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Gustavo Petro, el candidato presidencial que fue guerrillero
- 29/05/2022 00:00
- 29/05/2022 00:00
La mañana del domingo 22 de mayo Gustavo Petro, el candidato colombiano que encabeza las encuestas presidenciales en Colombia, parecía estar escribiendo con su presencia la versión propia del mítico retorno del guerrero. Estaba frente a una multitud congregada en la plaza principal de Zipaquirá, donde estudió bachillerato y se inició en la política y en la militancia en el grupo guerrillero M-19. A su lado, el profesor que le enseñó filosofía y lo motivó a escudriñar el pensamiento crítico universal. Hablando en público, como una reflexión en clase, el viejo profe le dijo: “No hay otro motivo para vivir que trabajar por la vida”. Regresaba entonces, como el guerrero de la mitología griega, visto por el poeta Kavafis, “pleno con la experiencia del viaje”. En la noche de ese mismo domingo, cincuenta kilómetros después, cerró los actos en plaza pública frente a la emblemática Plaza de Bolívar de Bogotá, que estuvo a reventar en multitud, emociones y aplausos. Fue el cierre de una larga campaña por todos los lugares de Colombia, en los que alcanzó un récord no inferior de 130 intervenciones en parques, espacios públicos y tarimas.
En 1991 los colombianos celebraron un hecho histórico, la Asamblea Nacional Constituyente, rumbo nuevo de la democracia, puesto que se reivindicaron derechos civiles fundamentales que no estaban amparados en los códigos constitucionales anteriores y se abrieron espacios para dar garantías a las minorías. Unos se han implementado, otros no. El M -19, se había desmovilizado hacia el año 1990, firmaron una amnistía con el gobierno, y se transformó en Alianza Democrática M-19, que se ubicó como la segunda fuerza política más importante surgida de aquella memorable Asamblea. Bajo sus siglas, Gustavo Petro fue electo miembro de la Cámara de Representantes en las elecciones de ese año de 1991.
En 1994, quiso ser senador de la república y con un amigo anduvieron solos —como él mismo recuerda— por trochas de vereda, en un viejo auto Volga, que su celestino aún conserva de recuerdo. En esta ocasión fracasó en el intento.
Posteriormente, en 2006, fue elegido como uno de los senadores más votados, y con una carrera de triunfos y derrotas encima, se ganó el prestigio de senador valiente, porque se le atravesó a las alianzas criminales entre el paramilitarismo y la política. Sus denuncias, investigaciones y señalamientos, retumbaron por toda Colombia y fuera de ella. Luego, se aventuró a otros designios. En el año 2010, probó a ser presidente y tampoco le alcanzaron las simpatías ni los votos.
Más adelante, junto a respetados compañeros de lucha, denunció por corruptos a varios de sus propios aliados de movimiento político (caso Samuel Moreno Rojas, entonces alcalde Bogotá y su hermano, el senador Iván Moreno Rojas). Enseguida fue elegido nada menos que alcalde Bogotá, aplaudido y cuestionado, acusado administrativamente, y protegido finalmente por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que afirmó sus derechos electorales. En su manera de responder a la ofensiva que buscaba tumbarlo de alcalde, Petro, acudió a la plaza pública. Multitudes lo acompañaron en largas vigilias, y ante este gesto, sus adversarios, tanto de la derecha como de la izquierda, lo señalaron de populista.
En las elecciones de 2014, apoyó con su movimiento al presidente Juan Manuel Santos, en su propuesta de reelección, porque al decir del propio senador Petro, “estaba en juego el Acuerdo de Paz entre el gobierno y las Farc, y a eso le aposté públicamente”.
En el año 2018, quizás rememoró sus andanzas con el amigo del desvencijado auto Volga, se tiró en solitario a las plazas públicas de los pueblos calientes y aturdidos de una Colombia incierta entre continuar la guerra o alcanzar la paz, y se puso en la tarea de ventilar polémicas ideas, alentando en ese fangoso camino de piedras y ríos, desiertos, montes y mares, las banderas reformistas del liberalismo social, que en Colombia ha tenido nombres propios: Rafael Uribe Uribe, Enrique Olaya Herrera, Alfonso López Pumarejo, Jorge Eliécer Gaitán, y no tan cerca pero tampoco muy lejos, el del inmolado líder Luis Carlos Galán.
Agitando el trapo rojo del liberalismo, como dicen allá, Gustavo Petro compitió en primera y segunda vueltas presidenciales.
Comunista, castrochavista, terrorista, sicario moral, guerrillero disfrazado de civil, fueron solo una parte de las estigmatizaciones en redes sociales, en medios, y en la propia voz de sus feroces rivales, encabezados por el expresidente Alvaro Uribe Vélez, que disfrutaba de una relativa mayoría en el Congreso, con lo cual, la conversación política se polarizó más y a la vez se degradó. Petro llegó en encuestas de opinión a una media desfavorable muy superior a su imagen. La expresión ¡qué miedo Petro! se hizo popular y casi incontenible en ese proceso electoral. La publicidad negativa cumplió su rol, amén de las equivocaciones del propio candidato, de modo que como se sabe, ganó las elecciones el actual presidente, coloquialmente distinguido como 'el que dijo Uribe'.
Más, el hombre de origen caribe nacido en Ciénaga de Oro, un pueblo levantado a orillas del legendario río Sinú, símbolo de la economía de las aguas en Colombia, aunque perdió las elecciones, resistió, llenó plazas en su campaña a campo traviesa, y pasada la movida electoral, se convirtió en líder indiscutible de la oposición en Colombia, que le otorgó, por derecho constitucional, un cupo de senador de la república para el período 2018 -2022. Obtuvo la votación más grande de fuerza progresista alguna en la historia colombiana, ocho millones de votos, y en sus periplos de masas logró conquistar la voluntad popular mayoritaria en doscientos ochenta municipios del país, un milagro para un competidor electoral progresista en Colombia.
Un encuestador destacado, aseguró que el punto de quiebre del anti-petrismo, se vislumbró en el mes de octubre de 2021. El Pacto Histórico, su movimiento, y él como líder de oposición, habían sabido lidiar su solidaridad con el paro nacional que dejó a decenas de jóvenes sin ojos, otras tantas entre víctimas fatales, muertos y desaparecidos y un muy mal balance para el gobierno. Petro comenzó a superar en encuestas de opinión las cifras desfavorables y a marcar superior en favorable, en una ruta de crecimiento gradual que no se detuvo desde esos días hasta hoy. El anti-petrismo comenzó así su declive.
Hoy, a la fecha, celebradas las elecciones del Congreso y las consultas interpartidistas, el pasado 13 de marzo, adportas de la llamada primera vuelta presidencial, el peregrinaje del candidato arroja resultados muy distintos: marca siempre primero en todas las encuestas y distante de sus rivales. El 13 de marzo votaron mayoritariamente por él poco más de 650 municipios del país para la consulta interna de partidos (55% de los municipios), y como revelaron Laura García Montoya, profesora de la Facultad de Estudios Políticos, Internacionales y Urbanos de la Universidad del Rosario y Sebastián Londoño, estudiante de la misma facultad y asistente en el Observatorio para la Contención del Covid, “desde el nivel municipal también se ve el impacto de ese crecimiento. El Pacto Histórico es la consulta que más ganó votación frente a las primarias de 2018. En 1016 municipios, el 91% del total, ganó en proporción de votos. Y en 624, el 55%, el Pacto logró aumentar su votación en más de 20 puntos porcentuales con respecto a la votación de Petro en 2018”. Se alzó con cuatro y medio millones de votos solo a su nombre, y consolidó el Pacto Histórico, una alianza de partidos y movimientos progresistas, a cuya cabeza está la Colombia Humana, su fuerza política central. Entre todos los movimientos del Pacto, sumados, lograron casi seis millones de votos, 22 senadores, con las representaciones indígenas, 36 congresistas, una representación mayoritaria asombrosa en el historial de la izquierda colombiana, aunque no suficiente para imponer mayorías calificadas. Por otra parte, jefes nacionales de los partidos tradicionales, incluidos los expresidentes y caciques electorales, se sumaron a la campaña del candidato del gobierno y de Uribe, Federico Gutiérrez, no así muchas de sus bases, líderes territoriales y regionales, que prácticamente ambientaron una rebelión interna contra su director, el expresidente César Gaviria, y a favor de la candidatura de Gustavo Petro.
La revelación política y sorprendente de una lideresa social, la activista ambiental afrodescendiente Francia Márquez, fórmula vicepresidencial de Gustavo Petro, refrescó el discurso electoral colombiano con un lenguaje sencillo y profundo y un estilo auténtico, en el fondo lleno de significados de alegría y esperanza, según analistas y expertos en comunicación política.
Por amenazas, los últimos días, los candidatos se vieron rodeados de agentes de seguridad del Estado, quienes, portando grandes escudos antibalas, contribuyeron a retratar para el mundo a la Colombia de hoy. Hubo un momento, que ante la información de un posible atentado al candidato por parte de grupos narco-paramilitares, la campaña del Pacto Histórico tuvo que suspender momentáneamente su agenda.
Para Petro, más allá de esa fotografía deleznable, la acción poética y romántica de todos estos encuentros con el pueblo labró el camino para ganar las elecciones presidenciales en primera vuelta, según su íntimo sentir. Es una apuesta muy arriesgada, pero también se ha convertido en un mensaje poderoso. La cita brava es este domingo 29 de mayo y para esa meta el Pacto Histórico designó 40.000 delegados electorales que van a custodiar las elecciones en todo el país. De modo que la suerte parece estar echada, en medio de alarmas ya disueltas acerca de la suspensión de elecciones, y de marcada desconfianza con la entidad rectora de las elecciones, la Registraduría Nacional, ante un hipotético fraude electoral.
Se cumplieron los debates definitivos y decisivos organizados por los medios de comunicación, y cada campaña, y cada medio informativo, posee sus propias conclusiones. En Colombia, varios medios de comunicación tradicionales, cayeron en los métodos de información inducida, en sesgos con identidad política, y en las redes sociales, la batalla de opiniones se hizo brutal con severas demostraciones de degradación del lenguaje y mensajes con engaños oprobiosos. Ha sido una campaña presidencial, como ninguna otra, viciada de extremas suciedades.
Lo cierto es que el escenario está como para alquilar balcón: Gustavo Petro, es el candidato que hasta hoy gana en todos los escenarios, de primera o segunda vuelta, si la hay. El candidato de los partidos tradicionales y el gobierno, Federico Gutiérrez, tiene amenazada su llegada de segundo por parte de un outsider criollo, el ingeniero Rodolfo Hernández, quien cree que se impone de segundo en primera vuelta y ganará las elecciones en segunda vuelta. Y a su vez, el profesor Sergio Fajardo, dejó de ser, en las encuestas, candidato de peligro y le asignan un cuarto lugar. Él piensa que remontará esas fotografías de momento y contra todo pronóstico vencerá. El voto útil, el voto vergonzante, el voto indeciso, y hasta el voto en blanco, son actores principales en estas horas de expectativa electoral. La abstención hace su trabajo de siempre. Hay nerviosismo, temores, y evidencias de que estas han sido las elecciones con más violencia y crispación de las últimas décadas. El asunto es que, en términos reales, Colombia está pidiendo un cambio de verdad y todos los candidatos lo saben. Una magister en filosofía, Lucero Martínez Kasab, con el título nada estrambótico de 'La fe y la esperanza', escribió: “El pueblo colombiano se ha unido. Sin conocernos, sin saber nuestros nombres nos hemos ido queriendo los unos con los otros cuando sentimos la solidaridad anónima por cada pena narrada en las redes, en los periódicos, en los buses, en las calles (…) …aquí hay un quiebre en la historia de Colombia hecho por la fe, no solo en Gustavo Petro tan necesaria sino por la fe del pueblo en sí mismo tan determinante que es lo que dice Pablo de Tarso en su 'Carta a los Romanos' incitándolos a cuestionar la ley cuando es injusta”.
Para Gustavo Petro, si triunfa, ha de ser el bello regreso, luego de varios intentos. O el final del poema 'Itaca' de Kostantín Kavafis: Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte. Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas (…)”. O concluir como su viejo profe de Zipaquirá y asentir que “no había otro motivo para vivir que trabajar por la vida”.