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- 25/04/2022 00:00
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Las iglesias ucranianas celebran hoy el día grande de la Pascua ortodoxa, con miles de fieles orando y los sacerdotes bendiciendo la carne, los huevos y los lácteos que tras el recogimiento de la cuaresma comerán las familias, aunque a la mesa no se sentarán los refugiados ni los soldados en el frente y en la memoria estarán los fallecidos.
La celebración es desigual a lo largo del país: mientras Odesa, en el sur, llora el ataque que mató este sábado al menos a 8 personas, entre ellas un bebé de tres meses, en Leópolis, en el oeste, las calles del centro amanecían animadas, con familias de paseo, las iglesias llenas y las terrazas abiertas.
Solo la presencia de militares y la letanía de las alarmas antiaéreas de ayer a medianoche recordaban a simple vista que, pese a ser día festivo, el país está en guerra.
Y la iglesia no es ajena al conflicto. En Ucrania conviven una veintena de confesiones cristianas, con los ortodoxos en cabeza, aunque éstos tienen dos vertientes principales: la del patriarcado de Moscú, fiel defensora de la invasión, y el de Ucrania, que defiende a ultranza la identidad nacional propia.
Esta tiene mayor presencia en la zona de Leópolis, fronteriza con Polonia, donde no hubo influencia rusa hasta 1945. En esa zona se congregan también el grueso de los greco-católicos del país, que son un 10 por ciento y que por asimilación cultural siguen el calendario ortodoxo en lugar del gregoriano.
Sus celebraciones son en lengua ucraniana y sus dirigentes son defensores fervientes de la defensa de la identidad nacional frente a lo ruso, hasta tal punto que en las iglesias ondean las banderas nacionales desde mucho antes que empezara la guerra.
Yuriy Vaskiy es uno de los sacerdotes del monasterio dominico del centro de Ucrania, por donde esta mañana han pasado miles de fieles en los cinco oficios celebrados, uno detrás de otro. Para él es normal que la bandera de su país luzca junto a la del Vaticano.
“Somos católicos y ucranianos. Tenemos presente siempre nuestro país”, se explica. Su posición sobre la guerra es también clara: “Juzgamos las agresiones de los rusos porque nos atacan sin razón. El evangelio nos dice que matar es pecado. Sin embargo, proteger a la familia, a la nación y a nuestra gente es una responsabilidad de todos los cristianos”.
A un paso de este monasterio se encuentra la iglesia castrense de San Pedro y San Pablo, construida por los jesuitas en un barroco que nubla la vista y reconvertida al rito greco-ortodoxo precisamente para honrar a las fuerzas armadas de Ucrania.
En sus paredes se han instalado paneles con mensajes de niños que han perdido a sus padres en la guerra, y hay también un panel con las fotos de decenas de soldados fallecidos en el frente, con velas aposentadas sobre la bandera ucraniana y cascotes de bala.
Olya ha ido esta mañana de la mano de sus dos hijos a esa iglesia castrense. Ha creado un grupo de mujeres que se dan relevos para rezar las 24 horas al día por Ucrania y su gente, dice, “para que los rusos se den cuenta de lo que están haciendo mal, que abran los ojos y nos dejen vivir en paz”.
Los deseos son similares para los ortodoxos de la rama ucraniana. Una de sus sedes es la iglesia de la asunción de la Virgen María y también allí ondea la bandera patria. En ella rezaba hoy Zoryna, una mujer de unos 40 años uniformada de militar que está alistada para ir al frente y que llora la pérdida de muchos de sus compañeros.
Esta Pascua es para ella más importante que nunca. "Hoy celebramos la resurrección de Jesucristo, y lo que está por venir ahora es la resurrección de Ucrania", relata con gesto serio.
A ese mensaje de resurrección de la nación se han aferrado los fieles de las iglesias proucranianas del país. Vasyl Rudeyko es sacedote en una pequeña iglesia barroca de las afueras de desde la que pedía a los feligreses esperanza para salir victoriosos de este envite, “como también resucitó Jesucristo”.
Este cura, también greco-católico, está convencido de que los rusos buscarán hacer el mayor daño posible durante la Pascua, por eso ha preparado el sótano de la iglesia como refugio antiaéreo y ha llevado mantas y comida para que los fieles puedan permanecer escondidos si es necesario dos días.
Si no suenan las alarmas, invitará a almorzar lo bendecido a los refugiados que duermen en el albergue cercano a su parroquia.
Porque este domingo en Ucrania es un día grande de fiesta, como será también mañana lunes. Vuelven a la mesa el pan dulce, la carne, los huevos, el queso, la leche y se acaba el tiempo de los alimentos prohibidos. Sin embargo, la guerra va ya por el día 60, dos meses con deseos de paz.