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Cuba y EE.UU: una distensión entre retos y esperanzas
- 19/07/2015 02:00
- 19/07/2015 02:00
Después de transcurridos veinticinco años del fin de la Guerra Fría, el 17 de diciembre de 2014, los presidentes de Cuba y Estados Unidos anunciaron al mundo de modo simultáneo, su decisión de iniciar el camino abrupto y sinuoso de la normalización de sus relaciones diplomáticas cortadas hace más de medio siglo.
El anuncio reveló un comportamiento de política exterior altamente coordinado, que reflejó la intensidad y la complejidad de las negociaciones llevadas a cabo.
Roberto Veiga, uno de los responsables de la plataforma ‘Cuba Posible' comentó al respecto: ‘Algunos sabíamos que podríamos vivir esta experiencia. Apreciábamos, desde hace casi dos años, un movimiento intenso, como nunca, en Estados Unidos, a favor del entendimiento bilateral. Ciertos actores sociales conocíamos acerca de algunas gestiones, amplias y concretas, por parte de personalidades e instituciones importantes que podrían impulsar decididamente ese proceso. Sin embargo, casi nadie esperaba que en un instante escucháramos el acuerdo acerca de la solución de un conjunto de cuestiones agudamente sensibles que, para la generalidad, podían parecer asuntos irresolubles hasta ese momento'.
En efecto, desde la conversación telefónica en la víspera entre ambos Jefes de Estado, las coordinaciones de apoyo con el Papa Francisco y el Gobierno canadiense, el intercambio de prisioneros y los gestos de buena voluntad que se dieron por ambas partes, todo indicaba que el acuerdo había sido concertado hasta en sus detalles mínimos, sin dejar nada a la casualidad.
COMPROMISOS Y SILENCIOS
Cuando se contrastan ambos discursos revelan un espíritu de concertación e interés mutuo en la normalización de las relaciones entre ambos países.
Sin embargo, además de las diferencias de contenido, ambos mandatarios mostraron posiciones divergentes: Obama se refirió a cuestiones externas de Estados Unidos e internas de Cuba (remesas, viajes, facilidades para ciertos tipos de comercio destinados a apoyar el naciente sector privado/cuentapropismo); Castro solo mencionó cuestiones externas de Cuba y de Estados Unidos.
Esta diferencia en el alcance dejó al descubierto uno de los posibles asuntos espinosos. Es el caso del bloqueo, tema que fue dejado para una negociación con el Congreso y, sin duda, quedó a la espera de cómo Cuba responda a los intereses de Estados Unidos en los otros temas de la agenda. Como bien se ha señalado ‘La zanahoria para el gobierno cubano funcionará sobre la base de medidas económicas tomadas por prerrogativa presidencial, que supuestamente irán aflojando el nudo del bloqueo hasta que el Congreso apruebe su eliminación'.
Aunque para otro analista, ‘en el caso cubano, con el embargo codificado por el Congreso desde 1996, es significativo que [los presidentes] hayan optado por lo políticamente posible…'. Unos días después, el presidente cubano puntualizó dos asuntos: ‘1) que ‘lo fundamental' –el bloqueo- todavía no se había resuelto y que el camino hacia su eliminación sería largo, y 2) que para lograr esa meta su gobierno no estaría dispuesto a doblegarse ante las demandas externas para modificar el sistema político'.
EL ORIGEN DE LA DISTENSIÓN
De acuerdo a la exsecretaria de Estado Hillary Clinton, ‘para Estados Unidos, la cuestión cubana constituye un reto si tenemos en cuenta que podemos continuar con nuestra vieja política y negarnos a mejorar las relaciones con Cuba porque es una dictadura, lo que nos alejaría de muchos de nuestros vecinos y haría que Estados Unidos pareciera estar aislado en nuestro propio patio trasero;... Poco más de una década después, durante su primera administración, el presidente Obama y yo decidimos tratar de acercarnos a la gente más que al gobierno, basándonos en lecciones aprendidas en todo el mundo, se nos ocurrió que la mejor manera de llevar un cambio a Cuba sería poner al alcance de su gente los valores, el conocimiento y las comodidades materiales del mundo exterior, puesto que el aislamiento sólo había fortalecido el control del régimen sobre el poder, por tanto, estimamos que brindarle al pueblo cubano inspiración y confianza en sus capacidades tal vez lograría el efecto contrario.
Por ello, a principios de 2011, anunciamos nuevas normas para facilitar la visita de grupos religiosos y de estudiantes estadounidenses a Cuba y autorizar el despegue de vuelos charter desde aeropuertos estadounidenses. También elevamos el límite para las remesas que cubanoamericanos podían enviar a miembros de sus familias en la isla; también cientos de miles de estadounidenses, testimonios andantes de Estados Unidos y de los beneficios de una sociedad más abierta, visitan la isla anualmente.
Cerca del fin de mi período, recomendé al presidente Obama reconsiderar nuestro embargo. No estaba consiguiendo sus objetivos y en cambio frena nuestra amplia agenda en toda Latinoamérica…' (Decisiones difíciles, 2014).
Además de una serie de cambios socioculturales, generacionales y económicos que impactan al conjunto de actores implicados con la cuestión cubana en el país del norte, así como el hecho de que dos tercios de la población estadounidense se oponen al embargo, es importante subrayar que la distensión entre Estados Unidos y Cuba fraguada a lo largo de la administración Obama (2009-), tiene lugar dentro del ‘rediseño de América Latina' a través de un conjunto de proyectos de integración que a comienzos del siglo XXI sacudieron el tablero regional con propuestas más atractivas para los movimientos sociales y las organizaciones populares.
Se trató de un proceso que paulatinamente vinculó a Cuba a la mayor parte de los países de América Latina y el Caribe, y en ese sentido quizá han sido dos los proyectos de integración que marcan la ‘reinserción' de Cuba en América Latina: la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), los cuales se interrelacionan con otros organismos como PetroCaribe, Unasur, Petrosur, Telesur, el nuevo Pacto Amazónico, el Banco del Sur, el Consejo Regional de Defensa, entre otros.
Aunque es evidente el actual debilitamiento de la mayor parte de los proyectos integradores impulsados por el fallecido presidente Hugo Chávez, lo cierto es que tanto el ALBA como la CELAC han sido instancias de diálogo, concertación y consenso sobre las orientaciones y dinámicas (políticas, económicas, sociales, culturales) fundamentales de la región, que han contribuido a que Cuba supere los momentos más críticos provocados por los profundos cambios que conllevó la desaparición de la Unión Soviética en la Posguerra Fría, una crisis que dio lugar, además, al endurecimiento del bloqueo impulsado por la Administración Clinton (1993-2001).
Desde finales de junio de 1974 hasta agosto de 1975, por primera vez desde la ruptura de relaciones diplomáticas en enero de 1961, se produjeron contactos directos entre representantes de los gobiernos de Cuba y de los Estados Unidos.
Desde entonces, Estados Unidos y Cuba han participado en diversos procesos de negociación, algunos exitosos, otros fallidos. Como ya se ha dicho, no son pocos los conflictos y problemas que justifican que Raúl Castro concluyera su intervención del 17 de diciembre de 2014, admitiendo que ‘ahora tendremos que aprender el arte de convivir, de forma civilizada, con nuestras diferencias, cubanos y estadounidenses.' Quizá sea el reto que más esperanzas nos deje sementar.
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