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- 29/08/2020 00:00
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Mientras que Estados Unidos avanza hacia un nuevo proceso electoral presidencial en el mes de noviembre de 2020, las turbulencias internas y la tensión no dejan de estar presentes en una sociedad sacudida por la pandemia y, sin duda, por el tema de los excesos policiales contra la población afroamericana, primero con la muerte de George Floyd en Minnesota y ahora con el incidente en Kenosha, Wisconsin, contra Jacob Blake quien sufriera varios impactos de bala a manos de un oficial de policía local, presuntamente por una llamada de emergencia a causa de una pelea de dos mujeres que Blake intentó separar.
Si bien Blake se encuentra fuera de peligro de muerte, informaciones indican que está paralizado de la cintura hacia abajo; una realidad que además al video circulado por redes sociales, ha generado indignación y ha reiniciado una oleada de manifestaciones que denuncian dos grandes cosas: el exceso y brutalidad policial y el tema de la discriminación racial en Estados Unidos.
Esto hizo que se generaran, además de las protestas en Kenosha, diversas manifestaciones en eventos deportivos.
La cuestión de fondo acá es tratar de determinar cuáles son las fuerzas profundas que producen estos hechos. Luego de revisar diversas fuentes, hay que clasificar elementos en factores estructurales y factores asociados más a la coyuntura.
Entre los aspectos estructurales podemos encontrar, sin duda, el tema de la supuesta superioridad racial de los blancos sobre los negros; que tiene rasgos históricos dentro de Estados Unidos, en la división del país en las regiones del norte (liberal), frente a los estados del sur (tradicionalmente esclavistas), cosa que fue superada gracias a las luchas por la igualdad y la reivindicación de derechos de los afroamericanos lideradas por Martin Luther King Jr., entre otros, en la década de 1960 del siglo XX.
No obstante, y muy a pesar de que formal y legalmente hay igualdad racial en Estados Unidos, el racismo y los prejuicios siguen siendo un factor subterráneo y generador de violencia, a partir de la mutua desconfianza en la sociedad. Por ejemplo, las comunidades negras de Estados Unidos mantienen un permanente recelo contra la policía, porque se sienten permanentemente vulnerables frente a aquellos que deberían protegerlos contra el crimen.
“Las personas negras tienen 3,5 veces más probabilidad que las blancas de morir a manos de la policía cuando no están atacando ni tienen un arma. Los adolescentes negros tienen 21 veces más probabilidades que los blancos de morir por agentes de policía. La policía mata a un negro cada 40 horas”, escribió en un artículo Rashawn Ray, investigador del Brookings Institution, un centro de estudios con sede en Washington D.C.
“Uno de cada 1,000 negros muere a manos de la policía. Y, pese a lo impresionantes que son, estas estadísticas representan una mejoría en relación con el pasado. Estas estadísticas son la razón por la cual desde Minneápolis a Los Ángeles hay gente protestando, marchando y causando disturbios”, agregó el académico, a raíz de las manifestaciones por la muerte de George Floyd, en mayo pasado.
Esto no obedece a un hecho aislado, sino a un problema estructural en Estados Unidos, vinculado a la estratificación social, a la pobreza y a la falta de oportunidades.
Si bien es cierto que existen afroamericanos que asisten a la universidad, y que alcanzan importantes logros, también hay desigualdades en las condiciones de vida, desde el mismo momento de nacer, en temas como la mortalidad materna hasta el acceso a empleos con remuneraciones de calidad, dado que las escuelas no ofrecen los mismos estándares de exigencia, además de estar sometidas a problemas de violencia, tráfico de drogas, etc., cosa que hace que en Estados Unidos la población negra también vaya a la cárcel en una tasa mayor que los blancos y que otras comunidades.
Esto genera otro elemento adicional, que es el acceso a empleos de calidad. Por lo general la población afroamericana ocupa puestos de trabajo dedicados a artes, oficios y/o servicios, muchos de los cuales le limitan la capacidad de movilidad social.
Así, la población negra en Estados Unidos muchas veces se dedica a oficios como asistentes sanitarios, conductores de autobús, empleados de tiendas o de oficinas postales, cosa que también los hace estar expuestos al mayor contacto humano en la actual pandemia, así como a las reducciones de personal producto de la contracción económica.
Eso sirve como elemento de combustión; no obstante, ello requiere de un carburante que pueda provocar el incendio. Muchos responsabilizan a la administración del presidente Donald Trump, ya que supuestamente, y gracias a su discurso nacionalista, frontal y que busca promover el ADN originario estadounidense, es que nuevamente han salido a flote estas manifestaciones racistas, en una sociedad de más de 300 millones de personas, donde la diversidad es la constante.
Creemos que la solución al problema, más allá de achacar culpas o de buscar cambios puntuales en la Presidencia es una revisión profunda al Sistema Policiaco y Judicial de Estados Unidos y vincularlo a castigar con verdadera fuerza a quienes infringen la ley, entendiendo que la confianza, la equidad y la paz social solo se logran con justicia y sin impunidad.
Como decía el famoso historiador católico británico John Emerich Edward Dalkberg Acton, más conocido como Lord Acton, en 1887: “El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Así lo único que puede servir como muro de contención a la corrupción son instituciones fuertes que garanticen la convivencia social.
Tanto el asesinato de George Floyd como el suceso con Jacob Blake atienden a cuestiones estructurales de la sociedad estadounidense y de sus conflictos, que tratarán de ser mecanismos de influencia y manipulación sobre los electores para movilizarlos con miras a las elecciones del mes de noviembre.
Sin embargo, más que tratar de polarizar y dividir a la sociedad, el tema racial y de los excesos policiales debe ser un asunto central en las agendas y en la reflexión de los candidatos a la Presidencia, sobre todo de los debates presidenciales y vicepresidenciales, que al contrario de lo que dice la jefa de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, en nuestra opinión, hoy más que nunca se requieren en una nación cuya ciudadanía exige respuestas de parte de sus líderes.