“No dejo de oír a la gente pidiendo auxilio, su hilo de voz perdiéndose en la oscuridad y la silueta de un hombre en el techo de su coche alumbrada por...
- 20/11/2019 00:00
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Los más de trece años de gobierno de Evo Morales en Bolivia fueron interrumpidos tras el ultimátum -o si se prefiere el eufemismo “sugerencia”- de la cúpula militar; y en su reemplazo ha surgido la figura de la presidenta interina Jeanine Áñez, un personaje no exento de polémica y que en sus primeros días en el poder (y sin esperar a las nuevas elecciones que afirmó estaban por venir pronto) ha puesto en marcha importantes cambios tanto dentro del país como en lo que respecta a la política exterior de la nación andina.
Designada como presidenta interina con solo un tercio del apoyo parlamentario, Áñez arribó al palacio presidencial cargando una enorme Biblia mientras gritaba “la Biblia vuelve a palacio”; un acto simbólico, en tanto que la Constitución de 2009 hace Bolivia un país laico, sin embargo los cambios que ha emprendido la convencida cristiana no tienen nada que ver con el mandamiento del amor de Jesús. En primer lugar, posesionó al general Sergio Carlos Orellana Centellas en el cargo de comandante en jefe de las Fuerzas Amadas, en remplazo de Williams Kaliman (el que “recomendó” a Morales que dimitiera), según informó la cadena CNN.
Este y otros cambios no solo tienen como objetivo renovar la cúpula militar, con ellos la oposición busca asegurarse el apoyo del ejército en el futuro inmediato, el cual desde el pasado lunes 11 de noviembre, junto a la Policía, ha reprimido y detenido a manifestantes contrarios a lo que califican como “golpe de Estado”. Dichos choques han acontecido en la capital (La Paz), El Alto y otras ciudades bolivianas, reporta Telesur. La propia Áñez ha calificado de “hordas delincuenciales” a los manifestantes, sea cierto o no su calificativo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha informado que estas confrontaciones han provocado la muerte de más de 20 personas y dejado unos 700 heridos, cifra que puede incrementarse en los días próximos.
Uno de los centros de tensión fue la ciudad de Sacaba, en donde Thomas Becker, abogado de la Clínica Internacional de Derechos Humanos de Harvard, indicó que los muertos fueron todos por “impacto de bala”. En una entrevista con la agencia AFP, Becker indicaba que “todos con quien he hablado dijeron que (en las manifestaciones) no había ninguna persona civil con un arma”, lo que vendría a contradecir la imagen de vándalos que Áñez quiere vender de estos. El gobierno de Áñez ha incluso afirmado que los manifestantes se pegan tiros entre ellos para generar víctimas.
Lo cierto es que la CIDH ha calificado de “graves” esta desproporción en la violencia y ha condenado un decreto aprobado el 14 de noviembre por el Gobierno de Áñez, el cual fue divulgado extraoficialmente el sábado 16, que exime de responsabilidades penales a las Fuerzas Armadas en la conservación del orden público. Pese a ello, el ministro de la Presidencia, Jerjes Justiniano, afirmó que este decreto “no es una licencia para matar”.
Otro importante cambio fue el reconocimiento del Gobierno de Juan Guaidó en Venezuela, un hecho que era de esperarse luego de que Áñez recibiera el visto bueno de Estados Unidos, Brasil y Colombia, hoy aliados del gobierno de Guaidó. En un tuit la presidenta interina escribía al respecto: “Agradezco al Presidente de la República de Venezuela @jguaido por el reconocimiento a mi gobierno. Como Presidenta Constitucional de Bolivia le invito a designar al nuevo Embajador de Venezuela en Bolivia, quien será reconocido de inmediato por nuestro gobierno”. A esto se le debe sumar la salida de Bolivia del ALBA.
A su vez está su promesa de que “pronto” hará un llamado a elecciones generales, aunque sin especificar una fecha concreta. No obstante, dejó claro que aunque el partido Movimiento al Socialismo (MAS), del expresidente Morales, estaba invitado a participar en dichos comicios, recalcó que el líder indígena no estaba “habilitado para un cuarto mandato”, así como tampoco lo está el que fue su vicepresidente Álvaro García.
Otra alteración menor pero notable fue que el periódico oficialista ‘Cambio’, pasó a llamarse ‘Bolivia’, que ahora estará dirigido por la periodista Jimena Mercado, decisiones que al final buscan transitar hacia un nuevo horizonte ideológico, de la izquierda a la derecha. Eso sin contar con otros potenciales cambios, como la posibilidad del retorno de la DEA a Bolivia, expulsada en 2008 luego de un reporte de Wikileaks revelase que esta organización espiaba a Morales.
Ciertamente, la figura de Morales es ambivalente, pues dependiendo de la afinidad ideológica de cada individuo, él será visto ya sea como un líder visionario o como un dictador que abusaba del poder Ejecutivo para su propio beneficio, pero esta discusión se ha encargado de esconder la forma antidemocrática en la que Áñez arribó el poder. Como ya se mencionó, esta se convierte en presidenta interina apenas con el apoyo de un tercio del apoyo parlamentario (apenas 10 parlamentarios); a ello se suma que su coalición recibió poco más de 260 mil votos en las elecciones, lo que equivale al 4% del total de sufragios emitidos. En otras palabras, si no es por el respaldo de la cúpula militar, y el rechazo de la Central Obrera Boliviana a Morales, Áñez tendría ni siquiera suficiente apoyo popular para acceder a la posición en la que se encuentra.
A ello se suma que la Constitución boliviana establece que la línea de sucesión en caso de la renuncia del presidente -que primero debe ser discutida en el Parlamento- recae primero en el vicepresidente del Gobierno, luego el presidente del Senado y finalmente el de la Cámara baja. Como todas estas figuras renunciaron a su cargo en rechazo a la salida de Morales del poder, Áñez se postuló al puesto, además de que ningún miembro de MAS quería suplantar al que fue hasta no hace mucho su líder indiscutible.
Dada esta situación extrema el Tribunal Constitucional, encargado de velar por el cumplimiento de la Carta Magna, emitió un comunicado tras la proclamación de Áñez en el que apoyaba su investidura dada “la grave situación política y social” que atravesaba y aún atraviesa el país andino; se necesitaba urgentemente un líder para estabilizar al país. En otras palabras, el fin justifica los medios, aunque en el proceso se pase por alto las reclamaciones de la población boliviana que no acepta los cambios que se están llevando a cabo.
No obstante, es irónico (por no decir hipócrita) que los opositores -tanto de Bolivia como del exterior- apoyen ahora la decisión de un cuestionado Tribunal cuando su decisión se acopla a sus intereses, pero cuando este le dio la posibilidad a Morales de postularse indefinidamente al cargo de presidente en 2017 (luego que en 2016 un referéndum le impidiese volver a reelegirse), entonces allí sí es antidemocrático. Lo que supondría que la caracterización de un proceso de “antidemocrático” está sujeto al vaivén ideológico de quién ostente el poder.
Anti-indígena y fundamentalismo
Las polémicas de Áñez no terminan allí, en este caso el Internet no olvida y se han extraído tuits que revelan la posición que esta mantiene respecto a las comunidades indígenas y las creencias que estos pregonan. Así por ejemplo, en 2013 escribía “Qué año nuevo aymara ni lucero del alba!! satánicos, a Dios nadie lo reemplaza!”. La ahora presidenta interina se refería entonces de manera despectiva a la celebración del año nuevo 5,521 según la tradición aymara. Un año después, volvía a la carga indicando que “un cristiano no apoya a un partido político cuyos integrantes por esencia son ateos y adoran falsos dioses”.
Como añadido, Áñez cuenta con el respaldo de Luis Fernando Camacho, una controversial figura. Este empresario de 40 años arribó al palacio presidencial cargando una carta de renuncia para Morales, poco antes de la “recomendación” de la cúpula militar, recuerda el diario El Confidencial. Aunque su acto fue en esencia simbólico, el también líder religiosos y presidente del Comité Cívico de Santa Cruz (esta urbe es el feudo de la oposición), celebró la renuncia de Morales como una “liberación”. Desde entonces su figura ha ascendido y dejado en segundo plano al candidato presidencial de la oposición Carlos Mesa.
El problema de este embrollo -al que se suma Áñez cuando cargaba la Biblia- consiste en repetir el esquema ‘Bolsonaro’, el cual consiste en sostenerse en un insípido discurso religioso, que oculta tras sí políticas excluyentes. Porque cabe recalcar, Morales pese a que creía en la ‘Pacha Mama’, también creía en Cristo y a ello se debe agregar que en Bolivia más del 70% de sus ciudadanos son cristianos, muchos de los cuales votaron por el ahora expresidente exiliado en México. El propio Morales pese a convertir a Bolivia en un Estado laico con la constitución de 2009, era contrario a las típicas políticas progresistas como el matrimonio entre personas del mismo sexo, incluso el que fue su vicepresidente, García Linera, acusó a Camacho y a otros de no aplicar “la piedad cristiana”, para lo cual citaba versículos de la Biblia. Así que lo que acontece en Bolivia está lejos de ser una “guerra santa”, como lo vislumbra Camacho o la propia Áñez, y más bien es un conflicto de políticas económicas y distribución de las riquezas.
Aunque es cierto que el golpe de Estado ha ayudado a Morales a pasar la página en torno a sus desaciertos y corruptelas, convirtiéndolo en una especie de mártir-santo, tampoco es posible tapar los cambios que se han gestado durante su mandato. Quizás también porque el ciudadano de a pie, percibe que durante los más de trece años de gobierno de Morales el crecimiento económico del país andino también le ha beneficiado a él y no solo a un diminuto círculo de terratenientes. Por ejemplo, según datos del Banco Mundial (una institución que ciertamente no está dominada por socialistas) en 1999, cuando aún la Biblia estaba en el palacio, el índice de pobreza en Bolivia era de poco más del 25% de la población, mientras que en 2017, ya con Morales en el poder, esa cifra había caído hasta el 5.8%. Otros indicadores, como el crecimiento del PIB o la caída en la tasa de analfabetismo, son evidencias de que pese a todo, las políticas de MAS tuvieron un impacto notable en la sociedad boliviana. El grave error de Morales, como el de otros líderes políticos, fue su decisión de aferrarse al poder a toda costa, al mismo tiempo que desconocía que los factores que le permitieron acceder a este se habían modificado, Bolivia ya no es la misma del 2006.