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Bukele, la irrupción de un fenómeno político y social
- 27/07/2022 00:00
- 27/07/2022 00:00
El dinamismo y la capacidad de ejecución de Nayib Bukele desde la alcaldía de San Salvador, fue el trampolín que lo lanzó a la campaña presidencial de 2019, donde arrasó en la primera vuelta con 54% de los votos. Tenía 37 años de edad y se convirtió en el presidente más joven en llegar al poder en la historia latinoamericana.
A los 30 años había iniciado su carrera política, que combinaba con la publicidad –el negocio heredado de su padre, un respetado empresario palestino nacido en Belén– al ganar en 2012 las elecciones en un pequeño municipio de solo 8.000 habitantes, en la periferia de San Salvador. Tres años después resultó electo alcalde de la capital salvadoreña.
Las obras de renovación urbana, los programas culturales y deportivos para reducir la criminalidad y su capacidad de comunicación, fueron el secreto de su éxito al frente de la alcaldía de San Salvador. Time, el prestigioso semanario estadunidense, lo seleccionó en 2017 como uno de los más promisorios exponente de la nueva generación de líderes latinoamericanos. De allí a la Presidencia de El Salvador, había un salto.
Su gran reto ha sido dar esperanzas a un país asfixiado por la violencia, la pobreza y la corrupción. De los cuatro presidentes que lo antecedieron, dos fueron condenados por corrupción. Uno de ellos, Francisco Flores, murió en 2016 mientras cumplía arresto domiciliario. Otros dos exmandatarios salvadoreños, representantes de la exguerrilla del FMLN, están huyendo fuera del país para no enfrentar casos de corrupción.
Antes de la llegada de Bukele, los salvadoreños salieron a las calles a exigir castigo a los gobernantes corruptos. Demandaban también acabar con la violencia criminal de las maras, como se conoce a las pandillas en El Salvador. Las maras controlaban más territorio que el Estado, forzando a los políticos a negociar.
Durante la campaña presidencial de 2019, Bukele prometió combatir la corrupción y enfrentar a las pandillas con los instrumentos del Estado. Proyectó una imagen de rebelde idealista que encandiló a los jóvenes. En el Salvador –de sus 6 millones de habitantes, más 3 millones que viven en Estados Unidos– el 48% de la población tiene una edad media de 39 años. Bukele cumplió 41 años, hace tres días.
Al inicio del gobierno, su Partido Nuevas Ideas no contaba con mayoría en la Asamblea Legislativa y enfrentó oscuras tramas de la oposición. Dos años después, con su elevada popularidad y la eficacia en su gestión, dio vuelta a esa relación en nuevas elecciones legislativas en las que doblegó a la exguerrilla del FMLN y los partidos políticos tradicionales. Alcanzó una mayoría absoluta en el Legislativo.
Para entonces había reducido la violencia a niveles no vistos en el país en tres décadas. La tasa de homicidios se desplomó hasta pasar de tener 50 asesinatos cada 100.000 habitantes en 2018 a 20 en 2021. En 2015 esa cifra superaba los 120 asesinatos por cada 100.000 habitantes, uno de los más elevados del planeta.
Esos resultados fueron producto del Plan de Control Territorial, lanzado por Bukele en julio de 2019 con un presupuesto de $300 millones. El Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) comprometió $200 millones adicionales.
El Plan de Control Territorial comprendía el despliegue policial y militar en las zonas dominadas por las pandillas y control en las prisiones.
El programa trazó una agenda de trabajo en los 66 municipios con mayor presencia de las maras, apoyado en acciones a través de Centros Urbanos de Bienestar y Oportunidades enfocados especialmente en jóvenes, para alejarlos de las pandillas.
Por otro lado, el éxito en la gestión de la pandemia, que combinó un estricto confinamiento con ayudas directas de $300 a la población, hizo que su popularidad creciera como la espuma.
La guerra contra las maras, de acuerdo con Bukele, es mayor que la ejecutada contra la covid-19. “Ésta es la batalla más difícil que hemos lanzado hasta ahora, incluso mayor que la pandemia, y vamos a seguir luchando con todas nuestras fuerzas para ganarla”.
En los últimos meses, la guerra total contra las pandillas planteada por Bukele, tuvo su origen en la matanza escenificada por las maras. A finales de marzo pasado, en solo 48 horas, asesinaron, uno a uno, a 90 ciudadanos inocentes en todo el país.
Al declararles la guerra, el gobernante salvadoreño afirmó que no “dará tregua” hasta erradicarlas totalmente. En ese contexto envió al Legislativo un paquete de leyes para multiplicar las penas de cárcel a los culpables de pertenecer a las maras y extender de manera indefinida la prisión preventiva. Pidió a los medios de comunicación no reproducir mensajes de las pandillas.
El “método Bukele” para luchar contra las pandillas ha sido criticado por distintas organizaciones no gubernamentales y la comunidad internacional.
“No me importa lo que digan los organismos internacionales, que vengan a proteger a nuestra gente, que vengan a llevarse a esos pandilleros si tanto los quieren. Si queremos algún día ser un país desarrollado, debemos hacer lo que los países desarrollados hacen. No lo que ellos nos dicen”, declaró Bukele semanas atrás.
Según la encuestadora CID Gallup, el 91% de la población salvadoreña está de acuerdo con las medidas de Bukele contra las pandillas, mientras que el nivel de apoyo popular supera el 80%, un respaldo incomparable en el escenario internacional.
En estos días nadie puede ocultar que Bukele es un fenómeno político y social, aplaudido en casa y criticado fuera. Pero en el exterior también hay quienes lo admiran como modelo de gobernante.