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El desafío cubano: soberanía, protestas y asedio de Estados Unidos
- 23/07/2021 00:00
- 23/07/2021 00:00
Las protestas del pasado 11 de julio en Cuba colocaron al país en el ojo de la tormenta. Una cascada mediática de interpretaciones bajo diversos cuños ideológicos que transitan entre asumir al país caribeño como un “emblema de maldad” hasta la defensa más acrítica de una revolución que pasa por uno de los momentos más críticos de su historia.
La Estrella de Panamá conversó con cubanos dentro y fuera del país, sobre sus lecturas de lo ocurrido y las perspectivas a futuro en la complicada situación que enfrenta el país socialista.
Hay consenso general en que las manifestaciones fueron inéditas, solo comparables al “maleconazo” de 1994, que duró unas horas y ocurrió en un sector de La Habana.
Las protestas de hace 12 días fueron simultáneas y en diferentes partes del país, algunas pacíficas, otras devenidas en incidentes de violencia con saqueos, disturbios y cargas policiales contra manifestantes.
El bloqueo de Estados Unidos, la crisis económica interna y mundial, y el agravamiento de la situación por la covid-19, son el telón de fondo del panorama cubano en el que se ha reportado escasez de medicamentos, de alimentos, y apagones eléctricos.
A partir de este punto las lecturas varían con interpretaciones y visiones muchas veces contrapuestas.
Una de estas posturas es la de Jorge Enrique Rodríguez, periodista del Diario de Cuba, un medio anticastrista con sede en Madrid. Para él, el gran responsable de la crisis es el gobierno.
“Las protestas son por la negación del gobierno de abrir un corredor de ayuda humanitaria (...) el gobierno mantiene su retórica bélica (...) el régimen cubano no quiere ceder ni siquiera en las más mínimas demandas que le está reclamando la sociedad civil”, dijo a 'La Decana' desde La Habana.
De acuerdo con Rodríguez, de 47 años, el bloqueo estadounidense “no tiene” que ver con la situación actual.
“El gobierno nunca ha dado ninguna garantía de que una vez que ese embargo no exista, se abra a la democracia y a las elecciones libres (...) es la justificación para reprimir”, dice el activista opositor.
En términos parecidos se han expresado organizaciones antigubernamentales de cubanos en Miami, ciudad que concentra los sectores más extremos del anticastrismo.
Según reportó TV Martí, al menos tres de estos grupos exigieron al presidente estadounidense, Joe Biden, no solo que arreciara el bloqueo, sino que dicho corredor esté acompañado de una intervención militar.
Ivette González, estudiante de relaciones internacionales, tiene una visión diametralmente opuesta; para ella nada justifica una invasión a su país.
“En Cuba no queremos intervención (...) quien sabe un poco de política entiende lo que eso significa, lo mismo dijeron para Libia y Haití, ambos quedaron devastados tras los bombardeos (...) ¿Quieren ayudar? Lo primero es levantar el bloqueo”, subraya la joven habanera de 23 años.
González mira lo ocurrido como una suma de tensiones. “Las protestas no se puede entender sin reconocer el daño que nos causa el bloqueo, ni tampoco el contexto de la crisis económica y sanitaria que ha afectado a todo el mundo”.
El pasado 23 de junio, 184 países rechazaron las sanciones en la última votación anual de la Asamblea General de la ONU; solo Estados Unidos e Israel las respaldaron.
El Gobierno cubano estima que entre abril de 2019 y diciembre de 2020, la medida produjo daños por el orden de los $9,157 millones, y el último lustro unos $17 mil millones, calificándolo de acto criminal y de genocidio según la Convención de Ginebra de 1948.
Pese a las condenas de la comunidad internacional e incluso la admisión por parte de la administración Obama en 2016, de los efectos nocivos de esta política en la población, la Casa Blanca insiste en mantener las sanciones como una “herramienta” para “promover la democracia” y el “respeto por los derechos humanos” en Cuba.
Biden prometió retomar la flexibilización de la era Obama, pero por el momento mantiene las 234 nuevas medidas aplicadas por Trump, entre ellas el envío de remesas, clave en la economía familiar entre los cubanos.
La pandemia tampoco hizo cambiar la estrategia de Washington. Si bien Cuba se encuentra, según el recuento epidemiológico de la Universidad Johns Hopkins, entre los países que mejor han gestionado la covid-19 en términos de número casos y decesos – en comparación con la media latinoamericana y algunos países europeos-, las últimas semanas han registrado una alarmante alza de contagios, un asunto especialmente crítico en la provincia de Matanzas.
En ese escenario, el FMI registró para 2020 por la pandemia, una caída mundial de la economía en 3,3% y de 7% en América Latina. En el contexto cubano, la Cepal fijó el desplome en 8%. La reducción del intercambio económico con Venezuela y la paralización global del turismo, que representa el 10% del PIB y es la segunda entrada más importante después de los servicios profesionales en el extranjero, agudizó las cosas.
Paradójicamente, esto no ha impedido que la industria biotecnológica cubana, creada en los años 80's durante la presidencia de Fidel Castro, haya desarrollado varias candidatas de vacunas anticovid, siendo por ahora la única nación latinoamericana con dosis de fabricación propia.
Éxitos en alfabetización, seguridad y salud, reconocidos por organizaciones como Unicef y la OMS, se ven amenazados por este nuevo “periodo especial”, en referencia a la crisis en los años 90 cuando se derrumbó la Unión Soviética y con ello casi todo su comercio exterior, desatando una hecatombe económica de la que aún no se recuperan.
“A Cuba (por el bloqueo) le cuesta el triple conseguir insumos médicos, créditos bancarios, artículos de primera necesidad”, describe González.
Estas sanciones cumplen ya 62 años sin cambio de régimen en el país como lo imaginó Washington. Aunque ese afán de control sobre la nación caribeña encuentra sus orígenes mucho antes, en la intervención de 1898 cuando los cubanos buscaban su independencia de España.
Luego de ser ocupados militarmente, la isla se convirtió en una neocolonia bajo la enmienda Platt, una autorización impuesta en su Constitución para intervenir y tener una base naval en Guantánamo, que aún hoy es controlada por EE.UU.
Este periodo de intervenciones continuaría durante toda la primera mitad del siglo XX hasta el triunfo de la Revolución en 1959.
En plena Guerra Fría y con amplio apoyo de la población a Fidel Castro, EE.UU. inició la conocida política de bloqueo con la idea de “privar a Cuba de dinero y suministros (...) provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”, como lo define textualmente el memorando desclasificado en 1991, firmado por el entonces vicesecretario de Estado Lester Mallory en abril de 1960.
Un año después, como lo confirman otros archivos desclasificados, la Agencia Central de Inteligencia (CIA, en inglés) intentaría una fallida invasión por playa Girón, varios intentos de magnicidio contra los hermanos Castro y atentados terroristas con apoyo de grupos radicales en Miami. Entre los más icónicos, el dirigido por el terrorista cubano y agente de la CIA Luis Posada Carriles, en 2000, cuando intentó explotar el paraninfo de la Universidad de Panamá donde Castro ofrecía un discurso ante más de 3 mil personas.
Para la socióloga cubana Ariane Grau, aunque es real que las injerencias estadounidenses han precarizado aún más la situación en la isla, esto no exime de las “graves fallas” en materia económica y política del gobierno.
“Es obvio que el bloqueo es un chantaje de EE.UU. para someter a Cuba, pero no puede ser una excusa para justificar todo (...) las decisiones como la de concentrar la economía en un sector inestable como el turismo o la falta de productividad, también tiene que ver con deficiencias internas”, subraya Grau.
La socióloga considera que la promoción de hashtags en redes desde Estados Unidos no es suficiente como para provocar per se un fenómeno de protesta como el del pasado 11 de julio.
“Claro que no se puede descartar que las tendencias de Twitter hayan sido manipuladas, pero eso es solo una chispa. Hay condiciones objetivas: la crisis económica, el pico de casos con la pandemia y un descontento acumulado, que es aprovechado desde fuera” y en el que “el injustificado apagón de las redes de telefonía móvil agrava esas molestias”.
El canciller cubano Bruno Rodríguez denunció el “manejo artificial” de la geolocalización de Twitter para hacer ver que tendencias como #SOSCuba y otras, se generaban en la isla “cuando realmente ocurría fuera”. Lo que según explica respaldaría las intenciones de grupos internos para desestabilizar el país.
Aunque el Ejecutivo cubano anunció un paquete de medidas en respuesta a las protestas, como la libre importación de alimentos y medicinas, para la también investigadora radicada en Costa Rica, aún quedan muchos temas pendientes. De allí que, en su opinión, esta situación podría abrir discusiones antes postergadas por la lógica de asedio y el “inmobilismo” del gobierno. “Se deben abrir espacios amplios y diversos para el disenso (...) para discutir en plena libertad el futuro de Cuba. Eso no implica per se una restauración del capitalismo”.
En esto coincide, Pedro Velázquez desde la provincia de Santa Clara, quien considera que la desinformación fuera del país ha “vendido la idea” de que Cuba es una “sociedad gris” y sin matices.
“Es cierto que en las manifestaciones se exigió cambios en el sistema político y se gritó libertad, pero también que no todos los asistentes coincidían en la misma idea de libertad. Para algunos eran cambios dentro del socialismo y para otros cambiar el gobierno del todo; fue un mosaico de posturas (...) no se puede atribuir a toda la manifestación que busca cambiar el modelo”, señala Velázquez de 26 años, graduando de periodismo.
Desde el plano mediático cuestiona lo que llama “doble rasero” cuando se informa sobre Cuba. “También se dieron manifestaciones populares en todas las provincias a favor de la revolución, pero eso no se contó. Por el contrario, hubo un despliegue enorme de fake news con fotografías que no correspondían a los hechos”.
Las denuncias de noticias falsas fueron un tema que las tensiones en cuba pusieron sobre la mesa, hasta grandes corporaciones de medios como CNN o el diario The Guardian mostraron inicialmente imágenes de protestas progubernamentales como si fueran opositoras.
Incluso el alto comisionado para los Derechos Humanos de la ONU fue cuestionado por lo mismo, al usar una foto de una manifestante a favor del gobierno como si fuera opositora.
Sobre las denuncias de represión y detenidos, Velázquez, que estuvo en la calle esos días, es claro y confirma que sí hubo violencia policial y es una actuación que debe revisarse sobre las denuncias de excesos. Sin embargo, destaca igual que algunas manifestaciones fueron violentas.
“En cualquier país si volteas carros, destruyes comercios o apedreas a la Policía (...) esta va a intervenir. Hubo un fallecido, toda muerte es dolorosa, pero no se puede presentar eso como una masacre generalizada, es irreal. Como si fuera Colombia o Chile”.
Este jueves el trovador cubano Silvio Rodríguez pidió la libertad y una amnistía para los detenidos “que no fueron violentos”.
“Tiene que haber más puentes (...) menos prejuicios; menos ganas de pegar y más deseos de resolver la montaña de temas económicos y políticos pendientes”, dijo el cantautor.
Velázquez, que es de los jóvenes que nacieron en el “periodo especial”, asegura que es consciente de que en su generación hay desazón con la revolución.
“Cuba enfrenta el dilema de proponer un proyecto alternativo que obtuvo enormes logros en salud, educación y seguridad (...) esos derechos conquistados son gracias a ese modelo, que debe renovarse, pero conectando con los jóvenes. Es el desafío que tenemos todos los cubanos, a pesar de las diferencias, construir esa sociedad más justa con o sin bloqueo, y sin renunciar a nuestra soberanía, expresó Velázquez.