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- 25/06/2022 00:00
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Desde hace algunos años, hemos venido escuchando o leyendo acerca del daño que la globalización y la industrialización han causado al medio ambiente, calentamiento global y desertificación, debido al aumento de los niveles de CO2 y otros contaminantes atmosféricos; aumento de la ocurrencia de fenómenos climáticos extremos como huracanes o sequías; acumulación de residuos orgánicos en el litoral marino, lagos, lagunas o embalses, etc. A esto se le suma la proliferación de ciertas algas, que constituyen el proceso de contaminación más importante de las aguas dulces, el incremento de la erosión de suelos por la tala masiva, el aumento de vertederos con residuos tóxicos, que luego son arrastrados por las lluvias hacía las aguas o infiltrados al subsuelo. Estos son apenas algunos de los efectos más conocidos de la intervención directa e indirecta del hombre en el ecosistema.
Según el Gobierno de México, dentro de las consecuencias que hemos visto de todo lo antes nombrado, tenemos el aumento de los varamientos de mamíferos marinos en las playas, debido al estrés y desorientación por la contaminación acústica, la muerte de peces por la acumulación de metales pesados en las aguas y por otros contaminantes como el plástico. Adicionalmente, se ha visto una migración de especies a raíz de la contaminación lumínica o al cambio climático, la extinción de animales y plantas por culpa del aumento de temperaturas o por contaminantes derivados del uso de pesticidas o herbicidas, la migración de especies a lugares que no son sus hábitats naturales convirtiéndose en especies invasoras.
Finalmente, los incontables perjuicios para las especies vegetales debido a factores como la lluvia ácida, traen como consecuencia la contaminación del suelo por sustancias químicas o vertidos o contaminación del agua y la salinización de zonas costeras como consecuencia del aumento del nivel del mar.
Ante tales situaciones, la mayoría de los estados y organismos internacionales han tomado consciencia de la importancia de, no sólo tomar acciones para paralizar el daño ambiental que la industrialización ha causado al medio ambiente, sino a tratar de resarcir el daño, y a diseñar estrategias financieras para poder destinar recursos a proyectos tanto gubernamentales como privados, lo que se ha llamado como las Finanzas Verdes.
En este sentido, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) considera que “las finanzas verdes representan una oportunidad para la transición de la región de América Latina y el Caribe hacia una economía inclusiva y con bajas emisiones de carbono, al tiempo que se abordan los riesgos climáticos físicos”.
Por ello, se han diseñado estrategias para desarrollar el mercado de las finanzas verdes y aprovechar las inversiones privadas, ofrecer soluciones de apoyo monetario y mercado de capitales a la medida, como bonos temáticos, desarrollo de capacidades institucionales y diálogos público-privados dedicados entre agentes del sector bancario y actores clave de la economía, habiéndose apalancado durante los últimos años, a través de productos financieros público-privados y emisión de bonos temáticos, inversiones con un alto potencial de beneficios socioeconómicos, ambientales y climáticos.
Dentro de las opciones diseñadas tenemos a Green Finance for Latin American and the Caribbean (GFL) que es una plataforma de intercambio de conocimientos que se ha desarrollado para responder a la demanda de los bancos nacionales de desarrollo (BNDs), instituciones del sector privado y los diversos actores de los mercados de capital. A través de ella, se han desarrollado doce iniciativas en las que el BID y BID Invest trabajan de manera conjunta para promover instrumentos sostenibles para el desarrollo. Dentro de las áreas contempladas en las iniciativas se encuentran Bioeconomía, Economía Azul, Mercados de Carbono, ASG o factores Ambientales, Sociales y de Gobernanza (ASG), Mecanismos Financieros para Energías Sostenibles, Plataforma de Transparencia de Bonos Verdes, Finanzas Verdes, Bonos Sociales y Temáticos, Reguladores del Mercado para el Desarrollo, Sector Privado y Diálogos Público-Privados.
En todas estas áreas de iniciativas GFL presta el apoyo en materia de Asistencia Técnica, Innovación Financiera y Diálogo y Asociaciones Estratégicas, las más resaltantes son:
Bioeconomía: A través de ella se desbloquea el uso de la biotecnología para crear soluciones de productividad económica, en torno al uso de los recursos biológicos y los servicios ecosistémicos para establecer una economía regenerativa; protegiendo así, la conservación y la restauración de la biodiversidad. Actualmente los países que han implementado este tipo de proyectos son Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Surinam.
Economía Azul: Relacionada con el uso, la gestión y la conservación sostenible de los recursos marinos a través de actividades que propician el desarrollo económico y la mejora de los medios de vida, a la vez que preservan la riqueza de la biodiversidad de las zonas afectadas. Los países que han aprovechado el aporte verde para este tipo de proyectos son Bahamas, Barbados, Belice, Haití y Santa Lucía.
Mercados de Carbono: Cada vez son más los países que destinan recursos, ya sean propios o de organismos internacionales, para destinarlos estos proyectos, lo que se hace más notorio en las sesiones que se llevan a cabo todos los años con ocasión del Acuerdo de París, siendo ya más de 190 países que se han comprometido a mejorar sus compromisos climáticos para limitar el calentamiento global. Dentro de los países de América Latina que han desarrollado proyectos y han obtenido financiamientos en este sector tenemos a: México, Brasil, Colombia, Chile, Uruguay y Argentina.
Gestión de los factores Ambientales, Sociales y de Gobernanza (ASG): Su finalidad es mantener la capacidad de generación de valor de largo plazo de toda organización. Estos proyectos se implementan en Argentina, Barbados, Brasil, Colombia, El Salvador, México, Paraguay y Perú.
Mecanismos Financieros para la Energía Sostenible: Se refieren a instrumentos financieros fundamentales para remover barreras y fomentar inversiones que contribuyan a un uso más eficiente de la energía, disminuir el uso de combustibles fósiles y mitigar el cambio climático. El BID ha desarrollado e implementado instrumentos innovadores como: préstamos concesionales, bonos verdes, seguros de ahorro de energía (ESI), donaciones contingentes, facilidades de innovación tecnológica, contratos de desempeño y esquemas de validación de proyectos, que tienen como intención secundaria promover la inversión privada. Países como Argentina, Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, México, Paraguay y Perú, son algunos de los países que han utilizado este tipo de financiamientos ecológicos.
Plataforma para la Transparencia de Bonos Verdes: A través de ella se han emitido 175 bonos por un monto de US$33,2 Billones, de los cuales se han desembolsado US$12,5 Billones, e impactando en la reducción de la emisión de 26,3 millones de Gases de Efecto Invernadero. Dentro de los países que han implementado proyectos de esta naturaleza tenemos a: México con 78 proyectos por el orden de los US$1,8B, Honduras con 5 por US$79M, Nicaragua con 5 por US$168M, Colombia con 101 por US$1,2B, Ecuador con 7 por US$296M, Perú con 15 por US$1B, Brasil con 292 por US$6B, Chile con 50 por US$1,9B, Bolivia con 1 por US$100M, Argentina con 19 por US$278M, Uruguay con 1 por US$18,6M, y Panamá con 5 proyectos de energía renovables y reducción de efecto de gas invernadero, por un monto de US$387,7M.
Finanzas Verdes: Hablamos aquí de inversiones financieras que se destinan a proyectos e iniciativas de desarrollo sostenible, productos ambientales y políticas que fomentan el desarrollo de una economía más sostenible y un amplio espectro de objetivos ambientales. Este tipo de proyectos se implementan en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, México, Paraguay y Uruguay.
Son muchos los beneficios de las Finanzas Verdes, pero el reto más importante para los países de nuestra región, en cuanto a los diferentes proyectos relacionados, es el mejor aprovechamiento de estos recursos, tomando una gran relevancia el estudio, asesoramiento y desarrollo de proyectos, la obtención de patrocinios y eficiente utilización de los mismos. Para ello, podrían acudir al Laboratorio de Innovación Financiera de la GFL, cuyo objetivo es la creación de vehículos de inversión y estructuras bancarias que maximicen el apalancamiento del sector privado y optimicen el uso de los fondos de los donantes, tales como el Clean Technology Fund, el Global Environmental Facility, el Green Climate Fund, entre otros; así como la creación de Bancos Verdes, obteniendo apoyo a la medida de los bancos nacionales de desarrollo para diseñar y promover instrumentos financieros ecológicos.
Por Jamez Hernández, presidente y cofundador de Trust Corporate.