El fin de la Pax Americana y los instrumentos de rendición

Actualizado
  • 03/09/2021 00:00
Creado
  • 03/09/2021 00:00
'La Pax Americana. se define como un período de paz entres grandes potencias que estuvo garantizado por la supremacía militar y hegemonía ideológica de EE.UU'
Vista de afganos que intentaban acceder al aeropuerto de Kabul para salir de Afganistán, el pasado 26 de agosto de 2021.

El 2 de septiembre de 1945 inició un período conocido como la Pax Americana. Dos semanas después del terror que se vivió en Hiroshima y Nagasaki, el representante del emperador y ministro de asuntos exteriores japonés, Mamoru Shigemitsu, se vio obligado a escalar abordo del USS Missouri, a pesar de su rango y de tener una pierna artificial y necesitar de un bastón, para firmar en frente del alto mando militar de EE.UU. los instrumentos de rendición del imperio Japones.

La Pax Americana. se define como un período de paz entres grandes potencias que estuvo garantizado por la supremacía militar y hegemonía ideológica de EE.UU. Este 31 de agosto, 76 años después, el presidente Joe Biden formalizó el fin de la Pax Americana. dando así inicio a una nueva era de competencia de grandes poderes sin un liderazgo definido.

Las imágenes del desfile militar en Afganistán con cientos de vehículos blindados americanos conducidos por talibanes y las de los C-17 activando las bengalas de emergencia al despegar de HKIA para defenderse de cohetes disparados por el Estado islámico son prueba suficiente de la abdicación de EE.UU. a su liderazgo moral del orden mundial. El presidente Biden detalló los instrumentos de la rendición en su discurso el 31 de agosto tras la retirada final de tropas de Afganistán.

El mandatario norteamericano señaló que las prioridades estratégicas de EE.UU., en un mundo cambiante, ya no son la defensa de la libertad y la democracia. Son “claramente enfocados en los intereses fundamentales de seguridad nacional de los Estados Unidos de América” y “establecer misiones con objetivos claros y realizables, no los que nunca alcanzaremos”. Los lemas de la superpotencia de “no dejamos a nadie atrás” o “América no negocia con terroristas” cayeron sobre el peso de la realidad cuando Biden dejó a cerca de 200 americanos atrapados en Afganistán y ahora negocia con los talibanes para garantizar su evacuación.

En realidad no fue el demócrata Joe Biden que inicio este proceso, tampoco fue el republicano Donald Trump. El fin de la dominancia política, militar y económica de EE.UU. en el mundo fue una decisión del electorado norteamericano y producto del sistema democrático. En el 2001, tras los ataques del 11 de septiembre, 89% de los estadounidenses apoyaron la invasión de Afganistán. Para el 2020 sin embargo un 68% de los norteamericanos expreso su apoyo a la retirada total de tropas. Lo mismo sucedió con Irak, en el 2003 más del 70% estuvo en favor de la invasión y para el 2008 el 60% apoyaba la retirada de tropas del país. El mismo electorado norteamericano decidió retirarse de sus compromisos e intervenciones en el medio oriente, el presidente Biden simplemente lo apostilló subrayando que su “decisión sobre Afganistán no se trata solo de Afganistán. Se trata de poner fin a una era de importantes operaciones militares para rehacer otros países”. La promoción/imposición de la democracia, la economía de libre mercado y los derechos humanos ya no serán los principios que guíen el actuar de EE.UU. en el mundo.

Las necesidades materiales domésticas determinaran la actitud de EE.UU. en el ámbito internacional. Es lógico pensar que el norteamericano promedio dejó de preocuparse por la promoción de estos valores en el mundo cuando su mismo gobierno dejó de cumplir el contrato social (seguridad, empleo, salud, educación, oportunidades económicas, etc).

Independientemente del debate entre partidarios y opositores de la Pax Americana. su fin conlleva serias implicaciones que deben ser estudiadas. Por un lado, el poder de EE.UU., que por supuesto que continúa siendo predominante, será utilizado exclusivamente para el beneficio de la población norteamericana.

La renuncia de EE.UU. esta dejando un vacío de poder en el sistema internacional. China, el rival natural, aprovecha todas las oportunidades para socavar la influencia de EE.UU. Sin embargo el Partido Comunista Chino no comanda la potencia económica, militar, ni moral suficiente para asumir el liderazgo mundial. La apuesta de Xi Jinping para controlar la hegemonía del sistema internacional, el Belt and Road initiative (o la nueva ruta de la seda), está en cuidados intensivos. Las inversiones del Partido Comunista Chino en la iniciativa hegemónica han caído desde $222 mil millones dólares en su punto más alto en el 2016 a $50 mil millones en el 2020 y poco menos de $30 mil millones en el 2021.

La falta de referencia política, económica y moral en el mundo consolidará el carácter transaccional de las relaciones internacionales dando inicio a una era de neo-mercantilismos. Vacío de un ideal legítimo, el impacto de organismos multilaterales como las Naciones Unidas no podrán avanzar su agenda de Derechos Humanos.

El caso de la población de Afganistán y su futuro simplemente se suma a una larga lista de violaciones de libertades individuales que quedan bajo la sombra de los discurso sobre la autodeterminación de los pueblos.

La inestabilidad en el sistema internacional que impulsó el retroceso paulatino del liderazgo norteamericano también promoverá regionalismos. La misma Unión Europea se ha visto obligada por presiones económicas y transacciones políticas a rediseñar su estrategia en política exterior. Como por ejemplo el acuerdo del 2016 con Turquía. La Unión Europea intercambió $7 mil millones al año y permitir la consolidación del régimen autoritario de Erdogan (que extorsiona a la Unión Europea) a cambio de mantener cerca de 4 millones de refugiados sirios fuera de las calles de las capitales europeas. Desde que tomó posesión en el 2019, la presidenta de la Comisión Europea Ursula Von del Leyen dejó claro las prioridades del bloque regional, que tras las diferencias y disputas con el gobierno de Donald Trump, aprendió que EE.UU. ya no era un aliado confiable. La protección del mercado único más grande del mundo y garantizar el estilo de vida de sus ciudadanos hacia el futuro son los principales lineamientos del bloque europeo.

La Unión Europea no mostró escrúpulos en expandir sus relaciones comerciales con China ni Rusia en los últimos años a pesar de los abusos de derechos humanos y violaciones al derecho internacional, con tal de obtener compromisos ambientales y beneficios económicos.

Y finalmente el principal beneficiario de este vacío de poder internacional serán los nacionalistas que harán del ideal liberal y EE.UU. un chivo expiatorio para justificar todos los males. Los primeros ejemplos ya los estamos viendo en Costa Rica que cerró sus fronteras a los migrantes camino a Norteamérica y en Perú con las promesas del presidente Pedro Castillo de deportar a todos los irregularizados en el país. Otro ejemplo del abandono del ideal liberal es la indiferencia generalizada en la región hacia los abusos de las dictaduras en Venezuela, Nicaragua y Cuba. El mismo gobierno de los EE.UU. estableció una estrategia hacia Latinoamérica que se limita específicamente a resolver el problema migratorio que le aqueja en la frontera con México y ninguna de las consideraciones democráticas y liberales de los últimos 76 años.

Los cambios en el sistema internacional son inevitables. El desgaste del modelo democrático liberal que no evolucionó y dejó de cumplir el contrato social, el auge de China, los avances tecnológicos y la masificación de la información están entre los responsables de los preocupantes cambios que estamos viviendo. Sin embargo, al igual que el electorado norteamericano decidió abandonar el liderazgo mundial a favor de America first, las demás democracias del mundo podemos decidir en conjunto mantener la supremacía de la democracia y los valores liberales. El electorado de la región tiene la oportunidad de elevar la prioridad de los asuntos de política exterior en defensa de la democracia (así sea una política exterior transaccional con EE.UU. y la Unión Europea) para dar inicio a una era de 'Pax Democratia'.

La corrupción, las migraciones, la desigualdad y la falta de oportunidades económicas son temáticas que pueden ser abanderadas por la izquierda y la derecha desde Patagonia hasta Cabo Columbia. La alternativa ya existe y se está expandiendo. La alianza entre China y Rusia (y sus alianzas con Venezuela, Irán, Cuba, Nicaragua, Corea del Norte, Bielorrusia, Turquía, etc) construyen los cimientos para una estabilidad internacional con valores autoritarios. Una Pax imperiosa.

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