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- 10/12/2018 01:00
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El sector agropecuario ha confrontado difíciles situaciones que han afectado su productividad y competitividad, en el año 1998 representaba el 8.9% de la composición del Producto Interno Bruto (PIB), mientras que para el 2017 representa solo el 1.9%. El sector ha mostrado poco crecimiento en la última década, destacando la caída del 2009 de 14.6% provocado por los impactos de la crisis mundial donde las exportaciones de frutas no tradicionales disminuyeron drásticamente.
El comportamiento de esta actividad parece estar desconectada de la tendencia del PIB, el cual se mantiene creciendo aun con desaceleración, pero el sector agro no crece a la misma velocidad: en el 2015 la economía creció 5.6% pero la actividad agropecuaria decreció en -0.8%, lo que sugiere que el sector no logró aprovechar las circunstancias.
El agro aportaba 14.5% del pastel de empleos en agosto de 2017, pero solo tiene 1.9% de participación relativa en la economía nacional. El 14.8% son ocupados son plenos; seguidos por el 18.1% con subempleo y el 67% tienen empleo a tiempo parcial. Esto sugiere precariedad laboral con condiciones que afectan el desempeño de los trabajadores como la discontinuidad en el tiempo; la inexistencia de contratos; la falta de respeto al salario mínimo; los horarios muy amplios y la carencia de seguridad social, entre otros aspectos.
Todo lo antes expuesto, nos advierte de la urgencia de incrementar la competitividad de la producción del sector, por un lado, por la importancia que implica para la economía nacional y el desarrollo social, y por otro, considerando que el país no cuenta con extensas parcelas de terreno y que por ende la producción debe ser eficiente con una comercialización pertinente.
Bajo esta premisa es valioso el evaluar el uso positivo y conveniente de los tratados de libre comercio (TLC) así como otros tratados, ya que pueden convertirse en una oportunidad para aumentar la oferta exportable; explorando nuevos nichos de mercado o el poder organizarse en encadenamientos (horizontales o verticales) para en conjunto elevar su productividad y competitividad.
Aunado a lo anterior, incluir el tema de innovación en los procesos productivos permitirá a las empresas poder competir globalmente, generando incrementos en su productividad aprendiendo de forma continua medios más efectivos de medir y promover la calidad, y estudiar la competencia en el mercado internacional. Aquí no solo es de gran valía la capacitación pertinente y continua, sino también el uso de tecnologías y novedosas formas de gestión de la producción, así como el acompañamiento que puede brindar el Estado.
La necesidad de diseñar e implementar políticas públicas enfocadas a mejorar las técnicas de producción, el financiamiento de tecnología, capacitaciones sobre procesos o gestiones más eficientes, facilitación de herramientas para mejorar la productividad, y el aprovechamiento de tratados comerciales, entre otros, son inminentes y requieren del trabajo conjunto del Estado, del sector privado y del sector académico, pues solo con estrategia de colaboración podremos sacar adelante este importante sector.
ANALISTA DEL CENTRO NACIONAL DE COMPETITIVIDAD