La racionalización de la corrupción y la nueva ética pública

Actualizado
  • 18/01/2023 00:00
Creado
  • 18/01/2023 00:00
En la actualidad los ciudadanos solicitan y exigen que sus gobiernos sean abiertos y transparentes en su gestión, que los recursos públicos sean utilizados con completa eficiencia y rendición de cuentas
Los ciudadanos están en su pleno derecho de exigir estar informados de las acciones del gobierno en el uso de los recursos, ya que son de naturaleza pública.

De acuerdo con los resultados de algunas de las tradicionales encuestadoras, el problema de la corrupción es una de las principales preocupaciones que tienen los panameños. Algunas de estas encuestas afirman que alrededor del 40% de los panameños considera que la corrupción en el gobierno es el principal problema que afrontamos.

Según otras encuestas, el 71,1% de los panameños relaciona al gobierno de Laurentino Cortizo con la corrupción, otras encuestas revelan que 93% de los panameños percibe corrupción en el gobierno.

En la actualidad los ciudadanos solicitan y exigen que sus gobiernos sean abiertos y transparentes en su gestión, que los recursos públicos sean utilizados con completa eficiencia y rendición de cuentas, que la gestión pública se caracterice por una cultura de transparencia proactiva fortaleciendo la participación ciudadana y estimulando el desarrollo de nuestro sistema democrático.

Estas exigencias y demandas sociales surgen en tiempos donde hay una marcada desconfianza de los ciudadanos en las instituciones y gobiernos, realidad que evidencia la necesidad de incentivar la transformación o reforma de la gestión pública en la búsqueda de una nueva relación entre gobiernos y ciudadanos, que ahora debe ser refundada por medio de la internalización y puesta en marcha de principios de valores éticos inherentes a la buena gobernanza pública.

Los ciudadanos están en su pleno derecho de exigir estar informados de las acciones del gobierno en el uso de los recursos, ya que son de naturaleza pública. Por lo tanto, existe la necesidad de reformar la gestión pública y repensar en un nuevo estilo de relación entre los ciudadanos y los gobiernos.

Sin embargo, a pesar de que la corrupción constituye uno de los principales problemas sociales, económicos y políticos a nivel mundial, según algunas encuestas, dentro de la oferta electoral presidencial hacia 2024, los candidatos que marcan por encima del resto son aquellos sobre los que recae una mayor percepción de corrupción.

Esto parece contradictorio si lo contrastamos con lo antes descrito, pero existe suficiente evidencia en la literatura sobre psicología cognitiva de la corrupción que explica los posibles motivos que sostienen este comportamiento delictivo en la sociedad panameña.

Narrativas de racionalización de la corrupción:

Según estudios de psicología social de la corrupción, las narrativas de racionalización parecen hacer a la corrupción más aceptable, y de esto podemos percatarnos dentro de la sociedad panameña debido (entre otras cosas) a la familiarización que tenemos con las prácticas corruptas.

Una de las consecuencias de la habituación a las prácticas corruptas en las sociedades posmodernas es tender a interpretar la corrupción como un fenómeno universal, que es imposible de acabar, por lo tanto, debe ser reconocido como inevitable.

Esta familiarización social con la corrupción contribuye, en palabras de la psicóloga Olga Leticia Marín de la Universidad Nacional de San Luis en Argentina, “a que se dejen de observar estos hechos como desviaciones éticas e inclusive delitos que hay que repudiar y sancionar y, en consecuencia, se los vea como algo que surge de manera natural, frente a lo cual nadie puede hacer algo para corregir la situación”.

Así surgen y se expanden en la sociedad ideas que justifican la corrupción tal como:

“Robó, pero hizo”.

“Siempre ha sido así”.

“La corrupción es imposible de mitigar”.

“Un político pobre, es un pobre político”.

“Ser corrupto es ser práctico”.

Para profundizar en los peligros que derivan del fenómeno de la racionalización de la corrupción, y en las motivaciones que conllevan a un comportamiento corrupto, desde la esfera privada o pública, el reconocido criminólogo Donald Cressey propone que para que un acto corruptivo se materialice, deben existir tres elementos:

1- Estar en esa situación de necesidad adaptativa (el motivo o presión),

2- Disponer de la oportunidad de cometerlo y

3- Concluir que es aceptable o estaría justificado (racionalización).

Como podemos observar, la racionalización de la corrupción aparece como uno de los principales elementos que influyen en la normalización del comportamiento corrupto.

¿Cómo funciona la mente de un corrupto?

Para poder comprender lo que ocurre dentro de la mente de un político o empresario corrupto, el psicólogo social norteamericano Leon Festinger propuso la teoría de la disonancia cognitiva, que explica la forma en que los individuos intentan mantener la consistencia interna de sus creencias y su comportamiento. Para lograrlo, justifican internamente su comportamiento por medio de ideas o pensamientos a los que se les conoce como “sesgo confirmatorio”, por medio de los cuales la mente de la persona corrupta tiende a reconocer la mentira como la verdad.

Por medio de la disonancia cognitiva, la mente del corrupto justifica su comportamiento y poco a poco su mente inicia un proceso de justificación.

La mente corrupta con el tiempo conceptualiza las cosas de forma distinta. Para un corrupto, el Estado es una piñata que debe saquear para satisfacer sus intereses de acumulación de riquezas y poder; los partidos políticos son medios para obtener el control sobre el gobierno y desde ahí enriquecerse y alimentar su ego.

En ninguna parte de la conciencia del político corrupto el fin de su militancia política es la búsqueda del bien común, la justicia social, o el desarrollo armónico de las comunidades. Su nivel de autoengaño llega a ser tal, que se autoconvence de que es una buena persona, que utiliza el poder para ayudar a otros, mientras que en realidad es incluso capaz de recibir dinero del narcotráfico para invertirlo en su campaña, ya que su mente ha desarrollado la capacidad de distorsionar los valores y justificar sus actos, incluso los más delictivos.

Según el Investigador de Adicciones Martín Nizama Valladolid, “la corrupción es un cáncer espiritual que corroe las entrañas más profundas de la humanidad, con grave impacto en el desarrollo humano y en desmedro del capital social en la 'pequeña aldea global”. Es un fenómeno anético y amoral estructural, sistemático y generalizado que afecta de manera devastadora al Estado, las instituciones, la célula familiar y al individuo, con secuelas degradantes y disruptivas. Sus elevados índices la han convertido en uno de los más grandes problemas de la posmodernidad, si no el mayor, por el daño económico, político, ético y moral que acarrea en la población mundial y nacional.

No debe extrañarnos el hecho de que existe un distanciamiento y nula comprensión de los gobernantes acerca de cómo mitigar la corrupción y la importancia de sembrar valores cívicos en la ciudadanía, la niñez y la juventud.

Como consecuencia se ha profundizado la total y completa desvinculación del Estado en la formación de valores ciudadanos en la juventud.

En síntesis, proponemos:

Establecer una estrategia para una promoción de valores ciudadanos por medio de la educación, la cultura y el arte, al menos con los siguientes elementos:

- Que propicie la generación de redes

- Que fomente la educación ciudadana y el ejercicio de la ciudadanía responsable, sobre todo hacia la juventud

- Que sensibilice a los ciudadanos con respecto a los valores de la nueva ética pública.

Instituciones burocráticas como las “direcciones de promoción de ciudadanía y (o), participación ciudadana” de los ministerios, entidades y órganos del Estado, deben orientar sus funciones en virtud de un único plan estratégico transversal, con el propósito de promover y ejecutar acciones concretas, con objetivos y resultados medibles, con urgencia nacional, para la formación de valores y el cambio de actitudes en la sociedad civil y el estudiantado panameño.

Si en 2024 escogemos a los mismos que ya nos han gobernado, no esperemos resultados diferentes a los que hemos tenido, ya que las mentes de estos políticos se han acondicionado a la vieja forma de hacer política y nunca van a permitir que una nueva forma de hacer política con base en un programa de objetivos medibles sustentados en los más altos valores éticos y morales, se convierta en la nueva praxis política en Panamá, ya que eso los dejaría a ellos fuera del baile de corrupción, donde se han acostumbrado a ser protagonistas desde hace mucho tiempo.

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