasado por la Ley 29 de 2002 de Adolescente Embarazada, la Ley 82/2013 contra la violencia hacia las mujeres, múltiples investigaciones y estudios, hemos suscrito las dos Convenciones sobre Derechos Humanos de las mujeres, otro intento fracasado en 2013 de promulgar la ley de educación integral en sexualidad y finalmente la Ley 302 de 2022, la más reciente. Ninguna ha logrado resolver el acuciante problema de embarazos precoces y no deseados, ni los abortos inseguros que terminan en morbilidad y muerte. Seguimos siendo el cuarto país de América Latina y el Caribe con mayor número de embarazos adolescentes, con una tasa del 67.2%. En términos globales, nuestra región ocupa el segundo puesto de embarazos adolescentes —solo por detrás de África.
A pesar de que se logró pasar esta última ley en 2022 sobre educación integral en sexualidad, el propio Ministerio de Educación, en vez de buscar pedagogos expertos y expertas para elaborar las guías de los docentes, éstas fueron consultadas y elaboradas por actores religiosos, no idóneos y sin la preparación científica ni pedagógica requerida para cumplir con el objetivo deseado, que es reducir los embarazos no deseados y evitar el contagio de enfermedades de transmisión sexual.
Las guías de pre media y media contienen actividades altamente sexistas, que profundizan las desigualdades entre hombres y mujeres. Tampoco se plantea la posibilidad de buscar orientación sobre la sexualidad de médicos o psicólogos. Se plantea la abstinencia como la única conducta que previene embarazos y enfermedades de transmisión sexual, sin mencionar los otros métodos. Es evidente que todas necesitan fortalecer sus contenidos en los principios básicos de los derechos humanos, con énfasis en los derechos sexuales y reproductivos, derechos de la cuarta generación. Como fueron elaboradas, contradicen la ley y deben ser descartadas por inservibles.
Adicionalmente, los ministerios de Educación, de la Mujer, de Salud, de Desarrollo Social y demás actores sociales deberán realizar actividades de información, educación y comunicación en este campo. El Ministerio de Salud debe garantizar que, en los lugares de difícil acceso, en donde no existan instalaciones de salud, las organizaciones no gubernamentales que hayan suscrito convenios de provisión de servicios de salud, sean las responsables de proveer los métodos de planificación familiar a usuarios que vivan en el área de influencia de dichas organizaciones.
¿Por qué ha pasado esto por tanto tiempo? Pues por hacer lo mismo, intento tras intento, y tener, por supuesto, el mismo resultado. En días pasados me mudé de casa y entre papeles (que nunca faltan), encontré un arrugado recorte de periódico de hace muchos años y de color tan amarillento, que denota los años que han pasado. Es un editorial, pero no pude discernir de qué periódico, ni saber si todavía el mismo está en impresión. Lo copio a continuación porque me parece apropiado como prueba de que, si no nos sacudimos el fundamentalismo que nos oprime, pronto llegaremos a ser el primer país de América Latina y el Caribe con mayor número de embarazos adolescentes. Vamos para atrás.
Con la Iglesia, de todas las denominaciones, hemos sido respetuosos y lo seguiremos siendo. Ese es nuestro norte, pero esta vez no vamos a compartir el criterio del obispo de Panamá, quien se opone a la aprobación de una ley sobre educación sexual porque asegura que es un tema exclusivo de los padres de familia. ¡Semejante ceguera!
La falta de educación sexual y las prácticas sexuales mal llevadas tienen a nuestros jóvenes y familias al borde de los hospitales y el cementerio. Este es el único país que para una campaña política como la del 2004, todos los candidatos a la Presidencia acordaron que esta iniciativa que adelantaba la Asamblea Nacional se archivara porque no pudieron defender los puntos de vista científicos y humanos y porque se llenaron de miedo ante la censura religiosa.
La Iglesia, que es madre y maestra, tiene una alta credibilidad y nadie pone en duda su preocupación por la sociedad, pero dejar el tema de la educación sexual solo en manos de las familias y que el Estado siga curando a los enfermos de VIH, viendo que las niñas cada día salen embarazadas con menos años y no hacer nada, es querer caminar de espaldas y confundir los roles del Estado y de la Iglesia.