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- 29/01/2022 00:00
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“Nueve de enero, número inicial principio germinal de independencia” (...)
Fragmento del poema “Un minuto de silencio”, de Bertalicia Peralta (1982), que responde a sentimientos ciudadanos en estado de justa indignación.
Cuando Panamá protagonizaba la epopeya del 9 de enero de 1964, también era protagonista de una corriente de afirmación de la identidad nacional que se desarrolló con Lima a través de la cooperación cultural que se extendió desde 1956 a 1966 y que registró varios hitos emblemáticos como las varias piezas escultóricas que adornaron la capital peruana gracias a la estrecha coordinación con las autoridades panameñas.
En agosto de 1956, Panamá fue la sede del VI Congreso Interamericano de Municipios al que concurrieron más de 400 delegados procedentes de todos los países del continente. El lema que impulsó el istmo en esa ocasión fue el del hermanamiento de ciudades. Es así como el Perú aprovecha la ocasión para negociar con Burdeos un acuerdo de hermandad que finalmente se suscribe en 1957.
El esfuerzo edil panameño se suma al de su política exterior y en el congreso no solo debaten problemas municipales comunes y procuran el acercamiento efectivo con los alcaldes latinoamericanos, sino que informan profusamente sobre los postulados que sustentan la causa panameña.
El trabajo conjunto panameño-peruano fue tan efectivo que el entonces alcalde de Lima, señor Héctor García Ribeyro, fue elegido primer vicepresidente del encuentro.
Al año siguiente, el 6 de febrero de 1957, un grupo de personalidades panameñas encabezadas por el segundo vicepresidente de la República, señor Heraclio Barlette, visitó el Municipio limeño, y fueron declaradas huéspedes ilustres. Un año después, el alcalde peruano visitaría nuevamente Panamá en su trayecto hacia Francia, donde, invitado por el ministro de Estado Jacques Chaban-Delmas y burgomaestre de Burdeos, suscribirían convenios de apoyo interedil para estudios de saneamiento a cargo del entonces “Centre d'Études pour les Equipements d'Outre Mer”. Una página poco conocida de la historia diplomática panameño-peruana fue la permanente disposición de García Ribeyro hacia la soberanía territorial del istmo.
Los monumentos públicos levantados en la capital peruana a personalidades que se destacaron en el campo del saber fueron objeto de esmerada conservación bajo la dirección del artista italiano Bruno Campaiola quien, con la fundación del mismo nombre, renovó las placas conmemorativas de estos, y completó objetos que habían sido sustraídos de ciertas esculturas. Actualmente pueden apreciarse sus trabajos en los siguientes monumentos que no hubieran existido sin la colaboración de Panamá: el busto en bronce en honor del médico Miguel Aljovín –del escultor Luis Agurto–, en la avenida Salaverry, frente al Ministerio de Salud; el busto en bronce a la memoria del médico Guillermo Gastañeta en la plaza del mismo nombre ubicada detrás de las actuales oficinas del Poder Judicial en la avenida Abancay; y dos cabezas con las efigies de José Bernardo Alzedo y Manuel A. Segura –del escultor Juan Manuel Ugarte– para los exteriores del Teatro Municipal.
En esa coyuntura de intensa colaboración entre burgomaestres –faceta que redimensionó las relaciones ediles en favor del arte como plataforma de política exterior–, Lima contó además con una reproducción a escala de la fragata “Victoriuse”, buque que comandó el almirante francés Bergasse Du Petit Thouars en enero de 1881 y que impidió la destrucción de la capital en la infausta Guerra del Pacífico.
La pieza fue obsequiada por el nieto del ilustre galo, señor Aubert de Petit Thouars, cuando participó en la Gran Exposición Industrial patrocinada por Francia en 1957 y que llegó al Perú vía el istmo (García Ribeyro, 1962). Un busto del almirante Petit Thouars en bronce sólido, original de Jean Frere, llegaría poco después obsequiado por la condesa de Felz, bisnieta del marino, también vía el Canal. En 1959, el ministro de Turismo de Italia, Umberto Tubini, hizo llegar a través del consulado peruano en Florencia, una escultura de bronce que representa a la loba y a Rómulo y Remo, símbolo de la fundación de Roma. El cónsul peruano Parenti, con la colaboración del consulado panameño, actuó esforzadamente para que la pieza llegase sin dilación a Lima, vía Panamá.
La historia permite rescatar para el fortalecimiento de las relaciones bilaterales estas fecundas realizaciones de diplomacia pública en el sagrado campo de la soberanía nacional, donde se muestra el permanente compromiso del Perú con Panamá desde las canteras de la labor municipal en los años 60 del siglo pasado, preludio de la década histórica de los acuerdos Torrijos-Carter.