La reunión de este miércoles 13 de noviembre en la Casa Blanca entre el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario electo, Donald...
Tras el cierre de escuelas más prolongado del mundo, América Latina puede liderar un renacimiento educativo
- 21/03/2022 00:00
- 21/03/2022 00:00
La pandemia ha sido devastadora para los estudiantes de América Latina y el Caribe, donde las escuelas han estado cerradas durante 231 días en promedio, más que cualquier otra región del mundo.
Este desafortunado récord tiene un lado positivo. Nos está sacando de la inercia que durante demasiados años ha impedido que realicen importantes reformas educativas. Nuestros países hoy están implementando nuevos métodos de enseñanza, invirtiendo en aprendizaje híbrido y esforzándose por conectar a internet a todos los estudiantes.
Esta pandemia ha hecho que también se escuche la voz de las familias, que se suman a las demandas por una gran reforma educativa. Los educadores piensan que es una oportunidad única para transformar las escuelas y reducir la desigualdad entre jóvenes de diferentes entornos socioeconómico. Los profesores declaran que es "ahora o nunca" para ayudar a los 168 millones de niños que abandonaron la escuela durante la pandemia.
Muchos gobiernos están decididos a aprovechar esta oportunidad y trabajan con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en reformas innovadoras, no solo para que los niños vuelvan a la escuela, también para mejorar la educación de las generaciones futuras.
Es cierto que cada país tiene necesidades específicas, sin embargo, nuestros estudios muestran tres tipos de reformas que son prioritarias para mejorar el acceso a la educación y los resultados de los estudiantes.
Primero, asegurar la reapertura segura de las escuelas. No parece relevante en países ricos, pero en América Latina cuestiones tan simples como el agua potable son fundamentales. También permitir el acceso a vacunas para estudiantes y profesores además de protocolos para identificar y aislar a los infectados.
En segundo lugar, las escuelas deben ayudar a los más vulnerables, pueden identificar a quienes tienen más posibilidades de abandonar los estudios y darles incentivos para que no lo hagan. Una buena estrategia es reforzar y ampliar los programas de alimentación escolar, tal y como lo ha hecho Haití. Así ha conseguido retener y conseguir que los estudiantes de bajos ingresos vuelvan a la escuela.
Los profesores también deben evaluar el nivel de "pérdida de aprendizaje" de cada estudiante y ofrecer planes para ayudarles a recuperar habilidades básicas. Modelos como el de Teaching at the Right Level han demostrado ser eficaces para remediar las pérdidas. El BID está trabajando con Belice para capacitar a los profesores en métodos similares.
Estas reformas deben incluir a los niños de preescolar, ya que debido a la pandemia muchos de ellos no están preparados para pasar al primer grado.
En el nivel secundario, los países deben promover tutorías personalizadas a distancia. Han demostrado ser una de las formas más eficientes, en cuanto al costo, de compensar las pérdidas. A tan solo US$100 por persona, pueden hacer que los estudiantes recuperen lo equivalente a un año de clases de matemáticas. El BID está apoyando a cinco países a realizar programas piloto.
El Salvador y Uruguay están implementando sistemas para monitorear el progreso de los estudiantes. Si detectan cambios graves envían alertas a los profesores. El objetivo es prevenir la deserción escolar.
Por último, los países deberían acelerar la transición hacia sistemas de aprendizaje híbridos que eliminen las desigualdades y preparen a los jóvenes para prosperar, competir e innovar en la era digital. Para ello —y para superar las brechas de conectividad—, los Gobiernos deben forjar alianzas más ambiciosas con el sector privado. Costa Rica, Argentina y Jamaica han conseguido llevar banda ancha a escuelas en zonas de bajos ingresos de forma rápida y asequible con las llamadas políticas de "tasa cero”.
Digitalizar la educación no significa sustituir la interacción en persona, si no de darle más valor, de añadir aprendizaje personalizado para que aumente la calidad y el compromiso en la relación entre profesores y estudiantes.
Panamá está aplicando un programa de recuperación de la alfabetización -el cual el BID ya había implementado en Colombia con éxito- que utiliza evaluaciones y materiales personalizados para mejorar la lectura y la comprensión.
Los Gobiernos pueden llevar a cabo las reformas de manera más eficiente si establecen alianzas innovadoras con el sector privado. En El Salvador, por ejemplo, el BID está ayudando a diseñar bonos de impacto en el desarrollo, en los que los inversores aportan capital para programas educativos y se les reembolsa en función de los resultados alcanzados.
Los estudiantes, los profesores y los padres están exigiendo reformas como nunca antes, y el BID está dispuesto a financiarlas.
Los países solo tienen que aprovechar esta oportunidad; si lo hacen, toda la región se beneficiará no solo ahora, sino también en el futuro.