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Marisela Moreno: ‘El cáncer se cansó de mi buena actitud’
- 18/10/2024 15:23
- 17/10/2024 14:38
Un vestido rosa arropa la figura de Marisela Moreno al recibir a MÍA en su hogar. Digna de toda una exmiss de belleza, la panameña camina con unos tacones altos con mucha firmeza. El maquillaje y los accesorios que la acompañan definen el ‘outfit’ perfecto para la ocasión.
Pero hay dos aspectos de la expresentadora de televisión que representan mucho más de lo que hay dentro de sí: su sonrisa, cálida y acogedora persuade a cualquiera a perderse en una charla llena de lecciones de vida. Su postura, además, no solo carga los momentos dedicados a los concursos de belleza, sino a la fortaleza que la ha caracterizado y que la puso a prueba cuando un diagnóstico de cáncer de mama entró a su mundo sin avisar.
“Nunca pensé que iba a morir”, afirmó frente a la cámara desde su estudio en la parte trasera de su hogar. “Al superar la enfermedad me enteré que en algún momento me habían dicho que solo tenía de cuatro a seis años de vida, pero juro que no recuerdo haberlo escuchado”
Tenaz y persistente en la vida, Moreno sintió un “pequeño bulto” mientras se duchaba y no se quedó de brazos cruzados. “Como madre, siempre piensas en tus hijos y te asustas”, dijo. De inmediato se contactó con su ginecóloga para realizarse los exámenes debidos una segunda vez. “Me comentaron que no podían hacerme las pruebas porque ya me los había hecho hace siete meses”, explicó. Aun así, decidió buscar otra opción hasta que alguien le recomendó un nuevo sitio.
“Al llegar había mucha gente y recuerdo que la persona que atendía estaba trabajando rápido sin cuidado alguno. Al encender la maquina, veo unos puntos rojos y de inmediato la encargada cambia a una actitud un poco más amable lo cual me pareció sospechoso”, contó. “Cuando pude verla, su cara reflejaba algo de preocupación y confirmé que algo tenía. De inmediato me dirigí a la iglesia y recé. Recuerdo haber dicho ‘prepárame para lo que sea, pero dime que sí estaré aquí para mis hijos’”.
Aconsejó frente a las cámaras encontrar un propósito para aquellos que padecen cáncer. “Mi propósito, sin duda, fueron mis hijos”.
Al visitar al oncólogo, su única duda -confiesa riendo- era si iba a perder el cabello. “Él me contestó que las probabilidades de sobrevivir a la enfermedad dependían un 50% de la ciencia y el otro 50%, de mí. Ahí capté que la vida me estaba enseñando a ser lo más auténtica posible”, recordó. “Me propuse entonces aplicar todas esas enseñanzas que la moda y mi trayectoria en los certámenes me habían dado”.
Donde una vez se asentó una corona de ‘miss’, ahora se posaba una diadema de turbantes y bufandas que simbolizaban una lucha por salir adelante y por demostrarle al cáncer y al miedo que habían escogido a la persona incorrecta. Marisela luchó todos los días con la cabeza en alto y la sonrisa que ahora no deja caer de su rostro.
Sus enseñanzas las ha llevado a “Academia Auténtica”, un espacio que inició junto a la modelo y ‘miss’ Panamá, Anyolí Ábrego para enseñar a las mujeres a “sacar el poder que hay en ti, a través de la imagen”. Es un lugar para desarrollar la autoconfianza”, dijo.
Fue una infancia muy divertida. Me gustaba mucho experimentar con la naturaleza. Durante las vacaciones pasaba el tiempo en la provincia de Colón, específicamente en Arcoíris, y recuerdo que era muy divertido ir al cine o al correo incluso, porque te daba un vistazo de la vida americana. Por otra parte, me encantaba asistir a la feria de La Chorrera.
De mi padre heredé el amor por la lectura. Amo leer y siempre ha sido una actividad que me genera paz. En casa tengo una biblioteca llena de libros y sobre todo aquellos de autoayuda y el inconsciente. De mi mamá creo que tengo su alegría.
Yo no quería ingresar a los concursos de belleza. Se tenía este concepto erróneo de que las reinas de belleza no eran inteligentes.
Sin embargo, mis padres se estaban divorciando y mi papá había decidido dejar de pagarme la carrera universitaria. Yo amaba la comunicación social y deseaba culminar mi licenciatura. En su trabajo, le dieron a mi madre entradas para asistir al Señorita Panamá y pude ver de cerca el concurso y sobre todo los premios que la ganadora recibiría. De inmediato pensé: ‘Esta es mi oportunidad para pagar la universidad’. Esa fue la verdadera razón por la que ingresé a los certámenes y terminé amando cada momento en ellos.
Fue increíble. Miss Mundo fue un concurso que siempre me encantó porque su concepto era la belleza con propósito. También fue un momento en el que aprendí mucho sobre seguridad. Reconozco que era una de las favoritas del público, la prensa e incluso del propio Nelson Mandela. Pero el día de la final, me informaron que mi mamá estaba perdida en el aeropuerto de Sudáfrica por lo cual me asusté.
Ahora que puedo echar la vista atrás, siento que fue un saboteo personal porque desde aquel momento, hice muchas cosas incorrectas. El no saber dónde estaba mi mamá hizo que mi cabeza estuviese en todas partes, menos donde tenía que estar: el concurso.
Al llegar al tercer jurado me percaté del daño que me estaba haciendo. Cuando vi a mi mamá y la pude abrazar, me cayó la ficha: si hubiese confiado en mí misma y así dejar fluir las cosas, no me hubiese autosaboteado durante el concurso. Muchas veces nos da miedo el éxito o quizás no conocemos nuestro verdadero potencial y nos lastimamos sin darnos cuenta. Sin duda Miss Mundo me ayudó muchísimo a darme cuenta que debía trabajar esa parte de mí.
Fue increíble. Recuerdo frotarle la barriga de cariño y aquel gesto se convirtió en una fotografía que recorrió el mundo y me garantizó un espacio como favorita de la prensa en Miss Mundo. Le dije que había leído su libro “Camino a la libertad” y que le diría a mis nietos que lo conocí. Es un día que nunca olvidaré.
La primera es que debes ser flexible. El mundo mediático cambia constantemente y debes aprender a manejarte a la marcha sin miedo a no ser perfecta. La siguiente lección es nuevamente la autenticidad. En el medio hay muchas personas y cada quien debe encontrar su propio estilo y voz sin necesidad de copiar a nadie.
La última lección es siempre organizarte. Para mi todo es una producción y debes planificarte para todo.
Yo diría que perder la esperanza. Al principio te informan sobre la enfermedad, pero en realidad no sabes a todo lo que te vas a enfrentar durante el proceso. Mi otro miedo era cómo lo tomaría mi familia. El cáncer no es solo tuyo. Tu familia también sufre el diagnóstico. Siempre les digo a las personas: ‘si tú estás bien, tu familia tendrá fuerzas’.
No recuerdo haber sentido presión. Recordarme que debía estar bien mentalmente para afrontar el diagnóstico fue más que nada un reto personal.
La gente subestima muchísimo la fe. No quiero ser pastora de nadie, pero sí he podido comprobar el valor de la fe y de creer en algo que no podemos ver. Siempre supe que el cáncer no me derrumbaría y debía poner mi lenguaje corporal y mi mente en sintonía con lo que pensaba. Comencé a sacar todas las ideas de colorimetría y lenguaje corporal para que mi cuerpo entendiera que estábamos sanos.
Me propuse a que la enfermedad no me derrotara y no me hiciera perder la sonrisa. Comencé a hacer cosas divertidas y permitirme reír de lo que estaba viviendo. Yo siempre digo que el cáncer se cansó de mí y de mi buena actitud.
Por supuesto. Es mentira que todos los días son felices. Es normal sentir rabia o dolor por no poder continuar con tu vida cotidiana. Durante el tratamiento vomitaba mucho. Mi hija no hablaba y luego de asistir a muchos especialistas, nos dijeron que era una persona con el espectro autista. Mi mayor sueño era escucharla decirme mamá.
Recuerdo sentirme abrumada por toda la situación y no querer saber de nadie. A los días me encontraba comiendo, ella me hala, yo me volteo a mirarla y preguntarle, “mi amor, ¿qué quieres? Y ella me contesta: “Mamá, yo amo a mi familia”. Ese día nunca lo olvidaré.
Y es que la sociedad nos ha exigido ser “mujeres maravillas”. La mujer real es aquella que se cae, llora, se cansa y se levanta con más fuerza.
“Deja de ser tú”, de Joe Dispenza.
Aprendí a vivir un día a la vez y a decir que estoy cansada si eso es lo que siento. Aprendí a decir que no y que si, siempre y cuando es lo que deseé. Para mí, el cáncer no fue la peor prueba. Hubo otras batallas que no fueron fáciles de superar y eran muy emocionales.
Ahí me di cuenta de de que el cáncer fue mi mejor mentor porque entendí que todo se puede solucionar en la vida. Solo basta entender la estrategia, el momento y a veces saber que no tienes el control de todo.