Moda y política: ¿qué hacer en la era del ‘fast fashion’?

Actualizado
  • 19/09/2024 09:18
Creado
  • 19/09/2024 09:18

En el año 2017, se convocó a nivel internacional la Huelga Mundial de Mujeres en el ámbito del 8 de marzo, como respuesta a las múltiples violencias que aquejan a las mujeres. En este contexto, no solo se alzaron las voces contra violencias más conocidas como la sexual, el femicidio o la doméstica. También se abordaron temas como las violencias en los espacios laborales y la desigualdad salarial, las violencias en el ámbito académico y escolar, incluyendo casos de acoso, y la falta de una perspectiva interseccional en la currícula académica, así como las violencias asociadas con la carga desigual de trabajos domésticos.

Además de estos temas, se presentó una temática innovadora: la huelga de consumos. Esta propuesta buscaba evidenciar las cadenas de explotación que existen detrás de los productos que consumimos diariamente y cómo nuestras decisiones de compra afectan la vida y la dignidad de otras mujeres. En ese momento, se nos plantearon preguntas como: ¿dónde pongo mi dinero? ¿Quiénes sostienen nuestro consumo desmedido? ¿Mi consumo impacta a otras mujeres, personas vulnerables o al planeta? En última instancia, esta huelga nos llevó a cuestionar nuestro papel en la cadena del consumismo y a enfrentar nuestras necesidades desde una perspectiva más ética y responsable.

La moda, por supuesto, no escapa a esta discusión. Más allá de ser una maquinaria que produce tendencias y permite la expresión de identidad, la moda se ha convertido en un poderoso motor de consumo masivo, especialmente a través del fast fashion. Este modelo no solo está diseñado para captar nuestra atención y fomentar el consumo impulsivo, sino que también está profundamente enraizado en un sistema global de explotación y desigualdad. Las mujeres y niños en países en desarrollo sufren las consecuencias más nocivas de este consumo desmedido por parte países con mayor poder adquisitivo, afianzando la explotación del norte global sobre el sur global.

Por su parte, el fast fashion prioriza la rapidez y la eficiencia a expensas de condiciones laborales justas y la sostenibilidad ambiental. En lugar de ofrecer ropa de calidad y duradera, esta industria promueve la compra constante de prendas baratas y desechables, fabricadas en condiciones degradantes, con salarios bajos y explotación en forma de esclavitud moderna. Este ciclo perpetúa una forma de consumo que tiene un alto costo para los trabajadores, especialmente para las mujeres, que constituyen una gran parte de la fuerza laboral en la industria textil.

Desde donde yo lo veo, comprar fast fashion no es solo una cuestión de estilo o preferencia personal; es una decisión política que refleja nuestras prioridades y valores en relación con el bienestar global y la justicia social. Optar por productos de moda rápida contribuye indirectamente a la perpetuación de prácticas laborales injustas y a la degradación ambiental. En cambio, ya sea elegir marcas que promuevan la sostenibilidad, comercio justo y transparencia en su cadena de suministro, u optar por la tendencia del pre-loved o ropa usada puede apoyar un modelo de consumo más equitativo y responsable con el planeta.

Ante estas realidades, figuras públicas como Emma Watson han optado por marcas que ofrecen ropa versátil y de calidad, mientras que personalidades como Kate Middleton han repetido trajes, evitando el consumo excesivo en nombre de estar al último grito de la moda en cada aparición pública. En última instancia, la decisión de comprar o no comprar ropa se convierte en una manifestación de nuestro compromiso con una ética de consumo consciente. Nos desafía a reflexionar sobre cómo nuestras elecciones afectan a otros y a considerar el impacto de nuestras decisiones en el mundo que nos rodea.

La moda, por tanto, no solo refleja nuestras preferencias individuales, también tiene el potencial de ser una herramienta para el cambio social. Puede ser un medio para apoyar prácticas laborales justas y sostenibles y una forma de alinear nuestros hábitos de consumo con nuestros valores.

Más allá de ser una maquinaria que produce tendencias y permite la expresión de identidad, la moda se ha convertido en un poderoso motor de consumo masivo, especialmente a través del ‘fast fashion’.

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