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La huella de los saqueos de 2001 permanece en las clases populares argentinas
- 18/12/2021 14:37
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El local de la Corriente Clasista y Combativa (CCC) de La Matanza, el distrito más poblado de la provincia de Buenos Aires, es un ir y venir incesante de personas. Camiones, furgonetas y coches particulares llegan en intervalos de diez minutos, sin parar, cargados de comida y mercancías para los vecinos con más carencias.
"Ahora hay más alimentos y el Gobierno sabe que somos desocupados", afirma a Efe Silvia López, una mujer del barrio matancero de La Juanita, al comparar su vida actual con la de veinte años atrás. "El 2001 fue terrible. Pasamos un momento muy, muy feo".
Hambre, necesidad y desesperación son los términos más empleados por los habitantes de La Matanza para hablar sobre lo sucedido en diciembre de 2001, cuando una ola de saqueos a supermercados y pequeños comercios devastó numerosos distritos del cinturón urbano de Buenos Aires, una de las regiones más pobres del país.
La situación de los sectores populares era insostenible por aquel entonces: la restricción a la retirada de dinero de los bancos (el llamado "corralito") y la interrupción de las ayudas sociales impidieron que estas personas accedieran a los recursos más básicos, y el hambre, en consecuencia, se disparó.
Los primeros saqueos comenzaron el 14 de diciembre, primero en las provincias de Santa Fe y Entre Ríos y luego en otros puntos del país, especialmente en los distritos que rodean la capital, como Avellaneda, Quilmes, Moreno y La Matanza.
Silvia López admite sin tapujos su presencia en aquellos saqueos. Desprovista de cualquier tipo de ayuda estatal, cuenta que lo hizo por sus hijos, para que comieran, sin mayor intención que sobrevivir.
"Yo necesité ir a un supermercado con los saqueos, pero no para traer cosas materiales, sino comida. Los chicos tenían que tomar leche y comer pan, así que tuve que estar ahí", relata.
Marta Palacios, una de las referentes sociales del barrio, recuerda cómo los vecinos que tenían algún tipo de negocio "bajaban las persianas" para evitar los robos. Muchos no tuvieron éxito.
"Algunos saqueaban lo que es fideos, azúcar, mercadería, y sin embargo había otros que se mezclaban con esa misma gente, ¿y qué hacían? Romper mostradores, agarrar televisores de los supermercados... Eso no es necesidad", lamenta Palacios.
El 19 de diciembre, el Gobierno de Fernando de la Rúa (1999-2001) decretó el "estado de sitio" y miles de vecinos de La Matanza salieron a la ruta 3, que conecta Buenos Aires con Tierra del Fuego, para marchar hacia la capital federal, mientras los saqueos se extendían aún más por el conurbano bonaerense.
¿La respuesta policial? Balas de goma y plomo, especialmente en la protesta del 20 de diciembre, según asegura a Efe Juan Carlos Alderete, coordinador nacional de la CCC y actual diputado del oficialista Frente de Todos.
"Salimos alrededor de 8.000 compañeros para caminar y ahí sufrimos la peor represión, con 610 heridos de bala de goma y tres heridos de bala de plomo", señala Alderete, uno de los principales promotores de aquella marcha, por la que fue acusado ante la Justicia de provocar un "golpe de Estado", una máxima que él niega rotundamente.
Norma Postelaro también estuvo aquel 20 de diciembre en la autopista, que describe como un "hormiguero" de personas: "la ruta era todo balas y patrulleros, no nos permitían pasar", afirma la mujer.
Ante un panorama social imposible de manejar, el presidente De la Rúa presentó su dimisión y dos días después, el 22 de diciembre, terminaron los saqueos, que provocaron una veintena de muertos, según cifras del Centro de Estudios Legales y Sociales, así como centenares de heridos y miles de arrestos.
Dos décadas después de aquellos sucesos, los distritos que integran el cinturón urbano de Buenos Aires permanecen en un estado de enorme vulnerabilidad: un 45,3 % de su población vive bajo la línea de la pobreza y otro 13,5 % es indigente, de acuerdo con los últimos datos oficiales.
Con todo, para los vecinos de La Matanza hoy la situación es más favorable que en 2001, gracias a la provisión de alimentos por parte del Estado y al flujo constante de ayudas sociales, pero persisten otros problemas endémicos, como la inflación galopante o la falta de trabajo.
"Hoy podemos decir que el Estado está presente, pero la frazada sigue siendo corta, porque hay que tomar otras medidas para solucionar el trabajo. El trabajo no solo nos dignifica como personas, también es ordenador de nuestras familias", subraya Alderete.
Mientras aguardan por los beneficios de una incipiente "recuperación económica", los habitantes de La Matanza seguirán conteniéndose los unos a los otros, como compañeros, tal y como hicieron en diciembre del 2001.
Por: Javier Castro Bugarín