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- 13/03/2016 01:00
- 13/03/2016 01:00
Hay una gran diferencia entre no tener que defenderse en un tribunal legal y prevalecer en el tribunal de la opinión pública.
En política, que una cosa sea legal no significa que sea aconsejable. Podría haber un problema de relaciones públicas. O quizás las opciones sean malas. O el momento no sea adecuado. Quizás simplemente suscite demasiadas preguntas.
La campaña de Clinton hizo algo recientemente que debe causar sorpresa —aunque la práctica es legal, si se siguen las reglas.
Según informes mediáticos, la campaña realizó dos eventos de recaudación de fondos en México, organizados por el tesorero de la campaña de Clinton, José Villarreal: una cena copatrocinada por el lobbyist de Wal-Mart, Ivan Zapien, y un desayuno en la casa de la académica Alejandra Rangel Smith. Clinton no asistió a ninguno de los dos eventos.
Aunque en el pasado las campañas presidenciales recaudaron fondos en el exterior, nunca se prestó mucha atención a México. Pero ya no es así.
Los donantes que asistieron a los eventos de la campaña de Clinton supuestamente viven en México, pero bajo la ley electoral, debieron afirmar que son ciudadanos estadounidenses o residentes permanentes legales de Estados Unidos.
Para algunas personas, con eso se acaba el asunto. No debería ser así. No hay forma de saber si la campaña de Clinton cumplió con ese requisito. Como en toda recaudación de fondos en suelo extranjero, ya sea para demócratas o republicanos, puede ser muy difícil escrudiñar lo que sucede en realidad.
Incluso la ley no es totalmente clara. Es curioso. Cuando los políticos crean leyes sobre recaudación de fondos, nunca se olvidan de incluir exenciones. Como la siguiente: Técnicamente, va en contra de la ley electoral federal que los candidatos acepten contribuciones de fuentes extranjeras. Pero la ley no requiere que una campaña revele la fuente de contribuciones por debajo de 200 dólares. Una campaña puede recaudar millones de dólares en pequeñas cantidades y reportar los detalles específicos de una mínima fracción del total a la Comisión Electoral Federal.
Pero aquí no se trata sólo de los que es legal. Se trata de lo que se ve bien. Y eso no se ve bien.
Consideremos la delicada relación entre México y Estados Unidos. México no es sólo un amigo, aliado y socio comercial. Es también —en el debate migratorio— un adversario, cuyos intereses no se alinean con los de los Estados Unidos.
La economía mexicana no es suficientemente fuerte para producir puestos de trabajo para todos los trabajadores mexicanos que los necesitan. Si todos esos trabajadores quedaran atrapados en México, la economía se iría a pique. Manifestantes llenarían las calles. Así pues, México alienta a su gente a que emprenda rumbo al norte. Y, una vez que llegan a Estados Unidos, los mexicanos comienzan a trabajar y envían a casa unos 25,000 millones de dólares anuales, lo que fortalece la economía mexicana. Por eso para México, la inmigración ilegal a los Estados Unidos es una situación en que todo lo gana y que le gustaría que se prolongara.
Sin embargo, muchos estadounidenses piensan que México está tomando a Estados Unidos por un imbécil. Muchos apoyan a Donald Trump, quien prometió que, si sale electo, construirá una muralla gigante y ‘hermosa' a lo largo de la frontera mexicano-americana y le enviará la cuenta a nuestro vecino.
¿Cómo responden los líderes mexicanos? No muy bien. Recientemente, el presidente mexicano Enrique Peña Nieto comparó a Trump con Adolf Hitler y Benito Mussolini. Y hace unas semanas, su predecesor, Vicente Fox, dijo que de ninguna manera México pagaría la ‘[palabrota] muralla' de Trump.
Les guste o no, Trump ha iniciado una guerra retórica con México. Durante nueve meses, desde que se refiriera a los inmigrantes mexicanos como delincuentes y violadores, el multimillonario ha sido atacado y ridiculizado por todo el mundo, desde músicos mexicanos de rock hasta fabricantes de piñatas de Trump.
Y en medio de esta tensión a ambos lados de la frontera, ¿a la campaña de Clinton no se le ocurrió pensar cómo se vería ir a México a recaudar dinero?
¿Valía la pena una potencial controversia por estos eventos de recaudación? La campaña ya cuenta con abundante dinero, tras recaudar más de 100 millones de dólares hasta el momento, a fin de obtener la candidatura demócrata. ¿Saben lo que la campaña de Clinton realmente necesita? La confianza del pueblo estadounidense. Este tipo de historia no ayuda.
Cuando un reportero la contactó acerca de la recaudación de fondos en México, la campaña de Clinton no respondió para comentar.
Estuvimos en esta situación antes y probablemente volvamos a estarlo en el futuro. Los Clinton siempre se pasan de raya, especialmente cuando se trata de dinero.
Después de todo, hay preguntas que aún no se respondieron sobre recaudación de fondos para la Fundación Clinton e inquietudes de que ciertas entidades extranjeras podrían haber recibido trato preferencial del Departamento de Estado de Clinton después de realizar donaciones.
Y sin embargo, esta vez, al ir al sur de la frontera con su taza de lata, los Clinton podrían haber ido demasiado lejos.
ANALISTA DE THE WASHINGTON POST
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Aunque en el pasado las campañas presidenciales recaudaron fondos en el exterior, nunca se prestó mucha atención a México. Pero ya no es así.
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Técnicamente, va en contra de la ley electoral federal que los candidatos acepten contribuciones de fuentes extranjeras en sus campañas.