Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
- 01/04/2009 02:00
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DOHA. Los moros invadieron y conquistaron gran parte de la península Ibérica a partir del año 711 antes de Cristo y, pese a su expulsión total en 1492, dejaron una huella racial y cultural indeleble. Tanto la lengua portuguesa como la española tienen una marcada influencia árabe.
Sin embargo, cuando los españoles y portugueses cruzaron el océano Atlántico para conquistar América, la estrecha conexión con el mundo árabe se perdió.
Más de cinco siglos después, la llegada de jefes de Estado sudamericanos a Doha para participar este martes de la II Cumbre de América del Sur-Países Árabes (ASPA) es un esfuerzo consciente de ambas partes para redescubrir al otro y forjar una relación que es hoy considerada una larga cuenta pendiente.
Para el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, esto es una prioridad.
“Es imperativo para los países de América del Sur lograr un real entendimiento con las naciones de Medio Oriente, con el mundo árabe, para que podamos establecer una relación no sólo comercial, sino también política y cultural, de manera que podamos ser libres de los lazos y decisiones de los así llamados países ricos”, dijo en entrevista exclusiva con Al Jazeera.
El esfuerzo de encontrar un terreno común con la región árabe refleja las nuevas prioridades latinoamericanas.
En los últimos ocho años, el mapa político de la región ha cambiado radicalmente. Los países más grandes de América del Sur, exceptuando a Colombia y Perú, tienen hoy gobiernos de centroizquierda. Desde el duro discurso del presidente Hugo Chávez en Venezuela hasta los más moderados Michelle Bachelet en Chile y Lula en Brasil, todos son firmes partidarios de un mundo multipolar, no dominado por una superpotencia ni un bloque de naciones industrializadas.
“Hace 10 años hubiera imposible pensar en una reunión como ésta entre árabes y América Latina o Sudamérica”, dijo Chávez.
“Ahora que los movimientos de izquierda han obtenido el poder político y lideran gobiernos en América Latina, esa posibilidad se abrió, porque antes nuestros gobiernos siempre se arrodillaban ante el Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos”, añadió.
Aunque están en lados opuestos del globo y tienen culturas y estructuras políticas muy diferentes, las dos regiones comparten experiencia colonial común.
Ante el cambiante mapa político y económico mundial, América del Sur y la región árabe intentan unir fuerzas para que sus voces tengan más peso, especialmente en foros multilaterales como el Grupo de los 20 (G-20) de países industrializados y emergentes, cuyos líderes se reunirán este jueves en Londres.
Brasil, centro neurálgico de América del Sur, cuenta con apoyo árabe para promover su candidatura para un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas. Si triunfa, el mundo árabe pasaría a tener un aliado en una puesto estratégico.
La ASPA es una creación del presidente brasileño, anfitrión del primer encuentro realizado en 2005 en Brasilia. Entonces era poco más que una declaración de buenas intenciones para fortalecer lazos, pero de todas formas fue un primer paso significativo.
“Nuestras relaciones son muy limitadas, muy pequeñas. Teníamos un intercambio comercial de 8.000 millones de dólares con el mundo árabe, y después de esa reunión, después de esa iniciativa de nuestro gobierno, nuestro intercambio ascendió a 20.000 millones de dólares”, señaló Lula.
Algo similar ocurrió con Argentina donde, en apenas tres años, las exportaciones de ese país a la región árabe saltaron de 1.800 millones de dólares a 4.500 millones, según el secretario general de la Cámara de Comercio Argentino-Árabe, Sattam Al Kaddour.
Todo esto no debería sorprender. Hay más de 20 millones de árabes y descendientes en América Latina, la mayoría en Sudamérica.
Solo en Brasil hay unos 10 millones, de los cuales alrededor de ocho millones son libaneses, esto es, más que la población del propio Líbano.
Argentina tiene unos 3,5 millones de habitantes de origen sirio y libanés, y el propio ex presidente Carlos Menem (1989-1999) es hijo de inmigrantes sirios.
Chile tiene la mayor comunidad de palestinos fuera de Medio Oriente, la mayoría cristianos emigrados de Beit Jala y Belén.
El primer éxodo ocurrió a mediados del siglo XIX, cuando Palestina estaba gobernada por los otomanos.
Tras la fundación de Israel en 1948, cuando cientos de miles de palestinos perdieron sus hogares, muchos árabes cristianos siguieron a sus ancestros a las Américas.
La mayoría se trasladaron a Chile, donde las montañas y el clima del valle central de Santiago les parecía familiar. Hoy, muchos chilenos palestinos son miembros prominentes de la comunidad política y empresarial.