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La automatización como el futuro del trabajo y la economía
- 16/04/2022 00:00
- 16/04/2022 00:00
La revolución industrial fue el inicio de una nueva era que trajo muchos avances y cambios en el estilo de vida de la humanidad. Fue el uso de máquinas y la industrialización de los sistemas de producción, lo que masificó las actividades económicas exponencialmente durante los últimos siglos. Sin embargo, muchos creen que el nivel de avance que hemos tenido ha superado muchas de las capacidades humanas, poniendo en riesgo nuestro lugar en el mundo laboral.
Actualmente, el término automatización se ha posicionado como un fenómeno que está cada vez más presente en nuestras vidas, y ha motivado un sinnúmero de estudios y análisis de distintas áreas del conocimiento.
Comúnmente se define como el proceso por el cual un puesto de trabajo, generalmente mecánico, es reemplazado por una máquina que cumple con la misma función, pero de forma mucho más eficiente y barata.
Con la aparición de la digitalización el concepto ha evolucionado hasta el punto en el que no solo las labores manuales son automatizadas por robots, sino que también se incluyen algunos puestos administrativos o burocráticos que pueden llegar a ser sustituidos con una Inteligencia Artificial (IA).
Años atrás se hablaba de la automatización como el futuro del trabajo, pero ese futuro ya está aquí. Con la pandemia, muchas organizaciones tuvieron que incorporar rápidamente el uso de la tecnología para continuar con sus actividades, reemplazando muchas otras por el uso de máquinas que mantuvieran los sistemas productivos activos y sin riesgo de contagio. A comparación de países como Corea del Sur, Japón o Alemania que cuentan con más de 20 robots por cada 1000 trabajadores, en Latinoamérica esta cifra es inferior al promedio mundial de 5 por cada 1000. Sin embargo, no deja de ser un tema alarmante, dada la velocidad con la que este fenómeno llega a todos los países del mundo.
La problemática más común, asociada a la automatización es la del desempleo que genera el reemplazo de los puestos de las personas por máquinas. Según la investigación realizada por el Foro Económico Mundial, “para 2025, la automatización y la nueva división del trabajo entre los seres humanos y las máquinas desplazarán a 85 millones de empleos en todo el mundo en empresas medianas y grandes de 15 industrias y 26 economías”. Estos datos aumentan las alarmas ante la profundización de la crisis de desempleo que actualmente afecta al mundo, y que se vio acelerada por la pandemia; más aún cuando el porcentaje ya alcanza niveles considerables a razón de la contingencia sanitaria.
Para la región, la CEPAL ha identificado que cerca del 62% de los empleos actuales en Latinoamérica son susceptibles a ser reemplazados por algún tipo de tecnología, siendo los países como Guatemala (70%), Perú (66%) y El Salvador (65%), los que más porcentaje de riesgo tienen frente a este fenómeno. En este sentido, más de la mitad de la población estaría en riesgo de perder sus empleos por los bajos costos y mayor rendimiento, que trae a las compañías el uso de robots o la IA en sus operaciones.
Este panorama de desempleo no es algo lejano, pues en muchos países ya se ha visto cómo esta cifra ha aumentado considerablemente, especialmente en jóvenes que enfrentan grandes desafíos a la hora de encontrar un empleo formal. Frente a la situación Samuel Moreno, presidente del Colegio Nacional de Economistas de Panamá, da un ejemplo de esta problemática, pues afirma que la población entre los 18 a 29 años tiene una tasa de desempleo de más del 32%.
Es aquí, donde en gran medida el papel del sistema educativo toma un papel importante a la hora de enfrentar la automatización como una realidad latente en nuestra realidad. Pues la automatización, aunque reemplace muchas de las actividades realizadas por el ser humano, requiere otro tipo de labores que permitan su desarrollo y mantenimiento. Ante esto, el Foro Mundial Internacional, también afirma que la revolución robótica creará cerca de 97 millones de nuevos empleos, en torno al diseño, programación y supervisión de la tecnología implementada.
Además, siguen existiendo gran cantidad de actividades que no logran ser igualadas por las máquinas. En este sentido, los gobiernos y las instituciones educativas deberían tener un cambio de perspectiva en sus programas educativos, como forma de enfrentar el desempleo, enfocando a las personas en áreas como: resolución de problemas y análisis crítico, habilidades comunicativas y sociales, gestión de riesgos y liderazgo. Por parte de las compañías, la capacitación del personal para el manejo de las nuevas tecnologías es una forma de evitar la pérdida de oportunidades laborales en sus empleados, principalmente en aquellos de mayor edad por las dificultades que enfrentan para adaptarse al rápido y complejo avance de la automatización.
Más allá del análisis micro, del reemplazo de una persona por una máquina, los efectos de este fenómeno realmente son mucho más complejos. Realmente sus alcances impactan a toda la cadena de valor mundial, llevando el tema a niveles más macro, que involucran las relaciones comerciales de los países y su desarrollo económico.
Durante las últimas décadas, los modelos productivos de las compañías solían descentralizarse en países donde los costos de mano de obra fueran mucho menores que en países desarrollados, algo que se conocía como offshoring. De esta manera, se contrataba gran cantidad de empleados en países poco desarrollados o en vías de desarrollo para la manufacturación de los productos.
Con el auge de la automatización, los robots resultaron ser aún más baratos que la mano de obra en países del tercer mundo y actualmente las empresas están empezando a migrar sus procesos productivos nuevamente a las locaciones originales o cercanas a ellas, proceso que ahora se conoce como reshoring o nearshoring. Con este retorno de operaciones, los costos de producción no sólo son más bajos, sino que se evitan las largas cadenas logísticas, ahorrando dinero y tiempo.
A razón de este cambio, los países que dependían en gran medida de estas actividades económicas en sus territorios, pueden llegar a tener impactos negativos en su economía, pues con la ausencia de las grandes compañías, no solo pierden sus aportes tributarios, sino que dejan a gran parte de su población sin un puesto de trabajo. A pesar de esto, muchos creen que estas actividades comerciales serían sustituidas por la exportación de materias primas o bienes intermedios, necesarios para la producción de estas empresas.
Sin embargo, con este cambio las brechas de desigualdad serían aún más marcadas, por dos motivos principales: la primera, es que este tipo de economías, centradas en el sector primario de la economía no suelen tener la misma competitividad, a comparación de aquellas industrializadas y automatizadas, que a partir de la materia prima crean productos intermedios o finales con mucho más valor. La segunda, es que estos niveles de desigualdad pueden incrementarse con la automatización, pues según el informe: El Futuro del Trabajo en América Latina y El Caribe, realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se estima que solo el 0,6% de los robots producidos en el mundo, terminan en Latinoamérica y el Caribe. Un indicador que refleja la desventaja industrial de la región en lo que se denomina la 4ta revolución industrial, y lo poco competitiva que pueda llegar a ser a comparación de Asia o Estados Unidos.
La automatización, entonces, se ha convertido en un tema complejo que involucra no solo la óptica económica, sino que también ha llamado la atención de temas sociales que van desde la desigualdad, hasta el rol del ser humano en el trabajo. Estamos frente a un proceso que, si bien trae grandes beneficios para reducir el valor relativo de producción, también puede llevar a millones de personas al desempleo, afectando sus condiciones laborales, y por ende su calidad de vida. Debemos prepararnos, desde lo personal y lo institucional para afrontar este inminente avance tecnológico, pues es un asunto que los gobiernos deben incluir en sus agendas, para evitar crisis económicas y de desempleo, a corto y mediano plazo.
Jamez Hernández, presidente y cofundador de Trust Corporate.