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Demócratas dudan del triunfo de Biden
- 29/10/2020 00:00
- 29/10/2020 00:00
En su discurso de despedida tras ocho años en la Casa Blanca, Barack Obama reconoció su fracaso al no cumplir con la promesa de unir al país. Lamentó haber propiciado mayor división. No avanzó en la construcción de un espacio común con una visión conjunta de nación. El primer presidente negro dejó tras de sí, además, una mayor desconfianza en los políticos por parte del electorado estadunidense.
Los demócratas pagaron las consecuencias con la derrota de Hillary Clinton en 2016. “Joe, yo estoy aquí por ti. Me presenté por Barack Obama. Porque ustedes hicieron un mal trabajo. Si creyera que hicieron un buen trabajo, nunca me habría postulado”, le enrostró Donald Trump al expresidente Joe Biden, su contendor demócrata, la semana pasada durante el último debate presidencial.
Trump ganó en 2016 porque se subió a la ola populista surgida del malestar hacia las élites políticas de Washington, consideradas egoístas y sin control. Una historia que se remonta a la revolución de las 13 colonias contra unas élites londinenses lejanas y depredadoras. En los años de 1960, el político sureño y demagogo racista George Wallace trató sin éxito de llegar a la presidencia afirmando que la burocracia federal –el big government– era la causa de todos los males de Estados Unidos.
Trump no hizo más que enfocar su hostilidad hacia las instituciones políticas establecidas y hacia los políticos profesionales. Los ataques de Trump a las instituciones y a las normas lo catapultaron a la Casa Blanca.
Cuatro años después no es seguro que la oleada populista del siglo XXI que puso a Trump en el poder, se haya agotado. Con tantos estadounidenses del llamado “Estado profundo” opuestos a los burócratas de Washington, no es imposible que Trump supere nuevamente a los demócratas.
Biden es el político tradicional –ocupó por 43 años un puesto en el Senado y ocho como vicepresidente que suman 51 de sus 77 años de edad– mientras Trump sigue siendo un outsider que puede alinearse con el repudio de los votantes hacia el establishment de Washington.
“Biden no me gusta mucho, pero tenemos que votarle”, dijo la semana pasada a The Guardian, Cornet West, considerado uno de los más importantes pensadores de la actualidad. “No lo apoyo. Pero creo que tenemos que votarle. A pesar de que sea parte de las élites neoliberales, responsable del momento neofascista”, afirmó.
Este catedrático negro de las universidades de Harvard, Princeton, Yale y la Universidad de París, opinó que el candidato demócrata es el menor de los males. “Lo que no quiero es presentar a Biden como un gran defensor de los pobres y los trabajadores”, añadió.
La inseguridad del triunfo demócrata obligó a Obama a entrar en la campaña en auxilio de Biden “el dormilón” o “el vendedor de almohadas”, como lo llama Trump.
“No podemos confiarnos. No me importan las encuestas”, subrayó el jueves, en un mitin en Filadelfia. Recordó que en 2016 “hubo un montón de encuestas” favorables a Hillary Clinton y “no funcionó porque mucha gente se quedó en su casa, se volvió perezosa, confiada”. “Esta vez no, no en esta elección”, remarcó.
La media docena de estados clave que pueden decidir como en 2016 las elecciones, preocupa a los demócratas, porque la ventaja en ellos es mínima y en algunos casos dentro del margen de error de las encuestas. Sobre todo después del patinazo de Biden en el último debate presidencial que, en general, le resultó favorable.
En un momento del desarrollo del debate, Biden dijo que reduciría los subsidios y reconvertiría la industria petrolera para hacerla menos contaminante. De esa actividad dependen millones de puestos de trabajo. “Básicamente, lo que dice es que quiere destruir la industria del petróleo”, ripostó Trump. “¿Te acordarás de esto, Texas? ¿Te acordarás de esto, Pensilvania, Oklahoma?”, remató.
El asunto tendrá impacto en estados dependientes de esa industria y puede influir en el resultado de la elección.
Los demócratas han machacado en la desastrosa gestión de Trump de la pandemia de la covid-19 que ha causado más 226,000 muertes y contagiado a casi 9 millones de estadounidenses.
El presidente está tratando de sacar de las grandes preocupaciones de los votantes el tema del nuevo coronavirus, haciendo recaer la responsabilidad de su expansión mundial a la actitud irresponsable y criminal de China, y centrándose en la necesidad de reactivar la economía.
Curiosamente, el British Medical Journal publicó la semana pasada un estudio basado en 3,000 entrevistas a voluntarios en Estados Unidos, que estableció que la gestión de la salud pública es importante para los ciudadanos, pero que en el 85% de los casos no influye en sus intenciones de voto.
“Los hallazgos contenidos en este estudio –explicaron los autores– sugieren que es poco probable que los políticos sean castigados o recompensados por sus fracasos o éxitos en la gestión de la covid-19 en las próximas elecciones”.
Según el promedio de encuestas de RealClearPolitics, Biden aventaja a Trump por 7,9 puntos porcentuales a nivel nacional. Pero esos números no espantan el fantasma que sobrevuela sobre la campaña demócrata, porque muchos no han superado la pesadilla de la noche electoral de 2016. Temen que se repita. En esa ocasión se quedaron con la frustración de no poder celebrar lo que parecía el triunfo seguro de Hillary Clinton.
Bajo el título “Con miedo y sin hacerse ilusiones: así hablan los demócratas sobre la ventaja de Biden”, The New York Times recogió este fin de semana el drama que atormenta a buena parte de los seguidores del ex vicepresidente.
Los traumatizados y ansiosos votantes demócratas de 2020 no quieren ver de nuevo aquella película de terror. Para tratar de atenuar el vértigo, muchos demócratas, pese a todos los pronósticos, asumen que Trump ganará para no tener que enfrentar una nueva decepción.
La fórmula antidepresión es mantener en una sección de la mente el deseo de que triunfe Biden, pero la mayor parte de su cerebro asume: Está bien, gana Trump. No se hacen ilusiones. No quieren hacer planes para celebrar.
“Es difícil exagerar al hablar de la ansiedad que experimenta Estados Unidos”, resumió el diario neoyorquino. Siete de cada 10 estadounidenses está estresado por lo incierto del proceso electoral.
“Nadie es feliz en esta época extraña y terrible. Pero hay un círculo de infelicidad reservado para los demócratas”, estimó Patrick Murray, director del Instituto Encuestador de la Universidad Monmouth. Por el contrario, añadió, “de manera sistemática, los republicanos se muestran más confiados de que la elección resultará como quieren, porque están convencidos de que va a ganar”.
Nate Silver, editor del sitio de encuestas FiveThirtyEight, aconsejó a los demócratas mantener la cordura en los últimos días de campana. “No asuman que Biden ya tiene la elección en el bolsillo”.
En twitter alguien llamado @PigWings11 –citado por el Times– dijo que Estados Unidos ya está harto de esta campaña. “Me pregunto”, escribió, “si puedo pedirle a mi médico que me anestesie hasta el 4 de noviembre”.